- ¿Cómo se explica el actual "boom" del póquer?
- En primer lugar hay que reconocerle sus méritos: ¡la verdad es que es un juego muy divertido! Una gran mayoría de los que se acercan por primera vez se entusiasma, así estén jugando con fichas de fantasía. Además, tiene un canto de sirenas muy fuerte. No es raro que el iniciado sienta que este juego ya no guarda ningún secreto para él.
- Enseguida le toman la mano y se sienten confiados.
- Claro. Y dicen: "Lo único que me falta es un poco más de experiencia y capital. Ya estoy en condiciones de enfrentar a cualquiera". Por otro lado, el póquer se adaptó perfectamente a los avances tecnológicos. Salió del nicho de ser un juego de una vez por semana en casa de amigos o de garitos clandestinos para llegar al gran público y masificarse en Internet. Ni qué hablar de la televisión. Las cámaras ocultas que permiten ver las cartas que cada jugador cuidaba como a una francesa quedaron expuestas a la vista de todos. Resultó que el póquer es muy mediático también.
- El costarricense Humberto Brenes, uno de los mejores del mundo, dice que el póquer es una buena manera de combatir enfermedades mentales como el Alzheimer pues ejercita el cerebro.
- La expectativa de vida es cada vez mayor y, según estudios recientes, la mejor forma de mantener la mente lúcida es ejercitándola. Parece ser verdad que el cerebro es un músculo. La actividad mental reduce o retrasa el deterioro cognitivo. Y el póquer encierra altas dosis de actividad intelectual. Pero no sólo eso, el póquer de alto vuelo es mucho más que un desafío mental: pone a prueba otras capacidades inherentes al hombre. Exige mucho desde la esfera emocional: autocontrol, capacidad para pensar bajo presión y resistencia a las frustraciones.
- ¿Cuánta gente vive del póquer?
- Muy poca. Primero definamos que un profesional es aquel cuya exclusiva fuente de ingresos para vivir es la práctica del juego. Así que un chico de 20 años que vive solo o en la casa de sus padres es mucho más fácil que sea un pro, de que lo sea, por ejemplo, una mujer madre de tres hijos y único sustento del hogar. Ahí tenés un claro ejemplo de la entereza emocional necesaria para jugar. Imaginate a esta mujer que descubre que tiene muy grandes condiciones para el juego. Es una decisión compleja dejar su trabajo y dedicarse al póquer.
- Suena arriesgado y, a su vez, está mal visto, ¿no?
- Puede ser. Porque para ser un jugador en serio tenés que estar dispuesto a una dedicación "full time". Si querés ser un jugador de verdad vas a tener que desayunar, almorzar y merendar póquer. En eso es como cualquier otro deporte. No existe un jugador de tenis profesional que trabaje ocho horas por día en la oficina y en los ratos libres se toma un avión para jugar en el circuito profesional.
- ¿Qué porcentaje del póquer depende del azar y cuánto de la habilidad del jugador?
- Esa pregunta da de lleno en el corazón del juego. El póquer depende 100 por ciento de la habilidad. La suerte no cuenta en absoluto. "¡¿Qué?!", me dirán miles a los que infinidad de veces la suerte les tendió todo tipo de trampas y de "bad beats" (perder feo: mano en que uno lleva claramente las de ganar y la carta que no tiene que salir, sale). OK, a todos nos tocó perder pases increíbles y encima seguidos. No uno, dos ni tres, ¡diez! Tantos que llegamos a desconfiar del sitio de Internet, del crupier o que el nuestro es un destino trágico.
- ¿En qué influye la psicología?
- Es un aspecto fundamental. Uno es el que todos saben e, incluso, sobreestiman: la lectura de gestos y actitudes del rival. Ganar al póquer es cuestión de leer al rival y ser el más macho a la hora de la verdad. Pero el aspecto psicológico más importante es de carácter interno. Tiene que ver con el temple ante situaciones adversas, por ejemplo, las rachas negativas de las que hablábamos antes. Tiene que ver con la paciencia y saber dominar los impulsos y emociones. Con el autocontrol y la fortaleza interna. Por ahí pasa, para mí, el verdadero valor de la psicología en el juego.
- ¿Hay formas de engañar al oponente?
- Básicamente dos maneras. Una es la más conocida: "blufear". Tirar un farol es apostar cuando uno cree que tiene el juego inferior. La única intención es que el rival vaya al mazo. La otra es su reverso: agacharse o ir a la pesca. Consiste en no apostar, hacerlo en los decibeles mínimos o directamente ver lo que el otro apuesta para hacer una de gran magnitud al final, cuando se está cargado. Con ésta se intenta convencer al rival de que se tiene poco o nada. Hay otra más sutiles: jugar mal o en un estilo distinto al que pensamos adoptar; eso al principio del juego. Las condiciones, entonces, son dos. Una: que lo que está en juego sea poco. Dos: que vean las cartas que teníamos. Se llama "hacer propaganda". Vendemos una imagen errónea para que queden pegados en ella.
- ¿Hay muchos tramposos en los torneos?
- Muy poca gente hace trampa; y si lo hace nadie se ha enterado. Hacer trampa es muy difícil y, además, el ambiente que se respira durante un torneo es de camaradería. Puede haber discusiones y algunos pocos altercados, muy pocos, que lleguen a mayores. Pero, en mi experiencia, el jugador de póquer es un tipo de códigos: chapado a la antigua.
- Como sucede con la mayoría de los juegos que están en los casinos, se percibe al póquer como algo negativo que genera adicción.
- Estoy enteramente de acuerdo; cuando se juega al póker hay que tener mucho cuidado. Es muy similar a lo que sucede con la bebida. Hay mucha gente que sabe disfrutar de ella y beber con moderación. También es cierto que una fracción del universo de los bebedores sufre problemas de adicción. Pero vamos por parte. Hay que separar al póquer de los demás juegos de casino. Sólo entre el 10 y 30% de los jugadores de póquer son ganadores. ¿Poco, verdad? Pero en los demás juegos de casinos, ¡la cifra de perdedores es del 100%! Me refiero a jugadores de casino consuetudinarios. No a los que fueron un día, tuvieron suerte, ganaron y nunca más volvieron.
- ¿Cómo se llevan el póquer y la política?
- Son caminos que se encuentran. Las bases que sustentan el desarrollo de la maestría se nutre, en ambos, de las mismas raíces. Para ser exitoso tanto en el póquer como en la política es necesaria la inteligencia. Pero no basta. La mente no se puede nublar en el momento clave: cuando todas las fichas vayan al frente y haya que sostener la mirada del rival. Es imprescindible altas dosis de resistencia para pensar bajo presión y un altísimo control emocional. Es lamentable en el caso de la política, pero a la hora de mentir, en ambos hay que ser convincentes. En fin, el póquer como la política son juegos de seducción, de información incompleta, en que cada uno de los actores intenta convencer al otro, anticiparse a lo que está pensando y, por ende, a sacar provecho de esta ventaja.
- Los políticos suelen se buenos jugadores de póquer entonces, ¿no?
- (risas) Una de las cualidades que destacan a Barak Obama es su capacidad para mediar y acercar posiciones. ¿Cuál fue el lugar que le permitió tejer parte del entramado que lo destacó como un brillante conciliador y lo destacó del resto? Largas veladas de sesiones de póquer entre senadores demócratas y republicanos. No es necesario ir tan lejos. Aquí, en la Argentina, son muchos los políticos afilados en las artes del póquer. Nombres que salen en letra de molde en tapas de los diarios. No me encontrarán a mí en una de esas mesas: los montos en juego son prohibitivos.
Sus dos pasiones
Juan Zubiri tiene 47 años, es médico egresado de la UBA especializado en Diagnóstico por Imágenes, está casado, tiene cuatro hijos y, además, es fanático del póker. Aprendió a jugar de chico y, en los últimos diez años, las partidas se transformaron en una excusa para reunirse semanalmente con un grupo de amigos. Pero había un problema: de cada tres reuniones, en dos salía perdiendo. "Enseguida me di cuenta de que era un perdedor", cuenta. Fue una mezcla entre su pasión y su competitividad lo que lo llevó a investigar. Así descubrió que no había bibliografía en español que lo pudiera ayudar a ser mejor jugador. Tuvo que recurrir a libros escritos en inglés. Su inclinación por la lectura y su obsesión por perfeccionarse le permitieron evolucionar rápidamente, al punto tal de que hoy no sólo es jugador profesional que pasó a ser un ganador entres su amigos y en varios torneos, sino que además escribió "Póquer. La senda del ganador" (Albatros). En este libro, basado en la variante más popular del juego -el hold´em sin límite-, Zubiri detalla principios generales, probabilidades, chances y, a su vez, describe los gestos corporales de los jugadores, entre otras cosas. Zubiri cuenta que el azar es un tema recurrente en su vida. "No en el sentido del juego -explica-, sino en un aspecto más profundo casi existencial. Soy un apasionado de la teoría de la evolución de Darwin, y la teoría de la evolución explica que todo fue fruto y obra del azar. ¿Podrá ser posible? ¿Dios juega o no juega a los dados con el hombre? Bueno, Darwin, la teoría de los juegos -otro tema que me fascina- y el póker están entrelazados".
JUAN IGNACIO PEREYRA
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