A Barack Obama, las frases se le quedaron literalmente pegadas a la garganta. Tosía. "Lo siento, he acabado así de tanto enfadarme", dijo bromeando, aunque realmente hablara en serio. Visiblemente furioso, denunció ante las cámaras de televisión la gestión del grupo de seguros estadounidense AIG, calificándola de "despiadada y codiciosa".
El desencadenante de esta nueva oleada de indignación que se ha expandido por todo el país son las recientes bonificaciones, por valor de más de 160 millones de dólares (123 millones de euros), a los gestores del grupo, que pertenece en un 79,9% al Estado y recibió más de 170.000 millones de dólares de ayudas estatales.
Se da por descontado que las bonificaciones irán a parar a los gestores de los departamentos que, con sus productos financieros de alto riesgo, contribuyeron a desencadenar la crisis, señala "The New York Times". ¿Cómo pueden justificar ese crimen ante los contribuyentes, que son quienes salvan a la empresa del hundimiento?", se preguntaba Obama.
Junto a él permanecía en pie un visiblemente blanquecino secretario del Tesoro, Timothy Geithner. Ambos saben que el nuevo gobierno estadounidense ya no puede sentirse totalmente inocente, pese a haber heredado la crisis. Y es que no hizo nada para evitar el pago de las bonificaciones. Además, crecen las críticas a las millonarias ayudas para AIG. El conservador "The Wall Street Journal" culpó a Obama de llevar a cabo una política de encubrimiento: AIG recibió miles de millones de los contribuyentes, que en buena parte fueron a parar a bancos extranjeros e inversores privados, y no a combatir la crisis.
Demócratas y republicanos critican a unísono a banqueros y gestores financieros. Sin embargo, no mencionan que su actuación fue posible gracias a las laxas leyes regulatorias y la incompetencia de las autoridades de control. Y lo mismo ocurrió con el salvaje crecimiento aprobado políticamente en cuanto a la concesión de créditos que hicieron los gigantes inmobiliarios Fannie Mae y Freddie Mac.
Pero también el nuevo gobierno de Obama se está convirtiendo en blanco de las críticas. En el fondo, estaban informados de que AIG está comprometida, al menos jurídicamente, a pagar las primas acordadas. Aunque sigue siendo muy popular, el joven presidente está perdiendo apoyos: según un sondeo del instituto Pew Research Center, cuenta con una aprobación del 59%, frente al 64% de febrero. Y el instituto Gallup le concede una aprobación del 61%, siete puntos menos que en enero. Las semanas de luna de miel parecen haber llegado a su fin.
LASZLO TRANKOVITS
DPA