El 29 de diciembre abrí una caja de ahorros en la sucursal Neuquén del banco Credicoop. Como al día siguiente viajaba a Bariloche, donde iba a permanecer durante todo el mes de enero, pedí que me enviaran la tarjeta de débito allí. La señorita que me atendió con mucha dedicación puso el código de esa ciudad y me dijo que en una semana retirara mi tarjeta en la sucursal Bariloche de la calle Mitre. El viernes 9 de enero fui. Me asombró la cantidad de gente esperando que había y ver los tres puestos de atención al público vacíos, pero más me asombró, tras 40 minutos de espera, escuchar comentarios de otros que esperaban respecto de la forma irrespetuosa en que se los trataba.

Mientras duró mi espera -casi una hora- observé que esporádicamente aparecían los empleados a atender (dos mujeres y un hombre; este último se retiraba sistemáticamente para hablar por celular) y las señoras gesticulaban con fastidio y ni siquiera respondían al "Buenos días". Llegó mi turno y tras saludar la señora que me atendió -sin quitar los ojos del monitor y con un suspiro- me preguntó: "¿Qué quiere?". Le dije que retirar mi tarjeta. Se fijó, me dijo que no estaba y me informó que las recibían los miércoles y los viernes.

Regresé el miércoles 12: tampoco estaba. Me dijeron que llamara a un 0810 en el que nunca nadie atendió. Regresé el lunes 19 y tras otra hora de espera el empleado (que continuaba atendiendo su celular en vez de al público) me dijo que la tarjeta no estaba. Le pregunté si podía reclamarla a la sucursal Neuquén, a lo que contestó: "No es un asunto nuestro, reclámela usted en Neuquén". Le contesté que me parecía asunto suyo, pero siguió en su negativa; me dio un 0810 y me dijo que hiciera el llamado desde el mismo banco, señalándome un teléfono interno. Tras cientos de intentos, el contestador del teléfono me pidió el número de la tarjeta que, obviamente, no tenía. Después de dos horas dentro del banco, pedí hablar con personal jerárquico. Apareció una de las señoras que atienden al público (a veces) quien, sin sacar la vista de unos sobres que tenía en la mano, me dijo: "Bue, ¿qué pasa?". Le expliqué que nadie atendía el teléfono y le pedí que por favor efectuara ella el reclamo a la sucursal Neuquén. Me contestó que era imposible que nadie atendiera los teléfonos. Entonces le pedí que llamara ella personalmente, lo que hizo luego de mascullar varias palabras inentendibles. Tras 20 minutos alguien la atendió y sin indicarme qué le decían me dio el número de la tarjeta y me dijo que reclamara por el interno. Ya bastante cansada de tanto manoseo y dilataciones, le dije que tenía dinero depositado y que quería manejarlo a mi gusto en algún momento. De mala manera y despectivamente me contestó: "Ah, si querés la plata hacé la fila de las cajas y llevátela". Lógicamente, con la desidia con que atienden, la fila llegaba hasta la puerta. Cabe aclarar que el bendito teléfono interno indica en qué estadio se encuentra el trámite pero no dónde está la tan querida tarjeta y que dónde se encuentra ésta es algo que corresponde dilucidar a los empleados del banco, ya que sólo ellos cuentan con una información somera del sistema. Así fue que, ya cansada, llamé a la sucursal Neuquén y me dijeron que un empleado de Bariloche debía reclamarla a la sucursal en la que se había iniciado el trámite. Con esa llamada se la localiza y se envía, ya que es un asunto interno del banco. Al 30 de enero aún no tenía mi tarjeta.

Me pregunto: ¿por qué un trámite del banco no es un asunto de ellos? ¿Por qué tratan tan groseramente a la gente? ¿No está prohibido hablar por celular en los bancos? ¿No conocen la ley 2817? ¿Por qué ninguno se identifica? ¿Me darán mi tarjeta en Neuquén o tampoco será un asunto de ellos?

Nora González, DNI 92.528.777 - Neuquén