La disfluencia o tartamudez es un trastorno típico en los chicos, aunque también puede prolongarse hasta la adultez. Estadísticas internacionales muestran que afecta al 1% de los adultos y al 2,5% de los niños de edad preescolar. Saber reconocer los síntomas a tiempo ayuda a la cura definitiva.
La fluidez verbal es un aspecto del habla que permite pasar ágil, suave y fácilmente de un sonido a otro. Cuando esta fluidez se ve interrumpida aparece la disfluencia o tartamudez.
Este trastorno específico del habla se caracteriza por dificultades para avanzar en la secuencia de los movimientos del habla, aun cuando la persona sabe lo que quiere decir. Estas dificultades pueden manifestarse como problemas en la iniciación de sonidos, prolongaciones de los mismos, repeticiones de sílabas, de palabras o frases, reformulaciones, pausas, sonidos o palabras agregadas. En algunos casos estas dificultades van asociadas a anormalidades en la tensión muscular o a movimientos anormales, (cuello, boca y cara pero también en el resto del cuerpo).
Las causas de la tartamudez aún no se conocen con exactitud, aunque existe una importante evidencia que indica que surge de una combinación entre factores constitucionales y ambientales.
Algunos estudios afirman que es probable que intervenga un factor genético y que su manifestación hereditaria confirma su base biológica, íntimamente relacionada con un compromiso cognitivo, lingüístico, emocional y del sistema motor del habla. En general se inicia entre los 2 años y medio y los 4 años aproximadamente, período en el cual se desarrollan el lenguaje y la fluidez verbal; esta última, como parte del desarrollo del habla. Pero existen casos en que la tartamudez se inicia a edades mayores, aunque esto no es lo más frecuente. "Hablamos de factores predisponentes en referencia a los aspectos neurofisiológicos determinados genéticamente", explica la fonoaudióloga Anabella Parente.