Promover las vocaciones artísticas en los hijos desde muy chicos y enorgullecerse de las habilidades de los pequeños en este sentido son actitudes muy comunes en muchas familias de clase media. Distinto es el cantar cuando esa vocación artística sigue un curso ascendente en la adolescencia y en la vida adulta: aquí el discurso más común es "Llegó la hora de sentar cabeza".
Pero eso sí: ningún adulto crea que el fomentar la afición por las artes expresivas en sus niños, en especial el gusto por la música, los librará de tomar partido por "la frialdad de los números", tan vapuleada, a veces con justeza pero muchas otras no tanto. Todo lo contrario.
Para demostrarlo, un nuevo estudio realizado en EE. UU. demostró empíricamente que tomar lecciones de música, tanto en la escuela como fuera de ella, o incluso haber frecuentado conciertos de la mano de los padres o adultos durante la infancia son cosas que mejoran, además, las capacidades para desempeñarse en matemática, junto con la lectura. Hay conexiones entre ambos hemisferios, y el hecho de que cada uno de ellos parezca estar especializado en un tipo de funciones más que en otras no quiere decir que las emociones y la racionalidad humanas sean independientes entre sí. De hecho, hay neurobiólogos que dudan cada vez más de delimitar tan drásticamente las funciones de ambos hemisferios del cerebro.