Después de dos décadas de gobiernos claramente conservadores, El Salvador, como se preveía, votó ajustadamente en favor del cambio, virando hacia la izquierda aunque con un margen escaso, de apenas un 2,5% de los votos. Mauricio Funes, el joven candidato del "Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional", es ya el presidente electo de ese país.
Apenas conocido el resultado de la elección, Funes -un ex periodista de la televisión local- confirmó expresamente su compromiso de "no alinearse bajo el liderazgo del presidente venezolano Hugo Chávez y construir un gobierno de unidad nacional, no permitiendo que su partido interfiera en los asuntos de Estado más allá de lo que la ley permita". El Salvador, agregó, "no tiene por qué alinearse al proceso de la revolución bolivariana que dirige Chávez, ése responde a Venezuela. Las elecciones fueron en El Salvador y no en Venezuela". Distanciándose aún más, sostuvo que "observa con especial atención" la gestión del presidente "Lula" en el Brasil, que "ha logrado un proceso de cambio y transformaciones sensatas que, en lugar de espantar la inversión, ha logrado atraerla más". Tiene razón.
"La confrontación y la venganza serán dejadas de lado", sostuvo, sugiriendo que, pese a que un hermano murió en su momento en manos de las fuerzas de seguridad, no hay en él un sentimiento de revancha contra sus antiguos contendedores en la guerra civil que hasta 1992 asoló al país. Uno de sus asesores inmediatos, Hato Hasbun, agregó que se procurará el perdón y la verdad y que la ley de amnistía de 1993 no será modificada.
Lo que Funes está dejando aparentemente de lado es la conocida combinación entre populismo y autoritarismo que proponen Chávez y sus seguidores. Porque sabe que ella termina generando un rechazo generalizado. Aparentemente abrazará una línea de acción más parecida a la del Brasil o a la de Chile, en coincidencia con la social-democracia europea. Para ello ha dicho que mantendrá al dólar como moneda, permanecerá en el acuerdo de libre comercio centroamericano con los Estados Unidos y no nacionalizará empresas privadas. Toda una definición que cabe aplaudir, respecto de cuya sinceridad sólo se sabrá realmente con el paso del tiempo.
Por el camino que ha sugerido, Mauricio Funes podrá seguramente gobernar a su país ordenadamente, con algún apoyo del centro que aún mantiene el control del Parlamento y mantener un clima de confianza y estabilidad que, siguiendo en cambio el patológico ejemplo de Hugo Chávez y sus seguidores, desaparecería inmediatamente. Queda visto que no todas las alternativas de izquierda suponen romper con el pasado. Algunas, como lo ha demostrado particularmente la experiencia chilena, construyen sobre la experiencia acumulada y aprovechan todo lo positivo y eficiente que encuentran en su camino sin detenerse a cuestionar su autoría, ni atarse a frustrantes retóricas revisionistas. Se puede ciertamente gobernar con todos y para todos. Para ello es inevitable estar dispuesto a escuchar y mantener una disposición sincera a no construir desde un discurso artificialmente encendido que, por único y excluyente, exacerba los resentimientos y lastima el plexo social.
EMILIO J. CÁRDENAS (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas