-¿Qué quiso transmitir con "La dama azul"?
-Fue mi exorcismo. María Jesús de Ágreda es una monja de clausura del siglo XVII a quien le atribuyeron la evangelización de miles de indios del Nuevo México, Arizona y Texas. Por pura casualidad llegué a ese convento desde donde ella se bilocaba. Hubo una serie de coincidencias muy llamativas que tenía que explicarme a mí mismo.
-¿Cómo es eso?
-No sólo el caso de la monja, que es inexplicable, sino el tema de las casualidades. ¿Por qué se produce, de vez en cuando, ese tipo de azares en la vida que te obliga a hacer una cosa?
-¿Es azar, casualidad o coincidencia? ¿Qué cree que es?
-Lo llamo causalidades, no casualidades. Hay momentos en los que te tropiezas con tu destino y éste te empuja hasta donde quiere. Cuando en 1991 llegué a Ágreda sentí que no controlaba la situación y eso me llevó a ser escritor. En la novela propongo estar atentos a las señales que se cruzan continuamente en nuestra vida y que en alguna de ellas nos impliquemos a fondo. Quería descubrir el mecanismo oculto detrás de estas coincidencias. Algunos lo llaman Dios; otros, destino.