Las elecciones parlamentarias israelíes del martes pasado no produjeron muchas sorpresas. Si bien el partido Kadima, liderado por la canciller Tzipi Livni, consiguió un escaño más que el Likud de Benjamín Netanyahu, parecería que éste tiene más posibilidades de formar el próximo gobierno porque podrá contar con el apoyo de los partidos sindicados como "derechistas", que sencillamente no creen en el "proceso de paz" que desde hace años están impulsando los norteamericanos, los europeos y otros integrantes de la llamada comunidad internacional. Es que el "giro hacia la derecha" que según casi todos ha experimentado últimamente la sociedad israelí tuvo muy poco que ver con el manejo de la economía o las políticas sociales, temas que suelen dominar los debates preelectorales en otros países: se debió a la convicción creciente de que dadas las circunstancias Israel no podrá llegar a un acuerdo definitivo con los palestinos y que por lo tanto no tiene más alternativa que resignarse a un sitio que dure hasta que sus enemigos actuales acepten que el "ente sionista" seguirá siendo una realidad permanente con la que les será necesario convivir.

La mayoría de los israelíes se siente incomprendida por quienes dicen compartir su preocupación por la seguridad pero insisten en que para disfrutar de ella su país tendría que hacer concesiones territoriales importantes. El escepticismo israelí puede entenderse. Los esfuerzos de una larga serie de gobiernos por negociar una solución mutuamente satisfactoria del conflicto han fracasado y no hay motivos para creer que la situación así supuesta se vaya a modificar en los próximos años. Por el contrario, el aumento del poder de organizaciones terroristas como Hamas y Hizbollah, respaldadas por Irán, que no ocultan su voluntad de eliminar por completo a Israel, significa que cualquier pacto negociado se desmoronaría en una cuestión de horas. Por lo demás, los israelíes entienden que los objetivos de Al Fatah son en el fondo los mismos que los reivindicados por los islamistas, aunque por razones tácticas sus voceros dicen en público -por lo menos cuando hablan en inglés- que estarían dispuestos a reconocer el derecho de Israel de existir.

Huelga decir que las fuertes críticas al accionar israelí reciente en la Franja de Gaza no ayudaron en absoluto a los partidos que a pesar de todo siguen creyendo en la posibilidad de alcanzar una paz permanente en la región. Al recordarles que en última instancia su destino dependerá de sus propios esfuerzos, ya que ninguna potencia extranjera intervendría para salvar a los judíos en el caso de que su ejército fuera derrotado, los intentos de hacer creer que Israel es una versión contemporánea de la Alemania nazi sólo sirvieron para que cerraran filas, de ahí la recuperación del Likud de Netanyahu y el avance de los nacionalistas de Israel Beitenu, el partido encabezado por Avigdor Lieberman. Como es natural, la pérdida de fe por parte del grueso de los israelíes en el "proceso de paz" ha decepcionado a los norteamericanos y europeos que, conscientes de que sería inútil pedirles más flexibilidad a los islamistas y sabedores de que Al Fatah perdería el poder en la Orilla Occidental de Cisjordania si no fuera por el apoyo israelí, quieren que el Estado Judío anteponga su propia seguridad a la búsqueda de una solución que tal vez sea inalcanzable. Puesto que el nuevo gobierno norteamericano del presidente Barack Obama espera lograr un éxito diplomático en una parte del mundo donde todos sus antecesores fracasaron, es de prever que las presiones en tal sentido se intensifiquen. También lo es que el gobierno israelí, sea del "derechista" Netanyahu o la "centrista" Livni, se resista a hacer concesiones que a su juicio harían que su país fuera todavía más vulnerable. Para Israel, lo que está en juego es su propia supervivencia y la de sus habitantes. Aleccionados por la experiencia, que les ha enseñado que las concesiones precipitadas suelen resultarles contraproducentes, los votantes acaban de optar por la intransigencia, por replegarse a fortaleza Israel hasta que haya cambiado el clima en Medio Oriente -algo que sucedería si cayera el régimen teocrático iraní- lo bastante como para permitirles arriesgarse nuevamente negociando con "socios" que por fin tomen en serio la idea de una paz perdurable.