Lunes 16 de Marzo de 2009 12 > Carta de Lectores
El impacto de la crisis

Mientras que algunos esperanzados dicen creer que la economía mundial comenzará a recuperarse hacia fines del corriente año, abundan los que prevén que la recesión que se ha abatido sobre los países ricos y algunos pobres se prolongará hasta el 2011. Entre éstos está el Banco Mundial, el que un par de días atrás se arriesgó afirmando que el 2009 verá la primera contracción del producto planetario desde la derrota de la Alemania nazi y el Japón imperial. Por tratarse de una institución que tiene forzosamente que ser optimista porque sus técnicos saben muy bien que sus previsiones incidirán en la conducta de muchos gobiernos y de millones de inversores y empresarios, el que el BM se haya sentido obligado a hacer gala de su pesimismo es alarmante. Significa que el consenso entre los que, se supone, comprenden mejor la gravedad de lo que está sucediendo es que el mundo entero se enfrenta con una crisis sistémica que no se resolverá hasta que se hayan reducido los desequilibrios que se agravaron en los años últimos al acostumbrarse los norteamericanos y europeos a vivir por encima de sus medios reales. Pudieron hacerlo gracias a la disponibilidad casi automática de crédito barato. Por lo demás, convencidos de que merced al aumento continuo del valor de sus viviendas ya no les sería necesario ahorrar dinero y controlar los gastos, centenares de millones de personas se endeudaron, mofándose de los consejos de economistas supuestamente anticuados que les advirtieron que tarde o temprano estallaría la burbuja inmobiliaria. También participaron del festín los grandes bancos comprando y vendiendo, debidamente empaquetados, activos que resultarían "tóxicos". Aunque siempre fue de prever que un día los mercados caerían, ya que sólo los ilusos imaginaban que imperaba un nuevo paradigma que había eliminado los ciclos tradicionales, virtualmente nadie previó que lo harían de manera tan violenta, que de golpe billones de dólares se esfumarían provocando una recesión internacional que bien podría transformarse en una depresión generalizada.

La reacción inicial de la mayoría de los gobiernos ha consistido en procurar restaurar el statu quo que se daba a mediados del año pasado, creando "paquetes de estímulo" gigantescos, entregando cantidades astronómicas de dinero a los bancos y reduciendo drásticamente las tasas de interés. Puede que dicha estrategia funcione, pero hasta ahora el efecto ha sido decididamente modesto, ya porque los montos no han sido suficientes, como dicen economistas como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, ya porque "los mercados" temen que el mayor intervencionismo estatal que se prevé tenga consecuencias asfixiantes. Sea como fuere, ya es demasiado tarde para impedir que lo que comenzó como una crisis limitada al sector financiero haga estragos en la economía real incluso de países que, según sus gobernantes, tenían sus finanzas en orden.

Por lo pronto, el impacto político de la recesión y de la desaparición del crédito ha sido reducido -cayó el gobierno de Islandia, un país minúsculo de apenas 300.000 habitantes, y se han producido algunos disturbios en Europa del Este-, pero sería asombroso que no hubiera consecuencias mucho más serias en otras partes del mundo, sobre todo en el Medio Oriente y zonas contiguas. De no haber sido por su importancia estratégica Pakistán ya estaría en bancarrota, las reservas de Irán podrían agotarse en el transcurso de los próximos doce meses, Turquía está en graves apuros y también lo está Egipto. Asimismo, luego de una etapa de crecimiento rápido merced al precio altísimo del crudo, Rusia se ve ante una recesión que ya ha motivado disturbios callejeros en varias ciudades. Dicho de otro modo, aun cuando las previsiones del BM y ciertos gurúes pesimistas resulten ser exageradamente sombrías, parece inevitable que las repercusiones del terremoto que tiene su epicentro en Estados Unidos pero no tardó en reproducirse en Europa se harán sentir con mucha fuerza en los países periféricos más precarios, razón por la que incluso los que creen contar con los recursos necesarios para sobrevivir a la crisis sin experimentar demasiados problemas tienen motivos para temer que, luego de un período prolongado de paz relativo, el mundo haya ingresado en una etapa que será muy pero muy agitada.

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