Los expertos en conflictos aconsejan, cuando las partes permanecen bloqueadas en sus posiciones, adoptar la "estrategia del helicóptero". Consiste en subir imaginariamente a un helicóptero para analizar el conflicto desde arriba y de esta manera analizar si no existen vías alternativas que permitan desbloquearlo. En el irresuelto y cada vez más enrevesado conflicto en Palestina, algunos expertos -subidos a un helicóptero- sugieren que la solución viable consistiría en reconvertir a Israel en un único Estado laico y democrático, étnicamente neutro, abarcando toda Palestina, donde convivirían judíos y árabes, israelíes y palestinos bajo la fórmula una-persona-un-voto.
Crear un nuevo Israel binacional (judío y palestino) supone habilitar un proceso similar al que permitió crear una Sudáfrica multirracial. Tropezaría, probablemente, con el rechazo de los sionistas de derecha israelí, que reivindican un Estado judío étnicamente puro, y con los más fanáticos islamistas, que aspiran a la derrota de los judíos a manos de los musulmanes. Existirían, naturalmente, preocupaciones legítimas de que la desaparición del carácter específicamente judío del Estado de Israel deje a los judíos vulnerables a la discriminación. Pero la caída del apartheid ha sido también un proceso que se vio precedido por los temores blancos a la venganza de los negros y que luego no se vieron confirmados en la realidad.
Una experta internacional, de nacionalidad sudafricana, Virginia Tilley, ha escrito un profundo y documentado ensayo sobre el conflicto ("Palestina-Israel: un país, un Estado", Editorial Akal) defendiendo la tesis del Estado binacional palestino. El argumento principal de Tilley es que la retirada israelí de Cisjordania, que permitiría la formación de un Estado palestino viable, ya no es imaginable porque la malla de los asentamientos judíos se ha hecho prácticamente inamovible y es una decisión que ningún gobierno israelí tiene ni voluntad ni motivos para abordar.
La presencia de los asentamientos judíos en Cisjordania ha reducido el territorio palestino a un residuo demasiado pequeño para sostener un Estado viable. El "Estado palestino" que está en la mente de los negociadores internacionales desde Oslo, consistiría en unos bantustanes aislados, con un gobierno incapaz de controlar los recursos hídricos o de gestionar su comercio con los países vecinos. Este enclave despiezado sólo daría lugar a una continua inestabilidad y los conflictos entre los vecinos serían constantes.
Por otra parte, la fórmula propugnada por la ultraderecha sionista, consistente en la "transferencia" de los palestinos, es decir el traslado forzoso de la población palestina fuera de Cisjordania -incluyendo los árabes israelíes, un 20% de la población de Israel- no parece que pueda ser una solución políticamente viable. Las Naciones Unidas y los países occidentales han rechazado en otras ocasiones proyectos de conformar Estados étnicamente homogéneos mediante operaciones de limpieza étnica.
La conversión de Israel en un Estado verdaderamente democrático obligaría al cambio radical de las leyes fundamentales de un Estado definido como "judío". En Israel, a diferencia del resto de los países, no se puede adquirir la "nacionalidad israelí" inexistente, puesto que sólo existe la "nacionalidad judía". Para el derecho público israelí es judía una persona nacida de madre judía o que se ha convertido al judaísmo mediante un complicado proceso supervisado por rabinos ortodoxos. Por consiguiente los derechos políticos plenos sólo lo tienen los poseedores de la "nacionalidad judía". Esto hace que los palestinos, como no son judíos, no tengan derecho legal en Israel a impugnar ante los tribunales la expropiación de sus tierras, no puedan comprar tierras, no pueden ampliar el uso del agua, no acceden a los permisos de construcción, ni a las subvenciones escolares o a los servicios culturales estatales.
Naturalmente, si los palestinos de Gaza y Cisjordania adquirieran también el derecho al voto, unidos al millón y medio de árabes-israelíes, constituirían en breve tiempo una mayoría electoral que estaría en condiciones de romper las bases jurídicas del Estado judío. De allí que los sionistas más extremistas, que reclamaban antes el derecho a ocupar la totalidad de Palestina para conformar el Gran Israel y se negaban a aceptar un Estado palestino, hayan virado bruscamente de estrategia y defiendan ahora la existencia de dos Estados.
La conformación de un Estado binacional no es la idea extravagante de algunos intelectuales. Existen grupos palestinos y judíos liberales y de izquierda que parecen inclinarse por esta solución que fue en su momento alentada también por Hannah Ardent y Albert Einstein. Una fórmula que requiere un enorme esfuerzo para liberarse de los obstáculos psicológicos representados por mitos históricos a los que nos referiremos en otra nota. Como señala Virginia Tilley, el principio binacional es la antítesis radical del Muro que hoy se construye en Palestina. "El propósito de éste es separar, aislar, encerrar a los palestinos; pero el Muro encarcela también a los israelíes, convierte a Israel en un gueto".
ALEARDO F. LARÍA
Especial para "Río Negro"
(*) Abogado y periodista.