Ninguno de los dos habló de más, preso de la incontinencia verbal o de un desequilibrio inconsciente. Ambos jugaron sus cartas defendiendo intereses. Ambos dijeron lo que querían decir. Y ahora sólo el tiempo dará un veredicto.
La relación entre Diego Maradona y Juan Román Riquelme terminó en un tortuoso quiebre que sacudió al fútbol mundial pero que seguramente descendió con aires de paz en el plantel albiceleste. Los medios de comunicación más importantes del país contaron ayer (no se entiende por qué no lo hicieron antes) que después de la amistosa pero importante victoria ante Francia el micro que transportaba al seleccionado se sacudió al ritmo de un cántico que impactó directo en el "Torero": "Hay que alentar, hay que alentar. Ya vino Messi, no llamen más".
Maradona comenzó a abrir los ojos. No entendía por qué el grupo, con "La Pulga", su yerno el "Kun" Agüero, Tevez y Fernando Gago a la cabeza, estaba tan negado con Román. Igual, hasta ahí su cabeza no concebía tachar de la lista de citados al "10" de Boca. Aunque sí lo apartaba del selecto grupo de incondicionales, sobre todo después de las pobres exhibiciones ante Huracán y el Táchira.
Antes de la caída con Independiente el técnico dijo lo que dijo en "Gol de medianoche". Que no veía bien a Riquelme, que Riquelme no le servía en las condiciones en las que se mostraba en la actualidad, que debía sacarse un hombre de encima y no lo hacía. Eso sí, jamás habló de "cortarlo".
Maradona no se fue de boca como tantas otras veces. Tampoco habló desde la calentura, porque Riquelme no le atendió el teléfono por primera vez ese jueves (cuatro días después había cinco llamados más sin fortuna al móvil de JR). Lo hizo esperando una reacción de Riquelme. Una reacción de "hombre de selección".
En el fondo hay una cuestión de egos, soberbias, impactos mediáticos, miserias y mucho de futbolístico. Dentro de la cancha está claro que el Riquelme actual no es de la apetencia del técnico (como lo llamó una y otra vez el mismo JR a la hora de renunciar ante las cámaras), pero al parecer tampoco le gusta el de afuera, al que nadie banca en su selección. "El grupo manda", dijo lacónico el ex astro. Como también tiró una señal en el inicio del ciclo al asegurar que la albiceleste es "Mascherano y 10 más". Messi, a quien parecía ir destinado el mensaje, no le prestó demasiada atención. Reaccionó bien. Riquelme no tanto.
Román habló de "códigos" pero su renuncia volvió a ser frente a las cámaras de Telenoche. Lo hizo conociendo el efecto de los medios sobre los hinchas, intentando sacar provecho de una situación que él también generó.
El runrún daba vueltas antes y Maradona no esperó: salió por La Red antes que las preguntas de Santo Biassati e hizo saber que el jugador que da un portazo no tiene retorno al predio de Ezeiza. Igual, Román no titubeó. Rompía así con el "sidieguismo". Dijo sentirse y expuso que se enteró "por radio" de que no viajaba a Francia y por tevé de las críticas de Maradona hacia su juego.
Quizá sea cierto. El técnico visitó a Messi y a Agüero en España, a Mascherano y a Tevez en Inglaterra, a Demichelis en Alemania y a "Licha" y a "Lucho" en Portugal. Con JR, jugador habituado a los elogios y los caprichos, no volvió a hablar en persona. Está más que claro que Riquelme se veía más afuera que adentro del once de Maradona y por eso tiró todo por la borda.
Está claro que Maradona, sobre todo después del partido con Francia, comenzó a concebir un equipo sin Riquelme. Lo demás es juego mediático, mucha soberbia y una fuerte lucha de intereses. Porque la solución era más que sencilla: los dos, a solas, diciéndose las cosas en la cara. (S.B)