La excelente revista de divulgación científica "Ciencia Hoy" acaba de cumplir sus veinte años y los festeja con un anexo bilingüe titulado "Ciencia sin fronteras" que reseña lo logrado en diversas disciplinas dentro de la cooperación oficial argentino-brasileña en ciencia y tecnología, iniciada en los ´80 (de lo cual es fruto la propia revista por acuerdo con "Ciência Hoje" brasileña) bajo el impulso de la democracia recuperada en los dos países y de los acuerdos Alfonsín-Sarney. De todo el nutrido material que trae queremos detenernos en una nota sobre un sector específico que se titula "Informática: un sueño de capacitación interrumpido" y se refiere a la EBAI (Escuela Argentino-Brasileña de Informática), un programa de similar espíritu que el de la creación hermana de la ESLAI (Escuela Superior Latinoamericana de Informática), otro de los emprendimientos de entonces para el desarrollo conjunto de esta tecnología de vanguardia en ambos países.
Recortamos esa nota por el hecho de que pone el acento en una reunión que se realizó en nuestro país justo hace veintidós años, fue multitudinaria y -es debido recordarlo en este diario- asistió a ella el entonces ministro de Educación Julio Rajneri. Pero, en particular, lo hacemos porque el relato es emotivo, tiene contenido de explicación sobre nuestras frustraciones tecnocientíficas y evoca la imagen de un personaje ejemplar en la historia de la ciencia en el país que fue el gran inspirador del esfuerzo.
El programa EBAI, impulsado por los gobiernos y orientado por las asociaciones profesionales respectivas de cada país, consistía en una amplia serie de cursos periódicos para estudiantes de naciones sudamericanas, la edición de una colección de libros y manuales técnicos, la formación de grupos de investigación y el desarrollo de vínculos entre profesores y cursantes de los países involucrados. Entre 1986 y 1989 se realizaron cuatro reuniones en distintas ciudades de Argentina y Brasil con asistencia de alumnos seleccionados y en gran parte becados. Las escuelas acogieron 2.000 estudiantes que obtuvieron formación y pudieron compartir un ámbito con investigadores que trabajaban temas de frontera. La colección EBAI -60 títulos en portugués y castellano- fue distribuida en los centros de estudios superiores de la región. La primera reunión -para la que se recibieron 1.200 solicitudes de argentinos- se celebró en Campinas con 600 participantes y a partir de sus resultados se editaron 11 libros y se formaron grupos de investigación en áreas como robótica, software, sistemas expertos y microelectrónica.
La segunda EBAI, que se realizó en la ciudad de Tandil y a la cual se sumaron a los estudiantes brasileños y argentinos medio centenar de alumnos de Uruguay, Chile, Perú, Cuba y Bolivia, es comentada emotivamente en la nota que escogimos. Bajo el subtítulo "Escena preliminar" narran sus autores la escena del acto de clausura que tuvo lugar en un caluroso atardecer de febrero de 1987. Relata que una multitud de estudiantes, docentes e investigadores escucharon atentamente y ovacionaron "a un anciano, cuyo rostro bondadoso contradecía el tono enérgico con el que afirmó: ´Como dijera Goethe, la gran rueda de la historia raras veces se detiene: hay que luchar y vencer; ser yunque o martillo. Ya hemos sido mucho tiempo yunques. Queremos ser martillos para modelar nuestro futuro?´". El orador era Manuel Sadosky, quien horas antes había firmado con su par brasileño un "Acuerdo Binacional de Cooperación Científica y Tecnológica en el campo de la Informática" que prometía ser la palanca necesaria de un vigoroso avance de la disciplina en los dos países.
No resultó así. Se dio muy pronto un proceso de deterioro económico en nuestro país, se precipitó la crisis por la deuda externa y la inflación fue rápidamente minando posibilidades. La tercera EBAI en Curitiba y la cuarta en Río Hondo pusieron en evidencia, a pesar de los esfuerzos para bajar costos, un inevitable decaimiento de la actividad académica del proyecto, contrastando la firme voluntad de los actores en fortalecerlo.
En 1989 asumió el gobierno argentino Carlos Menem y se puso en obra una política económica dentro de la que los proyectos de desarrollo tecnológico nacional no tenían cabida. Todo lo planeado cayó en la orfandad política y los equipos se desmembraron. Fueron, dice la nota, desapareciendo por asfixia, sin que nadie decretara su extinción, tanto la escuela comentada como la todavía más trascendente ESLAI. Retrogradamos, según la metáfora goetheana, a la condición de yunques. En Brasil y paralelamente a la aceptación entusiasta del gobierno justicialista de la ideología del "Consenso de Washington", el presidente Fernando Collor de Melo desmontó entre 1990 y 1991 todas las políticas nacionales de informática.
Hasta aquí la reseña de la nota de "Ciencia Hoy" que firman Jorge Aguirre y Raúl Carnota. Nos falta la actualización de la saga de nuestra informática local.
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El 15 de febrero de 2007 el gobierno nacional retomó la iniciativa en el sector anunciando con bombos y platillos la constitución de la Fundación Manuel Sadosky enderezada a que la universidad, la industria y el Estado aúnen sus esfuerzos para un vigoroso desarrollo de la informática. Escribimos entonces en "Clarín" que se trataba de "una conjunción dinámica que trae a la memoria el ´triángulo virtuoso´ que proponía hace cuarenta años Jorge Sábato como estrategia para el desarrollo tecnológico nacional". Entre los densos fundamentos del decreto 121/07 se dice que "resulta imprescindible avanzar en la implementación de un conjunto de políticas específicas destinadas a incorporar, de manera sistemática, conocimientos científicos y tecnológicos en la actividad económica del país, existiendo, en este sentido, un consenso generalizado acerca de que la base científica y tecnológica de la Nación es insuficiente para abordar las crecientes demandas tecnológicas provenientes de los sectores productivos y sociales". El decreto, en función de una multitud de fundamentos, autoriza a los ministerios de Economía y Producción y al de Educación, Ciencia y Tecnología a constituir y solventar la "Fundación Dr. Manuel Sadosky" de Investigación y Desarrollo de las tecnologías de la Información y la Comunicación conjuntamente con una serie de empresas y cámaras, universidades y secretarías.
Ahora, al cumplirse, entre los varios aquí señalados para este mes, el segundo aniversario -¡dos años !- del decreto publicitado en febrero del 2007 en el Salón Blanco de la Casa Rosada, la Fundación Manuel Sadosky no ha acabado aún de cobrar vida. Enmiendas y modificaciones, idas y vueltas burocráticas han impedido que se efectivicen sus propósitos. La firma presidencial que autorice el gasto sigue en el limbo, aunque los propiciadores académicos de su gestión no han descansado y mantienen esperanzas de que la institución que haría justicia con su nombre a un argentino ilustre y marcaría una sólida posibilidad de desarrollo tecnocientífico para el país se convierta en realidad.
HÉCTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía.