La "operación Gürtel" (correa en alemán) le ha complicado las cosas a Mariano Rajoy, cuyo liderazgo es cuestionado por propios y ajenos desde que el presidente del Partido Popular (PP) de España perdió en el 2008, por segunda vez consecutiva, unas elecciones generales frente al socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
El principal partido de la oposición española se está viendo sacudido desde comienzo de año por escándalos que dañan fuertemente su imagen, con las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco a punto de celebrarse el 1 de marzo y con unas europeas que tendrán lugar en junio. Y éstas son citas con las urnas que se estiman decisivas para el futuro del líder del PP como tal.
En la "operación Gürtel", el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón ha imputado a 37 personas por su supuesta relación con una trama empresarial corrupta que se habría beneficiado de contratos con administraciones públicas gobernadas por el partido conservador. De esas 37 personas, dos son miembros del PP: los ex alcaldes de las localidades madrileñas de Boadilla del Monte y de Majadahonda.
Garzón describe la supuesta trama como un "grupo organizado de personas y empresas", liderado por Francisco Correa (de ahí el nombre de "operación Gürtel"), que durante los últimos diez años se dedicó a "captar negocios" y "fondos" en Madrid y Valencia, gobernadas por la formación que preside Rajoy. Correa no pertenece al partido, pero sus vínculos han sido estrechos.
Según el diario "El País", que ha tenido acceso al caso -bajo secreto de sumario-, Correa fue durante 12 años, hasta 2004, proveedor principal del PP nacional para sus actos públicos y después siguió colaborando con determinadas administraciones gobernadas por el partido conservador en la Comunidad de Madrid y en la Comunidad Valenciana.
El auto de Garzón apunta a que la trama corrupta utilizó "como norma común y frecuente las dádivas y sobornos a funcionarios y autoridades públicas, cuya identidad y cargos se están investigando".
Correa fue, por ejemplo, no sólo uno de los invitados a la boda de la hija de José María Aznar, Ana, con Alejandro Agag, sino también testigo de éste. Y mantenía amistad con destacados miembros del partido.
En Madrid ya han caído tres cabezas: la del alcalde de Boadilla, que dimitió tras un tira y afloja con la dirección del partido y quien pese a estar imputado mantiene su acta de concejal; la del que fuera alcalde de Majadahonda, que tenía un puesto en un organismo dependiente de la Comunidad y también está imputado por Garzón; y la del ya ex consejero de Deportes del gobierno regional, cuya dimisión se produjo pese a no estar imputado por el juez.
Cada día aparecen nuevos datos en la prensa sobre este asunto, que no es el único que salpica a la formación de Rajoy.
También está la presunta trama de espionaje a miembros del PP en Madrid, encabezada supuestamente por un grupo de ex miembros de las fuerzas de seguridad contratados como asesores de seguridad por el gobierno regional de Esperanza Aguirre, "enemiga interna" de Rajoy que llegó el año pasado a amagar con competir con él por la presidencia del partido. La trama, destapada hace unas semanas por el diario "El País", está siendo investigada por la Justicia y por una comisión de la Asamblea regional madrileña.
Con este panorama, Rajoy y los suyos han optado por una estrategia de contraataque. El presidente de la formación conservadora asegura que existe "una causa general contra el PP". Lo volvió a hacer el lunes en televisión, en la primera entrevista que concedió desde el inicio de los escándalos.
Al PP le ha dado munición una cacería en la que coincidieron el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, y Garzón, quien hace más de una década fue candidato al Congreso en las listas del Partido Socialista (PSOE). La cacería, aireada por el diario "El Mundo", se produjo el mismo fin de semana en el que estaba en marcha el grueso de la "operación Gürtel" y eso, para el PP, supone "un acto obsceno que liquida la calidad de la democracia". La formación conservadora intentó sin éxito recusar al juez, por considerarlo parcial.
Rajoy rechaza la posibilidad de que la trama corrupta de Correa haya llegado a financiar ilegalmente a su formación. "Yo empeño mi palabra", dijo en su entrevista televisiva, negando una financiación ilegal. "En lo que yo conozca", apostilló. "Niego que estas personas detenidas por Garzón, en lo que yo conozco y por las informaciones que tengo, hayan dado un solo euro al partido", indicó.
El líder del PP asegura que "nunca" ha pensado en tirar la toalla, ni ahora con estos escándalos, ni antes. Muchos, no obstante, esperan ver qué pasa después de las elecciones gallegas y vascas, y tras las europeas de junio. Algunos analistas apuntan a que es improbable que llegue a los comicios generales de 2012 como candidato a La Moncloa por tercera vez consecutiva.
Llamado a convertirse en presidente del gobierno en las elecciones de marzo del 2004, Rajoy presenció cómo el Ejecutivo de Aznar, que lo había elegido directamente como su sucesor, echaba por tierra sus posibilidades con la gestión de los atentados islamistas del 11-M, perpetrados sólo tres días antes de los comicios, y que el gobierno se empeñó insistentemente en atribuir a ETA en una huida hacia delante.
El PP quedó aislado durante los cuatro años de la primera legislatura de Zapatero. La gran crispación en torno del proceso de diálogo del gobierno con ETA, apoyado por todos los partidos con la única excepción del PP, contribuyó mucho junto a un discurso antinacionalista mal recibido en el País Vasco y Cataluña.
Y tras su segunda derrota consecutiva en las urnas y el abierto cuestionamiento de su liderazgo por dirigentes como Esperanza Aguirre, entre otros, Rajoy decidió encauzar hacia otras aguas su partido.
En el congreso del PP de junio pasado puso punto y final a la era del aznarismo, según interpretaron los analistas. Rajoy lo condensó en una frase: Que "nadie vote al PSOE (de Zapatero) para que no gane el PP", dijo. Y dejó clara su apuesta por un partido "de centro" que evite el aislamiento.
Con su reelección sin contrincantes ganó entonces la batalla a los críticos internos, tras una gran crisis en torno de su liderazgo. Pero no fue el final de la guerra. Las miradas de los críticos se fijaron entonces en las elecciones vascas, gallegas y europeas.
Ahora habrá que ver hasta qué punto influyen los escándalos en los resultados de los comicios vascos y gallegos del próximo 1 de marzo. Porque un mal resultado puede hacer que los enemigos internos de Rajoy, ahora agazapados, vuelvan a saltar al ruedo. De momento, Rajoy asegura que no se siente "acorralado".
SARA BARDERAS
dpa