Repetir la fórmula no necesariamente garantiza el éxito, por más que la edición anterior haya cerrado con todo el brillo posible. Las fórmulas repetidas resisten poco tiempo, una, dos o tres ediciones de una fiesta, no más, y en definitiva desnudan poca creatividad a la hora de elegir espectáculos para un festival grande en el país.
Sucede en todos lados: Cosquín repite fórmulas y aburre; Jesús María repite fórmulas y aburre. Diga que el público se renueva y no todos los años es el mismo porque, si así fuera, estarían replanteándose muchas cosas.
Eso es lo que le puede pasar a la Fiesta de la Manzana, que cerró otra vez con un brillo indiscutible y una afluencia enorme de público pero que dejó, por primera vez desde que se organiza en serio -es decir desde la gestión Soria-, un murmullo de cosa repetida.
Se ve que quienes hacen la fiesta, quienes la organizan, saben lo que hacen y tienen toda la seriedad a la hora de ponerla en marcha; eso no está en discusión. Sí lo está la cartelera hasta ahora exitosa que se puso en el escenario, porque renueva poco y repite mucho, porque nadie va a discutir lo enorme de la figura profesional de Mercedes Sosa, como nadie cuestionará el éxito de Miranda!, pero sí podemos preguntar si en el horizonte, en el inmenso horizonte de la música, no hay más que ellos, sólo por poner dos ejemplos. Sí que los hay.
Está visto que a esta fiesta el folclore no le interesa, porque salvo por Mercedes Sosa, que ya vino el año pasado, el género estuvo ausente. Y, si se quiere, eso es inobjetable porque en definitiva cada organizador tiene la libertad para traer la música que quiere.
Digo esto porque si se les ocurriera traer otra vez a Mercedes Sosa es muy posible que la gente que vaya a verla sea cada vez menos. No porque sea una figura en decadencia pero sí por ser una figura repetida en este ámbito.
Claro, tal vez se les ocurra traer otra vez al Chaqueño Palavecino, con lo cual estaríamos en la misma porque en todos los canales que transmiten un festival la primera figura que se ve es la del Chaqueño.
Lo objetable no son las figuras sino que se repitan. Y no es cuestión de plata, porque la Fiesta de la Manzana muestra solidez, sino de apertura a otros géneros, a otros exponentes, a gente igualmente exitosa que renueve el espíritu de la fiesta. Repetir es aburrir, aunque para algunos repetir es asegurarse el éxito. Y eso no es siempre una fórmula matemática perfecta; es apenas un postulado que puede dar resultado en un par de ediciones.
La Fiesta de la Manzana tuvo mucho para elogiar y poco para criticar, pero vale tener en cuenta esos murmullos antes de caer en una especie de rutina. Y así como no iría a ver dos veces a Mercedes Sosa, tampoco creo que a la franja joven le tiente demasiado ver al mismo grupo en varias ediciones seguidas.
La Fiesta de la Manzana se ha convertido en una de las más convocantes del país y eso no es casual, hay mucho mérito en la organización para que tenga el éxito que tiene, sólo que a los murmullos hay que acallarlos cuando son murmullos, porque es el modo de que el éxito siempre esté presente. Para variar la cartelera hace falta plata, y la Manzana dispone de recursos, pero además un horizonte un poco más abierto para no caer en los mismos de siempre.
Acallar los murmullos es ni más ni menos que mirar qué más sucede con la música por fuera de los mismos de siempre. Y ocurre tanto como para renovar una cartelera.
Por lo demás, más allá de la cartelera repetida, la Manzana fue un ejemplo de buena organización y esa afirmación la respaldan miles de personas.
JORGE VERGARA
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