LONDRES.- Irlanda del Norte, un cuartel al norte de Belfast. Un grupo de soldados sale a buscar las pizzas que habían pedido y se encuentra con la muerte. Los atacantes que abren fuego desde un vehículo dejan algo más que dos muertos y cuatro heridos: doce años después del último atentado contra militares en la convulsa provincia británica, el atentado reivindicado por el IRA Auténtico devuelve el miedo y abre un signo de interrogación.
Se trata de una dura prueba para la región, donde la lucha entre católicos proirlandeses y protestantes probritánicos dejó más de 3.500 muertos. "Lo que ocurrió esta noche es un terrible recordatorio del pasado", lamentó el jefe de gobierno de Irlanda del Norte, Peter Robinson, cuyo gobierno, como los de Reino Unido e Irlanda, condenó con dureza el ataque.
Y sin embargo, el incidente no fue del todo inesperado. Mientras los políticos alardeaban en público del proceso de paz, tras bambalinas venían gestándose algunos recelos desde hace tiempo. La paz que comenzó a forjarse con los Acuerdos de Viernes Santo hace 11 años reposa, en último término, sobre un fundamento inestable.
Ayer, el IRA Auténtico asumió la responsabilidad el hecho. Un hombre que llamó a una periodista de un diario irlandés criticó que los soldados británicos aún "ocupen" Irlanda del Norte.
Para muchos, un nuevo atentado sólo era cuestión de tiempo. En los últimos meses se dieron ya varios ataques a policías. Y hace pocas semanas las fuerzas de seguridad desactivaron un artefacto con 140 kilogramos de explosivos en las cercanías de un cuartel.
A principios de esta misma semana, el jefe de policía norirlandés, Hugh Orde, advirtió del riesgo de un atentado de dimensiones inéditas en la última década. También el gobierno británico optó por reforzar la seguridad. Al mismo tiempo se supo que en 2007 y 2008 el servicio secreto británico concentró un 15 por ciento de su actividad en Irlanda del Norte. Es cierto que, aun cuando haya facciones disidentes del IRA que siguen entrañando cierto peligro, carecen de armas y capacidad para volver a desestabilizar el conjunto de la región. Y lo que es más importante: ya no cuentan con apoyo ni entre la población ni entre los políticos, como quedó demostrado con la condena unánime de este nuevo ataque.
El incidente, no obstante, representa una dura prueba para el gobierno de coalición entre los otrora enemigos católicos y protestantes: "Ahora el gobierno se tambaleará un poco... A todos nos preocupa mucho, mucho", aseguró Thomas Burns, del partido republicano socialdemócrata y el Partido Laborista. (DPA)