- Mire intendente... mire arquitecto, mire, no me han dejado nada. Una vida trabajando, años y años... Me atropellaron, me destrozaron el negocio, me robaron. ¡Por qué, por qué!... ¿Alguien me puede decir por qué! -dijo el hombre de gardapolvo blanco y rostro descompuesto...
- ¡No tengo odio intendente!, ¡tengo angustia, dolor!... ¡Les dije que se llevaran todo, pero que no me rompieran nada!... ¡No hubo caso, arquitecto!
Daniel Katz tomó al hombre por el hombro. Su cabello rubio estaba blanco. Su rostro de pelirrojo a medias, también. Entró al negocio de venta de productos de granja. Miró al comerciante y sacudió la cabeza. Caminó hacia la esquina y se encontró con una mujer llorando desconsoladamente. Su quiosco, ardía. Más allá se quemaba una sucursal del Banco Río. Y los fuegos y destrozos seguían por aquí y por allá.
La avenida Colón, de Mar del Plata, tenía más de Mogadiscio en "Halcón Negro" que del lindo espacio que siempre fue. "Quebracho" y otros grupos autodenominados revolucionarios habían pasado por ella haciendo lo único que saben hacer: romper.
- ¿Qué tendrá que ver esto con Bush, que ni se va a enterar de lo que aquí está pasando? -reflexionó Katz de cara a "Río Negro".
Fue en la tarde del 5 de noviembre del 2005, durante la cumbre presidencial de Mar del Plata.
Cuentan que esa noche Katz trató muy mal, o algo más, a León Arslanian, por entonces ministro de Seguridad bonaerense. Motivo: la lentitud con que se había reprimido a los "Terminator" vernáculos.