Hoy se cumplen 58 años de la muerte del enfermero Artémides Zatti, más conocido como Don Zatti y ´el pariente de todos los pobres´, un laico consagrado a la religión católica que durante 40 años realizó acciones solidarias en Viedma.
Su recuerdo sigue presente, a través del testimonio de personas mayores de 70 años que fueron sus pacientes, pero también en los relatos familiares, que lo pintan de cuerpo entero: grandote, dueño de un fuerte vozarrón, con una eterna sonrisa en el rostro y siempre montado en bicicleta.
Don Zatti fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 14 de abril de 2002, pero desde mucho antes era considerado un santo en la devoción popular de la capital rionegrina, donde llevan su nombre el hospital público de la ciudad, un barrio, una avenida y un colegio católico. Susana Pazos, maestra jubilada y presidenta de la cooperadora de ese centro de salud, el de mayor complejidad en la zona este de Río Negro, activa integrante de la comisión ´Amigos de Don Zatti´, dijo que el enfermero "fue un hombre bueno, pero sobre todo fue un militante de la vida".
"Cuando Viedma era un pueblo de calles de barro y luces mortecinas, Don Zatti lo recorría de punta a punta en su bicicleta, sobre todo por los barrios más pobres, para atender a los enfermos en sus casas" recordó.
En este sentido coincidió con el sacerdote Raúl Entraigas, conocido historiador religioso que lo llamó ´el pariente de todos los pobres´.
Artémides Zatti nació en Italia, en Boretto, el 12 de octubre de 1880 y llegó a la Argentina como inmigrante en 1897, donde se radicó en Bahía Blanca y se relacionó con la obra de Don Bosco e inició estudios sacerdotales. Como aspirante, le tocó atender al cura Ernesto Giuliani, que agonizaba por la tuberculosis, y contrajo la misma enfermedad, por lo que sus superiores lo mandaron a Viedma. Cuentan que su estado era delicado, pero hizo una promesa ante la Virgen María Auxiliadora: si se curaba, se consagraría a curar a los enfermos pobres. (Télam)