Domingo 01 de Marzo de 2009 Edicion impresa pag. 36 > Sociedad
Retiran de la Antártida más de 400 toneladas de basura
Será llevada en un barco ruso hasta el continente. Se había juntado en tres años por el incendio del Irízar. Ver especial multimedia "Río Negro en la Antártida".

ANTÁRTIDA ARGENTINA (Enviado especial).- Como un enorme insecto alado en medio de un cielo azul plomo cruzado por las ráfagas heladas, el helicóptero va y viene entre el Golovnin y la base Marambio. Antes de que el tiempo empeore, el poderoso Kamov 32 habrá transportado al buque ruso 120 toneladas de basura acumuladas durante los últimos tres años. En la Antártida no se puede dejar ni una colilla de cigarrillo. Todo, absolutamente todo, desde los restos orgánicos hasta los residuos peligrosos, como las pilas y los aceites usados, deben ser removidos para que este lugar privilegiado de la naturaleza siga siendo el “continente limpio”.

Los enviados especiales de “Río Negro” fueron testigos del operativo realizado en las bases Esperanza y Marambio para retirar más de 400 toneladas de basura que serán devueltas antes de que termine el verano a la Argentina continental.

Se trata de alrededor de 500 metros cúbicos de residuos peligrosos y de entre 700 y 800 kilos de residuos en general producidos en todas las bases, la mayor parte en Marambio, Orcadas y Esperanza. Solamente en Esperanza los Kamov, que pueden transportar hasta cinco toneladas por viaje, realizaron hasta las bodegas del Golovnin, el buque ruso contratado por el gobierno nacional para concretar la campaña Antártica 2008 2009, unos 25 vuelos.

Ayer fue el turno de Esperanza, el tiempo era magnífico y los extraños helicópteros rusos, de dos aspas y sin rotor, hicieron 28 viajes. Pero hoy en Marambio hay un fuerte viento y está neviscando. No obstante, los Kamov hacen su trabajo transportando hacia la base combustible en tambores y en unas pelotas gigantes de goma negra llamadas rollings. Las levantan del buque con una red que cuelga de una linga de 30 metros de largo y  las dejan cerca del helipuerto de Marambio. Luego van hasta el extremo sudeste de la base y cargan la basura. Hay una cuadrilla de hombres con sus monos antárticos  trabajando para llenar las redes.

Desparramados entre la nieve hay tambores de combustible compactados, chatarra de hierro y acero, restos de una de las casas que se incendió hace un par de años y también residuos peligrosos, clasificados como “tres” en la jerga antártica. Son pilas, aceites usados, lubricantes, estopas embebidas en aceite, membranas, químicos y otros restos de hidrocarburos.

Los “tres” se ponen en tambores que luego son sellados, soldados y cubiertos con una membrana. Sólo pueden salir de la base por buque, el resto de la basura puede ser enviada, de a poco, en los Hércules.
Para que esta evacuación sea posible, todo en la base es prolijamente separado de antemano. En la cocina, por ejemplo, hay tres tambores de residuos: uno para los orgánicos, otro para el papel y la madera, y otro para los vidrios y la hojalata, y a nadie se le ocurriría tirar los restos en cualquier lado.

En la zona donde están cargando el movimiento es infernal, hay dos topadoras y una retroexcavadoras entre un enjambre de hombres con monos azules ayudando a poner las cosas dentro de la red.

El panorama de la basura acumulada es desolador: fierros oxidados, calefones, viejas calderas y tambores aplastados, también kilómetros de cables del sistema de iluminación de la pista que fue recientemente reemplazado por uno nuevo.

A primera hora de la tarde, buena parte de la basura ya ha sido trasladada al barco ruso y la gente de la Aeronáutica no oculta su satisfacción. “Ya no es más la Chacarita -dice el vicecomodoro Enrique Videla, jefe de la base- ahora es una Recoleta, porque todo está mucho más limpio”.

Es que cómo hace dos años se incendió el rompehielos Almirante Irizar, se había acumulado muchos restos, entre ellos 130 tambores de aproximadamente 23 kilos cada uno con residuos peligrosos, de esos que llaman tipo tres.

Además de ser trabajoso, cumplir con el precepto del Tratado Antártico que exige retirar la basura del continente blanco es muy caro. Desde el buque ruso los deshechos deberán ser trasladados al barco de la Armada Canal Beagle –la ley impide que un buque extranjero descargue residuos en territorio argentino- y éste la llevará hasta el puerto de Buenos Aires, donde una empresa contratada por la DNA y controlada por la secretaría de Medio Ambiente, que es la autoridad de aplicación, se ocupará de la disposición final.

Por el Protocolo firmado en Madrid en el `92, las bases deben estar libres de residuos peligrosos con miras a obtener la certificación pertinente. Flora, fauna, agua y residuos peligrosos están bien acotados y cada base debe elevar informes mensuales sobre el tema porque hay un estricto control de gestión.

Además, frecuentemente hay inspecciones sorpresivas de otros miembros del Tratado y de la propia secretaría de Medio Ambiente de la Nación que realiza auditorías internas.

El comandante conjunto antártico, capitán de navío Eduardo Poleman, se lamenta por el accidente que sacó de servicio al Irízar pero explica que “como siempre toda crisis es una oportunidad. Disponer del buque de carga polar Vasiliy Golovnin, que tiene una bodega más grande que nuestro rompehielos nos dio  la capacidad suficiente para transportar residuos que no se habían podido retirar en años anteriores”, señala.

 “En materia de residuos estamos cumpliendo con todos los requerimientos del Tratado Antártico, todas las bases tienen incineradores para cumplir con las normas de no emisión de residuos sólidos ni gases contaminantes. Eso además del cumplimiento del precepto de separación de los residuos y del uso de compactadoras para poder minimizar el volumen de lo que hay que replegar al continente”, explica Poleman.

Es que la ardua tarea de cuidar el medio ambiente está muy internalizada entre la gente que trabaja en la Antártida. Seguramente porque todos entienden que se trata de proteger un ambiente muy particular que, por fortuna, se mantiene casi tan virgen y limpio como lo entregó la naturaleza.

HÉCTOR MAURIÑO

vasco@rionegro.com.ar

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