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ADOLFO BIOY CASARES: Caballero de fina estampa | ||
Hace una década moría el íntimo amigo de Borges, el premio Cervantes 1990, el genial escritor de literatura fantástica, el gentleman de las letras argentinas. Aquí, un recuerdo de su fina estampa. | ||
Adolfo Bioy Casares, uno de los grandes escritores de habla hispana y Premio Cervantes 1990, confesaba en su última entrevista pública: "La felicidad es inventar una historia". Amigo íntimo de Jorge Luis Borges, Bioy falleció el 8 de marzo de 1999 por una falla multiorgánica tras setenta años plenamente dedicados a las letras. Para explicar su atracción por la literatura fantástica, que en sus libros se entrelaza con lo cotidiano, Bioy solía remitirse a la primera experiencia fantástica que le ofreció la realidad, durante su infancia: un espejo trifásico que era propiedad de su madre. La consagración literaria de Bioy, que siempre renegó de sus primeras obras, se produjo de la mano de "La invención de Morel" (1940), considerada una obra maestra de la literatura fantástica argentina. A esa novela, a la que su amigo Borges calificó de "perfecta", le siguieron otras como "Plan de evasión" (1945), "El sueño de los héroes" (1954) y "Diario de la guerra del cerdo" (1969). Asimismo, publicó entre otros los libros de cuentos "La trama celeste" (1948), "El gran serafín" (1967) y "El héroe de las mujeres" (1978). Varias de sus obras fueron adaptadas al cine. Bioy y Borges compartieron numerosas aventuras literarias, como la compilación de antologías de la literatura fantástica y policial y la creación de un escritor imaginario, H. Bustos Domecq, seudónimo con el que publicaron "Seis problemas para don Isidro Parodi" (1942). A B. Suárez Lynch, en tanto, le adjudicaron "Un modelo para la muerte" (1946). Entre otras obras de su fecunda colaboración, más tarde llegarían "Crónicas de Bustos Domecq" (1967) y "Nuevos cuentos de Bustos Domecq" (1977). "Las obras de Bustos Domecq no se parecen ni a lo que Bioy escribe por su cuenta ni a lo que yo escribo por mi cuenta", explicaba Borges a Victoria Ocampo, cuñada de Bioy y en cuya casa se conocieron ambos escritores a principios de la década del ´30. Entre sus logros comunes también figura la redacción de un folleto comercial sobre las bondades del yogur, en 1937. "Nos reíamos a carcajadas cuando escribíamos", contaba Bioy. En el 2006 se publicó en forma póstuma "Borges", un voluminoso diario donde Bioy registró las frecuentes y ácidas conversaciones que mantuvo con el autor de "El Aleph" a lo largo de varias décadas de entrañable amistad. Nacido el 15 de setiembre de 1914 en un hogar porteño de clase acomodada, elegante, buen mozo y deportista en su juventud, Bioy era un gran seductor. "Mi vida han sido la literatura y las mujeres", sintetizaba. El amor fue una de sus grandes fijaciones, en la realidad y en las letras. Bioy se casó en 1940 con la escritora Silvina Ocampo, con quien publicó el policial "Los que aman, odian" (1946) y tuvo una hija, Marta. Bioy, que sobrevivió a ambas, explicaba: "Tiendo a ser amigo de las mujeres más bien. Son en general menos centradas en ellas mismas que los hombres, que me cansan un poco". En una de sus últimas entrevistas reflexionó: "Vivimos para una larga vida y de pronto viene este tropiezo realmente imperdonable de la muerte y se va todo al diablo. Si pudiera firmar ahora un contrato para vivir cien años más, estamparía mi firma sin siquiera mirar sus condiciones. Prefiero vivir de cualquier manera a no vivir. Tal vez se trate de un problema de falta de imaginación", concluyó. Su compatriota Julio Cortázar llegó a decir, según refería años después Bioy, "que le gustaría que el libro que estaba escribiendo lo escribiera yo, porque sobre mujeres escribía mejor que él". "Nos hemos visto cuatro o cinco veces en la vida, pero ha sobrado eso para que fuéramos muy amigos", contaba. Bioy, quien en sus presentaciones públicas hacía gala de una impecable memoria y un fino sentido del humor, se definió alguna vez como dueño de "una cortesía atenta y una elegancia un tanto anticuada propia de un gentleman argentino". Autor de ensayos y lector voraz, afirmaba que no podía concebir un destino diferente. "Me gusta muchísimo escribir, no puedo imaginar otra cosa", sostenía. (DPA/Télam) | ||
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