Con dos problemas repetitivos en desarrollo -disputa salarial en época de zozobra laboral internacional y flagelo de inseguridad al que contribuye, según se comprobó en la provincia de Buenos Aires, la propia policía-, Néstor Kirchner ya recibió a decenas de dirigentes peronistas en la residencia de Olivos, donde habita con su esposa, la presidenta.
Desfilaron, entre otros, Daniel Scioli (Buenos Aires), Jorge Capitanich (Chaco), Carlos Reutemann (Santa Fe), Juan Schiaretti (Córdoba), Mario Das Neves (Chubut), Alberto Fernández (Capital Federal), José Luis Gioja (San Juan), Celso Jaque (Mendoza), Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Miguel Pichetto (Río Negro).
"No habrá en octubre un plebiscito nacional sobre la gestión de Cristina Fernández", declaró en Salta el joven gobernador Juan Manuel Urtubey, dando una pista sobre el tono de la campaña electoral que intentará instalar el oficialismo K para amortiguar el desgaste sufrido tras la pelea con el sector agropecuario.
En ciernes de una nueva etapa -no necesariamente pos-kirchnerista, todavía-, esos caciques dibujaron una impronta provincial que, por un lado, les serviría a ellos (o no) como trampolín hacia emprendimientos futuros y, por el otro, garantizaría la gobernabilidad al matrimonio hasta 2011.
Los "contribuyentes" de votos en esos distritos, con más o menos fuerza, se arrogan el derecho de digitar los candidatos a diputados y senadores. Es que, esta vez, aspiran a neutralizar la influencia del jefe del PJ, tan determinante en los turnos de 2005 y 2007, que la dispersa oposición y los hoy peronistas disidentes llegaron a calificar de "escribanía" del Ejecutivo al Parlamento.
Según lo que trascendió, estos potenciales miembros de una liga peronista del interior, siempre necesitados de "fondos frescos", le hicieron saber a Kirchner (quien sobrevivirá si pasa airoso, no la prueba de Santa Cruz, sino la de Buenos Aires), que están dispuestos a recobrar autonomía y marcar diferencias con el poder central.
"Hay que escuchar más y encontrar nuevas soluciones para la gente del campo. Incluso, hacer correcciones en materia de retenciones a las exportaciones de soja. Es inevitable: si no queremos sucumbir, hay que abrirse y dialogar", planteó uno de los visitantes, preocupado sobre todo por el mantenimiento de los empleos, ante la ola de despidos anunciados por las principales empresas de Estados Unidos y Europa.
Kirchner se rindió ante la realidad. Aunque, como se señaló desde esta misma columna, la semana pasada, no aceptó el consejo de Alberto Fernández, de explorar una reconciliación con Eduardo Duhalde, ni mucho menos perdonar al "traidor" Felipe Solá. Éste transita por un período de hermandad con el empresario y diputado Francisco de Narváez, bajo la tutela del "cabezón", para procurar tirar abajo la estantería K en el distrito de mayor caudal electoral.
"Hay que actuar con independencia y coherencia", recitó el chaqueño Capitanich, un ahijado sucesivo de Duhalde y Kirchner, que recompone rápido sus relaciones con el campo, ayudado por "la caja" cuya llave guarda celosamente el patagónico.
Después de desistir reformar la Constitución de Chubut para poder reelegirse, y rechazar una candidatura a senador, Das Neves ratificó que no se baja de la candidatura presidencial de 2011. Se arrogó, como secretario partidario, la tarea de coordinar la campaña del PJ, pese a que lo descalifican varios de sus competidores, entre ellos Urtubey, Capitanich y Reutemann.
"Que el Lole se ocupe de Santa Fe. Allí la cosa le viene muy complicada con (Hermes) Binner", retrucaron confiados voceros de Das Neves desde Rawson.
Conforme porque gobernadores y jefes peronistas provinciales prometieron no sacar los pies del plato, Kirchner se resignó a no usar la lapicera para nominar a incondicionales. Recibió una encuesta de Doris Capurro que, en conjunto, le da al PJ un 30 por ciento, contra un 27 por ciento de la oposición. Claro que el universo de indecisos es hoy del 40 por ciento.
Las energías del pingüino están volcadas en la provincia de Buenos Aires, donde el jefe de gabinete, Sergio Massa, estaría recogiendo un 40 por ciento de nivel de aceptación. No lo quiere, pero lo necesita. Eso explicaría los furibundos ataques de Luis D´ Elía al joven funcionario, luego de que reprendiera a María José Lubertino, del INADI, por haber dicho que "a Israel se le vino este conflicto encima por violar derechos internacionales".
En el difícil distrito bonaerense, Scioli se quejó por la falta de apoyo de la Rosada para luchar contra "la maldita policía" y por los salvatajes inorgánicos a productores que hace el secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Kirchner consiguió apaciguarlo a duras penas y le pidió que su hermano José nutra la lista de candidatos a diputados, no por su carisma, sino por portador de un apellido que arrastra votos.
ARNALDO PAGANETTI
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