VIENA (AFP).- El juicio contra el austríaco Josef Fritzl, de 73 años, que secuestró y violó durante 24 años a su propia hija en el sótano de su casa, donde nacieron siete hijos fruto de ese incesto, se abre hoy y ante un jurado popular en Sankt-Polten, a unos 60 km al oeste de Viena.
Este drama familiar, ocurrido en el municipio de Amstetten, dio la vuelta al mundo en abril de 2008 cuando se descubrió, gracias a la hospitalización de la hija mayor del incesto, una joven de 19 años que no había visto nunca la luz del día, al igual que dos de sus hermanos.
Sólo el acusado se presentará en el tribunal durante los cinco días de audiencias previstos, que se celebrarán principalmente a puerta cerrada.
La declaración de la principal víctima, Elisabeth, de 42 años, filmada en video, será presentada a los tres magistrados y ocho jurados, al margen de los medios de comunicación que empezaron a invadir Sankt-Polten para informar sobre el ya etiquetado "juicio del siglo", cuyo veredicto se espera para el 20 de marzo.
El hombre está acusado de homicidio por haberse negado a que uno de los hijos del incesto, un recién nacido gemelo, que su hija tuvo en 1996 sola en su encierro, fuera hospitalizado cuando se encontraba en peligro de muerte.
Al día siguiente de su detención, el 26 de abril de 2008, Fritzl confesó haber incinerado el cadáver del bebé en una caldera de la casa.
Este cargo puede acarrear un pena de reclusión de entre diez años a cadena perpetua.
También tendrá que responder de los cargos de esclavitud, violación, secuestro, amenazas con agravante e incesto, de los que se declarará culpable. El código penal austriaco no contempla la acumulación de penas, sino que aplica la más dura.
La Fiscalía ha reclamado también el internamiento del imputado en un centro psiquiátrico, aunque todos los exámenes médicos han concluido que el acusado era responsable de sus actos.
Vida "normal"
La investigación puso al descubierto 24 años de doble vida a escondidas de todos sus allegados, en particular de su esposa, que hacía vida normal en el piso situado encima del calabozo habilitado en el sótano sin ventana ni ventilación, con un acceso estrictamente prohibido por Fritzl y protegido con puertas blindadas y cerrojos electrónicos.
Presentado como un vecino amable y servicial, el hombre tuvo siete hijos con su esposa y otros siete con su hija Elisabeth, secuestrada por su progenitor cuando tenía apenas 18 años.
Oficialmente, Elisabeth se había fugado el 29 de agosto de 1984. Unas semanas después, obligada por su padre, escribió una carta en la que pedía el cese de la búsqueda y explicaba que se había ido con una secta.
Tres de los bebés nacidos en el calabozo fueron "depositados", con varios años de intervalo, a la puerta de los Fritzl con sendos "mensajes escritos" de Elisabeth que explicaban que no se podía ocupar de su educación.
"Amaba a su hija a su manera", explicó su abogado, Rudolf Mayer, a la agencia austriaca APA. Alimentaba y vestía a su segunda familia, enseñó a leer y escribir a los tres niños secuestrados con su madres, les daba regalos de Navidad y cumpleaños. Y también les amenazaba con morir gaseados si intentaban huir.