Viernes 20 de Febrero de 2009 18 > Carta de Lectores
Mala prensa

Como ya es su costumbre, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aprovechó un acto público, que en esta oportunidad se celebró en su propio reducto hotelero de El Calafate, para achacar a los medios de difusión buena parte de la responsabilidad por los problemas nacionales. Según ella, el periodismo parece caracterizarse por su "obsesión planificada en quebrar la esperanza de los argentinos y el orgullo de ser argentinos", o sea, que la presidenta toma las críticas a su gestión por evidencia de una falta escandalosa de patriotismo por parte de los periodistas, idea ésta que reivindicaban con frecuencia los voceros del régimen militar de los años setenta y comienzos de los ochenta, además, claro está, de los peronistas de la primera época que destruían a los medios con los que no simpatizaban. Lo mismo que Cristina, creían encarnar las esencias nacionales o, cuando menos, todo lo bueno y positivo del país, de suerte que conforme a su modo de interpretar la realidad quienes se resistían a apoyarlos con el entusiasmo debido cayeron automáticamente en lo que pensadores peronistas de antes solían calificar de "antipatria".

Es de suponer que Cristina se siente molesta no sólo por las críticas de su propia conducta, sobre todo cuando viaja al exterior, sino también por la propensión de virtualmente todos los medios a llamar la atención a datos negativos que contradicen los oficialmente reconocidos. Mientras que según el INDEC el año pasado la tasa de inflación fue inferior al 10%, con escasas excepciones los comentaristas mediáticos han dejado saber que confían más en las estadísticas de consultoras privadas según las cuales superó largamente el 20%. También insisten los medios en informar sobre la caída precipitada de las ventas, lo que a su entender es una señal de que el país está entrando en recesión, sobre los problemas gravísimos que enfrentará la economía a causa no sólo de la crisis internacional sino también del agotamiento del "modelo" kirchnerista y sobre el aumento de los índices de desocupación y de pobreza. ¿Sería patriótico pasar por alto tales detalles, limitándose a cantar loas a la sabiduría de la presidenta y la habilidad con la que su esposo está manejando la economía? Desde luego que no. Mal que le pese a Cristina, una de las funciones más valiosas que puede desempeñar una prensa libre consiste en advertirle al gobierno de turno de los obstáculos que ve en el camino, reduciendo así el riesgo de que el país choque contra ellos. Aunque a veces distintos medios se equivocan en cuanto a la gravedad de los problemas nacionales y, huelga decirlo, las preferencias políticas de cada uno incidan en su forma de tratarlos, siempre es mejor que haya una multiplicidad de análisis de lo que sería que los periódicos y canales televisivos se limitaran a repetir lo dicho por los gobernantes.

En los países de tradiciones democráticas firmes, no es nada frecuente que un presidente o primer ministro se ensañe con medios o periodistas determinados. Hacerlo no sólo es peligroso debido a la disparidad abismal entre el poder de un gobierno por un lado y un medio periodístico por el otro, sino que también es contraproducente porque resulta una manera de confesar la incapacidad personal para soportar las críticas. Aunque en el transcurso de su gestión el ex presidente norteamericano George W. Bush fue blanco de ataques mediáticos incomparablemente más feroces que los sufridos por los Kirchner, a pesar de su fama de ser un duro intolerante siempre supo mantener una relación cortés con quienes lo trataban con desprecio absoluto. En cambio, los Kirchner no han vacilado en atacar verbalmente a periodistas determinados y en usar la publicidad estatal, costeada por los contribuyentes, para premiar a los medios afines y castigar a los críticos, práctica ésta que la Sala IV de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal acaba de condenar, basándose en el fallo de la Corte Suprema a favor de "Río Negro", en el caso protagonizado por la Editorial Perfil, la que, como es notorio, fue boicoteada durante años por los responsables de repartir la publicidad oficial. En vista de la voluntad de los Kirchner de tomar represalias concretas contra los medios que no les gustan, la hostilidad manifiesta de la presidenta hacia la prensa es preocupante.

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