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Mal cálculo | ||
Desde esta columna ya se había advertido que en un partido en el que se privilegia el ´espíritu de cuerpo´ como el MPN lo más probable era que la puja entre Sapag y Sobisch terminara en un gran abrazo fraterno. Lo ocurrido esta semana tiende a confirmarlo. Con todo, cuesta aceptar que el actual gobernador no se haya dado cuenta de que no será posible concretar su mentado "cambio positivo" de la mano del hombre que representa la continuidad de un modelo que llevó a esta sociedad al hartazgo y al partido provincial, a perder buena parte de su histórico predicamento. Como desde Aristóteles en adelante en política -y en todo lo demás- la única verdad es la realidad, importa precisar por qué Sapag ha decidido dejar de lado su promesa de cerrarle el paso al pasado. También en qué medida este cálculo lo beneficiará o contribuirá a hundirlo, eclipsando su futuro político o, en todo caso, la labor reparadora que parecía haberse impuesto de cara a su partido y al conjunto de la sociedad. Es cierto que el gobernador se ha cuidado desde el primer día de quemar las naves con su antiguo socio y que esa actitud, más allá de las diferencias notorias de estilo entre ambos, era un síntoma claro de que no había una verdadera convicción respecto de la necesidad de dar vuelta definitivamente la página de la historia. Pero ahora, más allá de las diferencias formales, que no siempre son superficiales, al reunirse con su hasta ayer adversario para fijar las bases de un acuerdo que le permita repartirse el partido Sapag acaba de dar un paso de difícil retorno. ¿Cómo podrá convencer a propios y aliados de que no ha defeccionado en su promesa de producir un cambio de fondo? Por lo pronto tanto su aliado, el gremialista petrolero Guillermo Pereyra, como su propia hermana Luz, la intendenta de San Martín, han salido a marcar sus diferencias. Palabras más palabras menos, señalaron que una cosa es la unidad partidaria y otra muy diferente, la unidad con el sobischismo. Acaso porque es bien conocido que esa corriente tiende a yugular los matices para convertirse en hegemónica. No son pocos entre los del propio ´palo´ del gobernador los que ayer salieron privadamente a expresar su extrañeza con el principio de acuerdo que llevaría a entronizar en el partido a Pedro Salvatori y Horacio Lores y a formalizar una lista única de concejales -probablemente encabezada por José Brillo- para disputar el poder territorial con la oposición. ¿Acaso Salvatori no fue el candidato más cercano a Sobisch en la interna y también su principal espada en la Convención Constituyente que se realizó por capricho del ex gobernador? Si los amigos tienden a tomar distancia con el acuerdo que se comenzó a enhebrar el jueves en la casa del diputado sobischista Hugo Acuña, nada mucho mejor se podrá esperar de los combativos gremios del Estado y de la oposición. ¿Cómo puede ver la intransigente conducción de ATEN una alianza entre el gobernador y aquel a quien considera el verdugo de uno de los suyos? Más allá de los buenos modales y los gestos amistosos, a partir de este acuerdo, ¿qué confianza podrían abrigar los opositores en general respecto de que se está verificando un cambio real y no un simple reacomodo cosmético, útil para disimular que en el fondo existe una sociedad de hierro? Es cierto que en los últimos meses las cosas han cambiado, y mucho. Sapag debe tener muy presente que la crisis internacional, la ceguera de la oposición y los desaciertos políticos de su principal aliado, el gobierno nacional, han modificado radicalmente el escenario. El precio del petróleo, la principal fuente de ingresos de la provincia, se ha precipitado en el abismo. Los recursos conseguidos con el polémico trámite de las prórrogas petroleras parecen exiguos frente al cúmulo de requerimientos del Estado y la voracidad de los sindicatos. El horizonte, en fin, ya no es de bonanza sino de estrechez y la amenaza de tener que dar batalla en dos frentes, el del gobierno y el político, debe haber persuadido al gobernador de que mejor que una buena guerra es un mal acuerdo. Pero se equivoca Sapag si cree que es sólo malo. ¿Qué otra cosa que la promesa de acotar su poder de hostigamiento en el difícil cuadro actual puede ofrecerle Jorge Sobisch? Por lo pronto, el principal beneficiario de esta tregua es el ex gobernador, que con ella atenuará su abrumadora mala imagen. Por el contrario, Sapag seguramente verá disminuido su predicamento y también la confianza que inspira en los demás. Hay cariños que son como el abrazo de un oso. Uno de los principales políticos de la oposición describió lo que está sucediendo con una imagen patética: "Es como si (Sobisch) le hubiera puesto (a Sapag) un camión volcador de culata y lo sepultara bajo los escombros", exageró. Cerca de Sapag tienden a relativizar las lecturas tremendistas. "El acuerdo será sobre la base de un 80% para nosotros y un 20% para Sobisch; él está muy abajo en las encuestas y lo sabe", deslizan. También, explican que el partido no se puede permitir una nueva derrota en la capital. Y que la única forma de dar batalla con éxito a la coalición municipal es sumando fuerzas. "El partido es el partido" deslizan, y sin él, ya se sabe, no se puede ganar. Olvidan que la propia oposición no logra ponerse de acuerdo para marchar unida a las elecciones de concejales. Como quiera que sea, al MPN parece sucederle lo que a todas las fuerzas hegemónicas: van suprimiendo contradicciones una tras otra hasta que ellas mismas implosionan. Pasó con el nazismo y también con el comunismo. Una vieja máxima estalinista señalaba que "es preferible no tener razón dentro del partido que tenerla fuera de él". La verdad es que ciertas organizaciones parecen un paraguas protector pero frecuentemente se convierten en un ataúd. A veces es preferible tener razón afuera que hundirse adentro. Se pierde una certeza pero se inventa un mundo nuevo.
HÉCTOR MAURIÑO | ||
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