Martes 17 de Marzo de 2009 Edicion impresa pag. 2 > Nacionales
Juntando boinas blancas

Un caso atípico en la historia de la conducción del radicalismo es el de Gerardo Morales. No responde al perfil más acentuado que definió al grueso de quienes lideraron la fuerza en sus casi 120 años de vida: personalismo.

Hace tres años recibió el timón de un partido castigado por rayos y centellas. Carcomido por diásporas. Su centro y sus alrededores eran desolación. Con un estilo sencillo, ajeno a complejas elaboraciones de ideas, Morales se abocó a salvar las boinas blancas que podía. No eran muchas, pero era lo que había.

Alentó la alianza con Roberto Lavagna para las presidenciales del 2007 y fue su vice. El resultado, magro.

Por tercera vez desde el regreso de la democracia, el partido quedaba muy relegado en relación con el pelotón de punta. Lograba el mismo porcentaje de votos que en idéntica carrera había conquistado Horacio Massaccesi en el ´91: el 16%.

Morales asumió el trago. Agrio, por cierto. Su intimidad resguarda toda la soledad que sintió en aquellos días del 2007. Pero no aflojó. Y desde un campo de maniobra muy restringido, junto al senador Sanz encolumnó al bloque radical de la cámara alta en su colisión con el gobierno. Lucha frontal contra el estilo de ejercicio de poder del kirchnerismo.

Y con el tiempo Morales vio cómo una advertencia que había formulado hasta el cansancio a los correligionarios que se sumaban al kirchnerismo se traducía en realidad: el kirchnerismo los iba a usar. Y los usó.

Espíritu delicado, Morales no pasó boletas.

Siguió y sigue juntando boinas blancas.

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