| A diferencia de George W. Bush, el que nunca tomó demasiado en serio las advertencias apocalípticas de quienes dicen creer que el mundo está calentándose tan rápidamente que corre peligro la supervivencia del género humano, Barack Obama se afirma muy preocupado por el tema. Según el presidente norteamericano, el cambio climático constituye una amenaza a "la seguridad de Estados Unidos" y por lo tanto está resuelto a luchar contra él reduciendo drásticamente las emisiones de gases carbónicos que, según los activistas, son responsables del fenómeno que denuncian. Aunque tal actitud le ha granjeado el aplauso de los convencidos de que nuestra civilización industrial, mejor dicho, "el capitalismo", está destruyendo el planeta y que a menos que nos arrepintamos el futuro será atroz, las circunstancias actuales distan de ser apropiadas para la clase de medidas que según parece Obama quisiera impulsar. Como señalaron los críticos del Protocolo de Kyoto, el que fue repudiado por los legisladores estadounidenses antes de que Bush se negara a firmarlo, intentar ponerlo en práctica costaría una cantidad astronómica de dinero. Por lo demás, existen muchos motivos para creer que las advertencias que se inspiran en modelos computarizados que han formulado algunos climatólogos, con el respaldo entusiasta del ex vicepresidente norteamericano Al Gore y el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, son exageradas, ya que parecería que desde hace aproximadamente ocho años la temperatura promedio mundial no está aumentando sino que, por el contrario, ha bajado de manera significante. Asimismo, es discutible la teoría de que las actividades humanas son capaces de producir grandes cambios climáticos. Por supuesto que es posible que incidan, pero sucede que desde hace millones de años, bien antes de la llegada del capitalismo, períodos calurosos alternan con otros fríos y no hay motivos para suponer que los cambios recientes hayan sido extraordinarios. De todos modos, por su compromiso personal con la tesis de que el hombre está detrás del supuesto calentamiento global y que, a menos que modifique drásticamente su conducta, las consecuencias serán terribles, el presidente de Estados Unidos se asevera dispuesto a adoptar medidas destinadas a asegurar el "desarrollo sustentable", de ahí la virtual orden a las empresas automovilísticas que están al borde de la bancarrota a emplear el dinero que les ha prestado el gobierno para diseñar y construir vehículos que consuman menos combustible. En las semanas anteriores a las elecciones de noviembre pasado, la política así supuesta disfrutaba de cierta popularidad porque el precio del petróleo estaba por las nubes, pero desde entonces ha caído abruptamente, con el resultado de que los norteamericanos no se sienten tan preocupados por el costo de la nafta. Con todo, aunque los argumentos económicos y ecológicos en favor de vehículos que necesitan menos combustible han perdido contundencia, los estratégicos siguen siendo convincentes, ya que desde el punto de vista de los estadounidenses sería muy peligroso seguir dependiendo demasiado de la buena voluntad de los líderes de los países del Medio Oriente y de Venezuela. Como Obama dijo hace poco: "Estados Unidos no será rehén de recursos cada vez más limitados, de regímenes hostiles y del calentamiento del planeta". Además de presionar a las empresas automotrices para que hagan su aporte a "la lucha contra el calentamiento global", Obama ha incluido en los "planes de estímulo" colosales -de muchos miles de millones de dólares, que está por poner en marcha- programas costosos que, espera, servirán para que se usen más fuentes de energía renovables como el viento. Dicha decisión ha sido festejada por quienes creen que Estados Unidos es un "criminal ecológico" cuyas industrias están contaminando el mundo entero, pero en medio de una crisis económica alarmante los costos que supongan podrían ser tan elevados que, lejos de "salvar el planeta", sólo aseguren que la recesión en su propio país y en Europa se profundice mucho más y que como consecuencia centenares de millones de personas en el Tercer Mundo pierdan otra lucha, la que presuntamente está librándose contra la pobreza, una lacra que plantea un desafío más urgente que el supuesto por el hipotético calentamiento global. | |