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La severa crisis de las hipotecas asentadas como garantía de préstamos para adquisición de vivienda ha seguido una rápida evolución desde sus primeras manifestaciones, al punto que hoy, los principales bancos de EE. UU. han decidido una moratoria, suspendiendo las ejecuciones por unos días, en espera de normas legales que modifiquen la situación. El propósito de esta nota es exponer cómo se fue dando la crisis, cómo es la situación actual y qué se vislumbra como salida. Antes, nos hemos de detener en el concepto de saga y cómo aplicarlo al caso. Hasta hace pocos años el diccionario de la Real Academia la definía como "cada una de las poéticas leyendas contenidas en su mayor parte en las dos colecciones de primitivas traducciones heroicas y mitológicas de la antigua Escandinavia, llamadas las Eddas". En realidad esta literatura es propia de Islandia, país que no integra la Escandinavia. Este significado luego cambió en los diccionarios de la RAE. Siguiendo a Enrique Bernardez, la saga es un género literario único, sin contrapartida en toda la literatura europea; son narraciones en prosa sobre hechos y acontecimientos reales o ficticios, personas heroicas, familias o generaciones. Fueron escritas en Islandia en los siglos XIII y XIV. Sobre este sentido de la palabra se ha llegado a crear un tipo de género literario, pues la saga es el término usado para designar novelas que narran la historia de familias, de un clan o de generaciones. Este significado de la expresión saga nos permite resumir la evolución histórica de la crisis de hipotecas, del conjunto de familias afectadas en el mundo occidental, en especial en Estados Unidos. A continuación va la saga en forma de breve síntesis: la crisis hipotecaria que se originó en los EE. UU. y se expandió en la economía global comienza en el 2002 cuando la Reserva Federal (FED) resolvió establecer la tasa de interés de referencia en un nivel muy bajo (el 2%), inyectando liquidez al sistema financiero. Esta medida impulsó a los bancos a promover las operaciones de préstamos para financiar la compra de inmuebles, simplificando los requisitos para los tomadores de crédito. Conviene aclarar que este tipo de operaciones se contrata a tasas de interés variable, lo que les confiere una movilidad ascendente a las cuotas. El crecimiento de la demanda de viviendas provocó el aumento de los precios, generando lo que se denomina burbuja inmobiliaria. Más adelante, para reprimir la inflación que se estaba generando, la FED aumentó la tasa de interés de referencia con el objeto de enfriar la economía, a partir del 2004, hasta alcanzar el 5,25%. Al encarecerse el crédito, la demanda de inmuebles cayó y la morosidad creció considerablemente. Los primeros préstamos en situación irregular fueron los llamados riesgosos o subprime. Y actualmente hay cientos de miles de estadounidenses que no están pagando sus créditos hipotecarios. En muchos casos, la deuda contraída supera el valor de las viviendas compradas con ellos. Además, la deuda hipotecaria fue objeto de venta y transacción económica con la emisión de bonos o titularizaciones de crédito por parte de los fondos de inversión o planes de pensión. En medio del auge de los préstamos, los bancos impulsaron el negocio, utilizando los títulos de deuda hipotecaria, procurándose dinero del mercado de capitales. Tratándose de un activo financiero, esos certificados de deuda se encontraban al poco tiempo en poder de todos los bancos de inversión y en fondos de riesgo. Ante la caída de los precios de las viviendas y la creciente morosidad, los inversores advirtieron que lo mejor que podían hacer era desprenderse de esos títulos. Los bancos se encontraron con dificultades para disponer de dinero para atender la ola de ventas de sus clientes. Los bancos centrales salieron a socorrer a las entidades inyectándoles liquidez. Al quedar en evidencia que grandes entidades bancarias tenían comprometidos sus activos en hipotecas de alto riesgo, se generó una severa contracción del crédito, que en la jerga financiera se denomina credit crunch, y una enorme volatilidad de los papeles bursátiles. Se genera entonces una espiral de desconfianza y pánico inversionista y una brusca caída de valores de todo el mundo, por la falta de liquidez. En Estados Unidos, dos entidades reúnen el 50% de las hipotecas del país: Fanny Mae y Freddie Mac. Los inversores, al salir a vender en forma masiva estos títulos, generan una caída en los precios y un aumento del rendimiento de esa deuda. Cuando al Estado se le piden tasas de interés más altas, inmediatamente esta situación de encarecimiento se traslada a los consumidores-usuarios de los servicios financieros. No sólo se encarecen los préstamos con garantía hipotecaria o prendaria, sino también las operaciones financieras para consumo y tarjetas de crédito. En marzo del 2008, sólo el 40% de los deudores venía pagando el saldo completo a fin de mes. El resto paga los intereses y algo más mediante préstamos obtenidos sobre el valor de la casa, en segundas hipotecas. Este endeudamiento creciente alcanza niveles de saturación, produciéndose una explosión de quiebras personales. La situación empeora con la crisis general, con despidos masivos y cuadro recesivo severo de la economía. En este momento los principales bancos de EE. UU. decidieron dar una moratoria a la ejecución de hipotecas, para dar tiempo al programa gubernamental de alivio hipotecario. El plazo de suspensión de ejecuciones es breve, termina el 6 y 12 de marzo próximos, dependiendo del banco. En general, se aplicaría a las hipotecas sobre las viviendas que habitan los deudores, con el objetivo de paliar los casos más extremos, evitando de ese modo que miles de ciudadanos queden en la calle. ALEJANDRO JOFRÉ (*) Especial para "Río Negro" (*) Contador público
ALEJANDRO JOFRÉ |
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