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La vida en Pozo Salado, el paraje de la discordia | ||
Al paraje se lo disputan Viedma y San Antonio para su ejido. El lugar posee una amplia playa, pero no tiene ningún servicio. Una cisterna de 10.000 litros brinda agua a los veraneantes. | ||
POZO SALADO (ASA)- El celular pierde la señal, y no la recuperará hasta que cada uno de los que han elegido alejarse del ruido que aporta la ciudad decida volver a retomar el camino de ripio, que en algún punto se encontrará con el asfalto que los conduzca a sus lugares de origen. Vacacionar en ´Punta Mejillón´ o ´Pozo Salado´ no es una experiencia apta para cualquiera, ya que permanecer allí invita a dejar de lado las comodidades para adentrarse en un tiempo vasto que se divide entre el disfrute de lo natural y las múltiples actividades que surgen de actos simples que en estos casos no se remiten a pequeñas acciones. Para conseguir agua, por ejemplo, aquí no se abren canillas, para alumbrarse no se activan interruptores y para cocinar o calefaccionarse no se buscan automáticamente los ´pilotos´ de artefactos eléctricos o las cerillas. La vida en el paraje nacido en el área natural protegida compuesta por ´Punta Bermeja´ y ´Caleta de los Loros´ en el que desemboca uno de los tramos del "Camino de la Costa" al que se puede acceder desde el Puerto SAE y desde "La Lobería" de Viedma a través de la Ruta 1 (que lleva también a "Bahía Creek" y "Bahía Rosas") está trazada en base a tiempos y rutinas diferentes. Aquí, mientras el año pasado se desataba una intensa polémica limítrofe entre Viedma y San Antonio fundada en el reclamo de la jurisdicción sobre el lugar (Ver recuadro) los 13 vecinos que poseen viviendas en la zona junto con los veraneantes ´de siempre´ celebraban la llegada de una cisterna elevada de 10.000 litros de agua que es alimentada por camiones y está dotada de un purificador y un clorador, que después de muchos años les permitió independizarse del pozo que los abastecía, que por la escasez de lluvias la mayor parte del tiempo los dejaba sin el vital suministro. "Descubrimos este lugar hace muchos años, cuándo nuestros hijos todavía eran muy chicos, y después de visitarlo como acampantes por muchas temporadas el dueño de los campos nos permitió levantar esta vivienda, a la que antes veníamos en el invierno, para ´desenchufarnos´ de todo", relata Jorge Alberto Cambarieri, que reside en Viedma de manera permanente. Junto a la suya, existen otras 13 casas, que se pierden en los distintos sectores del paraje. En el caso de las que están ubicadas en la zona más próxima a la costa, son casitas precarias que permanecen cerradas esperando la llegada de sus dueños, y parecen arrumbadas entre los promontorios de arena. "Antes había al menos tres viviendas más que fueron ´tapadas´ literalmente por la arena, porque el viento se hace sentir en la zona y la altura de los médanos le proporciona material para que se desate a gusto" cuenta Cambarieri. El último temporal cubrió por completo el camino de acceso a ´Bahía Creek´ y ´Caleta de Los Loros´, obligando a los acampantes a recorrer las largas distancias que llevan al Puerto SAE o a Viedma para reaprovisionarse de alimentos, hielo o bebidas. En el patio de la vivienda de Cambarieri, frente al cual se alinean las carpas de los turistas, la risa de su pequeña nieta Maia se funde con el canto de los pájaros como la única música de fondo apta en un paraíso hecho a la medida de los que aman la naturaleza en estado puro. "En 1983, junto a otros vecinos que venían siempre, reclamamos al Codema contar con alguien que cuide la zona, y pusieron una vivienda ocupada por guardaparques que se van turnando para el mantenimiento del área", apunta el hombre. "Mantenimiento de los caminos, luz, ahora por suerte el tanque que pusieron nos alcanza para abastecernos de agua, pero lo que todavía no se puede usar es el camping que habilitaron junto a la casa del guardaparque, porque como no está forestado no tiene reparo para acampar", detalla Marina, que es oriunda de la localidad bonaerense de Villalonga y desde hace cuatro elige veranea en el paraje Estos visitantes, que son como pájaros que siempre anidan en el mismo sitio, se conocen e implícitamente dictan las reglas que ordenan la rutina del lugar. "Los que venimos siempre mantenemos los baños limpios y cuidamos el lugar en general, pero sería bueno que el estado ayudara a contribuir con las mejoras mínimas que requiere el paraje", finaliza la turista. | ||
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