El gobierno populista que conduce el matrimonio presidencial de Cristina y Néstor Kirchner, en forma continua y repetitiva, señala que la culpa de todos los males en el país se vincula con la distribución del ingreso.
El gobierno nacional, pese a su queja, ejecuta la distribución de ingresos nacionales a través de subsidios, que no son otra cosa que privilegios económicos y financieros, sin la debida participación en su creación por parte del Congreso de la Nación, entre otros actores de la vida democrática del país.
Los ingresos del Estado provienen de las riquezas del país (ahorro, retenciones, superávit del balance del comercio internacional, impuestos). Éstos se generan a través de quienes trabajan la tierra, de los asalariados y de los beneficios del capital. Son los mismos particulares los que también lo distribuyen comprando, invirtiendo, pagando servicios, generando divisas con las ventas al exterior, entre otras cuestiones.
En ese círculo comercial toman ganancias y asumen riesgos de pérdidas, compran a proveedores, invierten, abren sucursales, generan nuevos empleos. Así se genera la dinámica que hace que un país funcione.
Sin lugar a dudas la distribución de la renta (es mejor este término que el de riqueza) es un tema de Estado. Porque el Estado debe estar atento a las fallas que puedan producirse en el mercado. Un ejemplo es la ausencia del deber de atención en la actual crisis internacional, a tal punto que los países europeos estudian llevar adelante un mayor control de los mercados a través de nuevas regulaciones sobre los productos financieros.
El Estado debería estar más interesado en la "generación" de riquezas y no de su "distribución". Y se producen riquezas sociales cuando se lleva adelante una política de igualdad de oportunidades e igualdad de ingresos, porque a mayor igualdad de oportunidades más justicia social habrá. La desigualdad son privilegios de pertenecer al círculo gobernante, de recibir en forma indiscriminada subsidios, a lo que la administración califica de distribución.
La distribución de la renta o riqueza, ¿a quién le corresponde? En boca de la presidenta parece ser un botín del gobierno, un fondo nacional que no se coparticipa y que se utiliza con un solo y único fin: establecer el unicato "K".
Pero en democracia la gente actúa, y el pueblo es práctico y entiende muy bien las cosas, más de lo que muchos dirigentes suponen. Así cada persona desea vivir mejor de lo que está. Sabe que el camino para lograrlo es el trabajo y la educación. Es decir, con empleo sabe que dispone de un dinero para invertir en la educación de sus hijos, para el ahorro de la compra de un terreno o vivienda, para el gasto en un automóvil, una salida al cine, a bailar, comer y beber, vestirse. Cada persona tiene su propia prioridad en esa lista de necesidades básicas a satisfacer. Mientras mayor sea su remuneración en su trabajo mejor le irá, o mientras más capacidad y preparación tengan las personas, a mejores trabajos podrán acceder.
El diagnóstico es que la actual administración no tiene gestión, cubre su inoperancia e imprevisión en el eslogan de la nueva redistribución.
Para llegar a esta conclusión parto de la base que este gobierno no tiene plan económico; aunque los necios sostengan lo contrario. Tuvo una fuerte devaluación con las monedas mundiales (dólar y euro) en el gobierno de Duhalde-Lavagna y el acompañamiento de la suba de los precios internacionales de nuestros granos (soja, maíz, trigo). Ése no es un plan. Eso es suerte.
Un plan es por ejemplo un estrategia de crecimiento como sería el desarrollo pesquero del país frente a la gran costa marítima que tenemos (no existe), un plan turístico (que no pasa por enseñar a bailar el tango en París). Ni hablar de uno ganadero o lácteo (esta por demás demostrado que no existe). Un plan anticíclico de prevención sobre futuras crisis (menos aún).
Cuando el Estado interviene en la economía lo hace para mejorar la eficiencia y equidad; es decir la búsqueda de "agrandar la torta". Esta administración nacional hace la torta más chica (para que entre en el cajón de "su" escritorio) y alienta la nefasta antinomia de que un sector posee lo que el otro no tiene. Eso es falso, demagogo y autoritario.
Por qué no agranda la torta a través de un programa de desarrollo consensuado en el Congreso, con el apoyo de los gobernadores e intendentes. Por ejemplo, el mundo precisa alimentos y nosotros podemos dárselos. Para ello hay que dialogar, convencer, machacar que con trabajo y educación los pueblos crecen y se hacen fuertes en su moral y en su economía. Agrandar la torta es dejar de lado la soberbia, convocar a todos los sectores de la producción y sin querer poner de rodillas a algún sector de la producción.
En palabras de Rawls, por qué no maximizar el bienestar de la persona peor situada en la sociedad, es decir comenzar por el más pobre, con un simple seguro social con la debida contraprestación del beneficiario (con el deber de estudiar y/o trabajar). Este gobierno nacional no se caracteriza por el bienestar del pobre, sólo le importa asistirlo meses antes de una contienda electoral. Las periferias de las grandes ciudades aún no cuentan con cordón cuneta, cloacas, agua potable corriente y gas natural. Sólo reciben subsidios condicionados a formar parte de un grupo de asistencia política, que se traducen en los grandes actos del conurbano de Buenos Aires. No existe un solo plan con emprendimientos laborales que contengan a los más jóvenes -basta con ver el avance de la delincuencia social en esos mismos lugares-. Si volvemos sobre nuestras palabras respecto del trabajo, convengamos que esos jóvenes de hoy participan de una generación que no ha visto trabajar a sus padres por la alta tasa de desocupación del decenio anterior, e inculcar ese concepto en su vida social será una gran tarea, que este gobierno no tiene en su agenda.
Démosles a los pobres igualdad de oportunidades con mejor calidad educativa, planes de trabajo y no subsidios, organicemos su capacitación laboral, salud preventiva y asistencia social pública. Ése es el mejor plan que una buena gestión tiene en su agenda. Lamentablemente no tenemos estadísticas creíbles sobre los niveles de actividad y empleo, para saber cómo estamos y hacia dónde vamos.
Qué hace este gobierno nacional sino desalentar la producción. Mientras más trabajadores produzcan, mayor será la renta que generen y más elevado el crecimiento del país en su conjunto; ese producto se reflejará a través del salario, como es la justa distribución del ingreso.
En conclusión: en lugar de hablar de distribución o redistribución de lo que no es mío, hablemos de agrandar la torta y generar más ingresos, comenzando por el que menos tiene.
MIGUEL ÁNGEL CARDELLA (*)
Especial para "Rìo Negro"
(*)Abogado
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