Sábado 14 de Febrero de 2009 Edicion impresa pag. 42 > Cultura y Espectaculos
El fabulador de historias sigue condenado
A Salman Rushdie hace 20 años lo ronda la muerte. La "fatwa" que lanzó Khomeini está vigente.

Madrid, (dpa).- El fuego se ensañó con más de una librería, y en distintos lugares del mundo hubo protestas multitudinarias, con desmanes y gritos de muerte.

Después de la quema pública de libros, Irán rompió relaciones con el Reino Unido, en los vaivenes de un terremoto político que empezó con la publicación de una novela. Y en Tokio, Hitoshi Igarashi, un docente de literatura de 44 años, fue encontrado apuñalado en el pasillo delante de su oficina en la Universidad de Tsukuba. Era julio de 1991, un poco más de dos años después de la "fatwa", e Igarashi trabajaba en la traducción al japonés de "Los versos satánicos".

El caso de Salman Rushdie y su cuarta novela se ha convertido en un "thriller" político, además de una historia de crimen y persecución. Hace 20 años, el 14 de febrero de 1989, el líder de la Revolución Islámica iraní, el ayatollah Ruhollah Musavi Khomeini pronunció una "fatwa" o condena de muerte contra el autor británico de origen indio, nacido en Bombay en 1947.

El motivo, alegó el religioso, eran las ofensas contenidas en "Los versos satánicos" contra "el Islam, el profeta Mahoma y el Corán".

Desde entonces, la vida de Rushdie cambió radicalmente. Aunque los demás países islámicos condenaron la "fatwa" poco después, Khomeini apuntaló el veredicto con una recompensa de tres millones de dólares por la cabeza del autor y un llamado a los musulmanes en todo el mundo a ejecutar la pena.

Los tribunales religiosos de Irán duplicaron incluso la recompensa en 1991 y en más de una ocasión han señalado que la "fatwa" sólo puede ser cancelada por quien la impuso, Khomeini, muerto el mismo año del veredicto. La condena a muerte es irrevocable.

"No me siento habituado a ella", decía Rushdie en una de las primeras entrevistas de su nueva vida, un año y medio después de la "fatwa". "En este mundo globalizado en que vivimos, no es posible ir al exilio", contaba entonces el autor británico, que creció en una familia musulmana. "Si uno fuera Voltaire, en el siglo XVIII, uno podría elegir vivir cerca a la frontera, para dar un salto si algo que uno escribe no es bien recibido. Pero ésta no es la época de Voltaire".

Su época es la de una "fatwa" oriental a un autor occidental, la de las protestas por las caricaturas de Mahoma en un diario europeo y de los atentados de Al Qaeda contra las Torres Gemelas en los Estados Unidos.

A la pregunta sobre lo que considera los "valores occidentales" citaba un columnista de un diario alemán hace tres años al propio Rushdie, el autor de "Los versos satánicos" contestó alguna vez: "Besos en público, sándwiches de jamón, la discusión abierta, ropa atrevida, cine, música, libertad de pensamiento, belleza, amor". "¡Maravilloso!", terminaba el columnista, regocijado de poder asignar un lugar al autor en la pugna entre Oriente y Occidente.

A las condenas y la indignación de unos, siguió a menudo la celebración de los otros. Premios literarios como el Booker, además de numerosas distinciones por el conjunto de su obra.

En el 2008, Rushdie fue nombrado caballero del Imperio Británico por la reina de Inglaterra, lo que echó leña al fuego de otro grupo radical musulmán: ofrecieron una nueva recompensa, de 150.000 dólares más.

Poco antes de que Igarashi fuera asesinado en Tokio, su traductor al italiano también fue atacado a navajazos en Milán, a lo que sobrevivió con heridas leves, y el editor noruego de Rushdie estuvo a punto de ser víctima de un atentado.

Una de las voces críticas contra Rushdie intentó meter el dedo en la llaga en el que debate que siguió a la "fatwa": "¿Cuál cree que sería la respuesta de los afroamericanos si se burlara usted de Martin Luther King Jr?", le preguntaba un tutor de la Universidad de Harvard al escritor, en un artículo publicado en el "New York Times" algunos días después de la "fatwa", titulado "Salman Rushdie, Blame Yourself" ("Responsabilícese, Salman Rushdie"). "¿O de la comunidad judía si usted exaltara a Hitler? ¿O la angustia de un hindú devoto si le presentara una representación gráfica del degollamiento de una vaca?".

"Yo soy sólo un contador de historias", señalaba Rushdie hace poco en una de sus últimas entrevistas, poco antes del 20 aniversario de su condena a muerte, casi como un intento de zanjar el debate.

"Los versos satánicos" -llamada así en alusión a unos versos supuestamente suprimidos en el Corán- se ha convertido en una novela famosa, aunque pocas veces en reconocimiento a la brillante narrativa de su autor. "Porque él tenía realmente aquel don, de verdad que lo tenía, él era el Hombre de las Mil y una Voces. Si querías saber cómo debía hablar tu botella de ketchup en el anuncio de televisión... él era tu hombre".

El pasaje de la cuarta novela de Rushdie, una historia lúdica sobre dos musulmanes supervivientes de un accidente de avión y convertidos en seres extraños en la ciudad de Londres, podría describir perfectamente a su autor y a su estilo irónico, iconoclasta, procaz. O también una de las frases del primer libro que Rushdie escribió después de la "fatwa", un cuento infantil sobre un fabulador de historias que pierde la facultad de narrar. En él, el personaje central, Harun, le pregunta atribulado a su padre, el narrador: "¿Pero cuál es el punto de contar historias que no son reales?".

"Harun y el mar de historias" fue publicado en 1990, poco después de "Los versos satánicos".

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí