Lunes 16 de Marzo de 2009 Edicion impresa pag. 29 > Cultura y Espectaculos
ENTREVISTA A AGUSTINA LECOUNA: "Somos la suma de nuestros riesgos"
La actriz habló con "Río Negro" sobre el personaje que interpreta en la obra del polémico premio Nobel Harold Pinter, "La vuelta al hogar".

En "La vuelta al hogar", la obra de Harold Pinter que dirige Alejandro Maci desde el 20 de enero, Agustina Lecouna (31) es la única mujer en el escenario del Multiteatro. Su Ruth, a medida que se suceden las escenas, va pasando gradualmente de dominada a dominante. Un personaje tan misterioso como atractivo, con muchas facetas para trabajar. Aunque tiene poco texto, desde el margen, se va quedando con el centro de la historia en base a seducción, distancia, contención?

"Es un rol muy difícil porque juega mucho con el misterio, lo atraviesa. Lo complejo es hacer teatral lo que le sucede a esta mujer. Si bien llega a la casa de la familia de su marido (Teddy, profesor de Filosofía, Rafael Ferro) en Londres, con la cautela de un felino, va avanzando pasito a pasito hasta adueñarse de ese lugar. Hay numerosos caminos que una actriz puede elegir en cuanto al abordaje de la historia", cuenta Agustina.

-No hay casi indicaciones del autor sobre cómo debe moverse, ataviarse.

-En absoluto. Por ejemplo, cuando Ruth dice: "¿Me puedo sentar que estoy cansada?", pone en la izquierda: "No se sienta"? Entonces, explicame (sonríe) ¿cómo encarar eso? Es una obra que tiene mucho de absurdo, de ironía. Obviamente estuve tratando de hacerme una línea coherente de lo que ella quiere. Igual creo que tiene condimentos de toda mujer.

-¿A ver?

-Tiene un poco de cautela en el avance. Cuando quiere conseguir algo, la mujer es de reflexionar y de moverse con mesura. Las tres aristas que abarca, puta, madre y mujer, están plasmadas en distintos momentos de la obra. Ella también vuelve al hogar, porque nació cerca de esa casa en la que ahora está, y tuvo un pasado oscuro. No se dice mucho pero hay pistas al respecto. Se sugiere que podría haber sido prostituta, por ejemplo. Además, habla de los Estados Unidos (donde vivió seis años con Teddy y tres hijos). Pinter es un autor con una bajada de línea política muy clara contra ese país. Ruth dice que ese lugar es roca y arena, que todo es igual allá. Entonces pienso que, por momentos, le parece más loable ser puta o lo que era en Inglaterra que volver a EE. UU. donde reina el capitalismo, todo es frío.

En algún punto, cuando llega a la casa, ella se enfrenta a algo con lo que me siento identificada. Cuando me he enfrentado a un hombre o a una situación que produce pánico, temor, también hay una atracción y no sé cómo moverme. Si lo hago con miedo, eso me eyecta pero, a la vez, me atrapa. Yo juego con esas contradicciones y ambigüedades. No es algo que desconozca.

Como mujer he vivido muchas circunstancias donde hay peligro, hasta perversión y una quiere salir pero no puede porque algo la atrapa. Es preferible quedarse en eso que volver a lo que no te gusta. Es como un sinfín esta obra. Ruth vuelve a lo que era antes de irse a América, a ocupar un espacio de madre, mujer y puta en una casa donde esas figuras faltan. Pero, para encontrarse con ella misma, con su esencia antes de irse, abandona una familia y la deja sin madre, sin esposa.

Otra cuestión que rescato del texto se relaciona con los cánones de lo no verbal, esos planos con los que convivimos en lo cotidiano. Muchas veces hablamos de una cosa pero estamos pensando en otra. Hay situaciones por las que pasamos, con el ritmo vertiginoso de hoy en día, que vistas desde afuera son absurdas. Y acá hay algo de eso, más cuando hay ironía y perversión, varios planos detrás, cuando se habla. Ahí está lo interesante de Pinter.

-Desde que la obra está en contacto con los espectadores, ¿cómo ha cambiado tu personaje?

-Empecé haciéndolo más misterioso, más rígido, más Gioconda y traté de ablandar eso porque tiene contrastes, siente las agresiones, los estímulos de sus cuñados, su marido, su suegro. Comencé a buscar en los recovecos para lograr una emocionalidad, que se vea mi historia.

Después que cada uno la cierre como quiera. Hay tantos finales posibles como espectadores. Muchos preguntan: ¿ella vino a conquistar ese hogar, el marido la entrega, lo planeó ella? Están esas y otras posibilidades. Obviamente, como actriz, debo elegir, pero el espectador se identifica según lo que haya vivido.

El hombre tropieza dos veces con la misma piedra y "La vuelta al hogar" habla de eso. Es bien interesante.

Los actores somos la suma de nuestros riesgos y yo decidí asumir éste porque me parece un telar interesante del que, creo, algo atrayente va a salir en cuanto a mi aprendizaje como actriz y como ser humano. En definitiva una cosa está apoyada por la otra. Si bien hay cuestiones que no conozco del tipo de violencia que Ruth vive, hay otras con las que sí me identifico, he podido ver en mi casa, en mi familia. En otro plano, quizá. Pero está bueno indagar sobre ellas. También lo está averiguar un poquito más sobre el poder femenino, sobre esas esencias que tenemos las mujeres y sobre la libertad. Ruth es un personaje bastante libre, más allá de la opresión y la perversión y la violencia. No sé, la sigo investigando.

Vengo de hacer una obra de autogestión ("Olivio Panorama Work in Progress", 2008, y antes "La gata sobre el tejado de zinc caliente" de Tenesse Williams, dirigida por Oscar Barney Finn, 2007). Un Pinter, ahora. Son distintas poéticas, distintos lenguajes que dejan un aprendizaje indefectiblemente. En eso estoy.

Completan el elenco Arturo Puig, Fabián Vena, el ya citado Rafael Ferro, Lautaro Delgado y Osvaldo Santoro.

 

EDUARDO ROUILLET

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