Lunes 16 de Febrero de 2009 Edicion impresa pag. 29 > Cultura y Espectaculos
Con la mística del jazz

NEUQUÉN (AN).- “Hay dostipos de músicos: el que toca y el que escucha.Yo soy de los que escuchan”. Eduardo Bengolea lleva con naturalidad el oficio del oyente emblemático del jazz y habla de su programa radial “Jazz entre amigos” con el entusiasmo narrativo de un maestro. Mezcla de lector empedernido con narrador dotado con conductor radial, Bengolea es uno de los poco comunicadores activos del panorama jazzero regional. Es el hombre que cada sábado (de 20 a 22) aporta un manual de anécdotas que rodean a los grandes jazzman de la historia. Es el hombre que alimenta la empatía con los oyentes que sintonizan la frecuencia de radio CALF Universidad (FM 103.7), atentos a las novedades que tiene para decir, los comentarios que tiene para hacer, las entrevistas y una selección musical que da gusto escuchar. A diez años consecutivos de la primera emisión de “Jazz entre amigos”, la continuidad en el tiempo parece ser una excelente excusa para retratar el entusiasmo y el conocimiento de este hombre de 67 años por una música que no llena estadios y no tiene hits en la radio. Y en la charla con “Río Negro” parte del relato de Bengolea tiene ese plus maravilloso de relatos que le ponen mística y realismo a la cultura jazzística que profesa cada sábado. “Uno trata de crear el clima. Que la gente sepa qué es lo que estaba pasando, en qué contexto estaba creando esa persona, porque la música está ligada al momento”, dice el conductor y productor. Para él, las historias son importantes porque “el jazzes una conversación entre los músicos y los oyentes tenemos el privilegio de ser partícipes de algo privado, de escuchar lo que se están diciendo. Esa es la esencia del jazz, la improvisación”. Esta opción se manifiesta con algunos comentarios: “Sydney Bechet no sabía música y fue el mejor clarinetista de la historia. Louis Armstrong aprendió música después de ser exitoso. Erroll Garner era un pianista que no sabía música pero improvisando jamás repitió un acorde. Podía estar cuatro horas improvisando pero no repetía un acorde, nunca tocaba lo mismo dos veces igual”. El jazz acompaña a Bengolea desde los nueve años, cuando vivía en un pequeño pueblito de las sierras cordobesas. “Empecé leyendo un libro, ‘Manual de música afroamericana’, de editorial Claridad que era del año ’40. Me impactó, pero claro, no había música,entonces yo leía mucho más de lo que escuchaba. En esa época en la radio sólo se podía es- El conductor aporta anécdotas de grandes como Louis Armstrong.  cuchar folclore o tango. Además estaba prohibida la importación, ero cuando venía alguien de iaje con discos importados¡Ohhhh! era un acontecimiento. Después, cuando se abrió la importación empecé a escuchar mucho más. Entonces, cuando oías, tenías en la memoria 30 ó 40 libros que habías leído y razonado, y decías esto el clarinete, eso otro el saxo, etcétera, podías discernir”, recuerda. La explicación ayuda a entender la pasión jazzera que lo llevó a tener un abultado archivo musical armado “con paciencia y lupa”, a recopilar historias y valerse de la radio para acercar el jazz a contextos populares. “La radio es el mejor canal porque llega a todos lados, a los oyentes con o sin medios”, opina el hombre amante de los spirituals porque, dice, “es la esencia de la cosa: es cuando el jazz comenzó imitando con instrumentos las voces de los cantantes”.

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