La renovación de estas especies nativas demandan 30 años. Si se preservan dentro de un uso y criterios racionales suelen trepar a una altura de tres metros como máximo.
La naturaleza las puso allí para equilibrar un ambiente. Reñida con el hábitat, muchas veces, si no hay controles, la acción del hombre hace de las suyas. Las manchas de polvo y tierra improductiva aumentaron notoriamente, de acuerdo con lo que demuestran fotografías satelitales. La familia gauchesca suele tamizar los frutos rojos del piquillín con la intención de emplearlos en infusiones. El chañar, bien se puede usar para la fabricación de dulces. La jarilla tiene propiedades medicinales.
Las organizaciones ecologistas pusieron el grito en el cielo, sin lograr repercusión alguna, en virtud de que con la desaparición de estas plantaciones se agota, en forma lenta y silenciosa, la posibilidad de sobreexistencia de numerosas especies de pájaros en la que suelen apoyar sus nidos.
En teoría se alienta el crecimiento sustentable y acotar los permisos. Aún así, la destrucción a mansalva del monte nativo en Río Negro, pareciera no contar con el consenso suficiente de cara a la imperiosa necesidad de contribuir con la conservación del planeta. (AV)