Se cumplen diez años del Neuquén Cultural, el programa de la municipalidad de Neuquén que todos los veranos lleva a la calle música, teatro, danza y otras actividades gratuitas.

"Río Negro" habló con su inspirador, el secretario de Cultura de la comuna, Oscar Smoljan, quien al esbozar un balance del ciclo sostuvo que se trata de "una política de Estado" que en una década "ha logrado poner en la agenda política la cultura".

-¿Cómo surgió esto de llevar la cultura a la calle?

-El Neuquén Cultural nació en diciembre del ´99, cuando trajimos a Víctor Heredia, y fue una de las propuestas para recuperar el espacio público, porque veníamos de la tragedia del joven (José) Corzo, que fue asesinado durante un recital de León Gieco en el Parque Central, de manera que había una desmovilización y no había eventos de carácter popular. En el mundo contemporáneo una de las consecuencias más perversas del sistema es el individualismo; la gente está aislada y cuando no hay un proyecto común ni motivos para integrarse el hombre es más débil. A nosotros nos pareció que había que recuperar la ocupación del espacio y la integración de los vecinos a través de hechos culturales, que son una herramienta de conformación de un pensamiento social basado en la solidaridad, en la igualdad de posibilidades, en jerarquizar la conciencia colectiva y la de cada uno. A 10 años, el Neuquén Cultural es el único proyecto de estas características que se sostiene en el país, porque toda la gestión cultural, que para nosotros es una política de Estado, se fue consolidando y es aceptada por el conjunto de la sociedad. Con ella superamos la crisis del 2001, cinco presidentes y también esta última crisis. Un ejemplo es la calle Godoy. Nosotros hace muchos años que con el carromato y con distintos escenarios llegábamos allí, y el año pasado instalamos la calle Godoy como uno de los lugares centrales del Neuquén Cultural. En Godoy se montan los domingos escenarios y hay una actividad que estimula la participación de artistas del oeste, algo que contribuye a integrar al vecino y sobre todo permite crear una zona donde la inseguridad está acotada. Una ciudad que está ocupada y poblada es menos vulnerable para los inadaptados, para aquellos que necesitan del anonimato para actuar. Hay otros a los que les interesa venir al centro. Hay muchos que no lo conocen, eso yo lo comprobé con el museo, donde empecé a ver muchos chicos que venían con las escuelas por primera vez al centro. Ni hablar de los del interior. De manera que tenemos el oeste, que ya se consolidó como lugar, y el río, al que vamos hace muchos años pero al que ahora incorporamos un día más: jueves, viernes, sábado y domingo estamos en (los balnearios) Río Grande y Gatica. Esto significa cambiar la imagen que teníamos de la ciudad: no seguir de espaldas al río sino incorporarlo a la vida cultural y estar presentes con eventos en los lugares donde está la concentración natural de gente. Y el otro lugar que tenemos es el centro, que a través de estos años fue desarrollando actividades, algunas a la gorra y otras como la Feria de los Artesanos. Nosotros, algunos escenarios como los de rock y blues, los trasladamos a otros lugares, descomprimimos un poco el centro y horizontalizamos el Neuquén Cultural. Se trata de una política de Estado, venga quien venga a la ciudad. A través del Neuquén Cultural se recupera el miniturismo de la zona y se provoca también que localidades cercanas como Cipolletti y otras vayan haciendo su propio ciclo cultural.

-Cultura ha ido creciendo en Neuquén...

-Lo que se logró hace 10 años es poner en la agenda política la cultura. Ésta era una dirección; cuando asumimos en el ´99 la transformamos en una subsecretaría, ahora es una secretaría. Empezamos con el 0,7% del presupuesto total del municipio y ahora estamos como en el 4%, lo que habla de una suma generosa destinada a instituciones, a infraestructura, a lo que en mi modo de ver es la transformación.

-¿Eso incluye el Museo de Bellas Artes?

-La otra cuestión que nos planteamos al comienzo era vencer una resistencia histórica que consiste en considerar que la Capital es la reina de la Argentina, el patrimonio nacional está ubicado ahí y nosotros somos de segunda, no podemos trasladar nada. El museo significó descentralizar el patrocinio cultural; a partir de ese momento Neuquén rompió una tradición de más de 100 años en los que no hubo ninguna sede alternativa. Se construyó un edificio que fue el mejor negocio que hizo el municipio, porque con ese edificio hicimos un convenio con Nación y trajimos más de 200 millones de euros en obras de arte del patrimonio nacional. Por otro lado, los artistas -en actos muy generosos como los de León Ferrari, de Tomasello, de Raúl Loza- con sus donaciones de obras ya aportaron al patrimonio del museo más de lo que costó construir el edificio. Entonces, ese discurso conservador de que esto era un gasto es equivocado, hay que entenderlo como una inversión que es la más redituable. Además, cuando se analiza la tasa de generación de empleo por unidad económica invertida, en turismo y en cultura es del doble de la industria tradicional. Con el avance tecnológico la industria tradicional requiere cada vez menos mano de obra y estas dos actividades requieren cada vez más.

-Algunos dicen que habría que cobrar?

-No, no, no. Ése es un discurso muy conservador, muy reaccionario, porque aun los sectores más conservadores internacionalmente, como pueden ser los ingleses, han decidido la gratuidad de los museos porque recuperan la plata a través del turismo que se genera. Estas instituciones, en lugares como Londres o París han superado el fenómeno museológico de los últimos treinta años. Algo que tiene que ver con que el turista nuevo necesita incorporar conocimiento. En Londres esto genera más que el fútbol y que la industria del cine. En el caso de Neuquén, era la posibilidad de que la gente conociera a Rembrandt, a Goya, a Picasso, a Juan Gris... ahora está Luis Felipe Noé, que es el artista seleccionado en Venecia. Pero no se trata solamente de la pintura, no es una cuestión simplificable, temática: es la posibilidad de un lenguaje donde está presente la cuestión estética y está presente el discurso, porque cuando viene Noé y habla del caos está planteando un problema que nos interesa a todos. Lo mismo es cuando hablamos de danza contemporánea. Nuestra escuela de danza es un orgullo, es la otra política de Estado que concretamos, porque tiene ya tres promociones recibidas de gente que está trabajando y porque el supervisor es Oscar Araiz, del Teatro Colón. De manera que la cultura es la gran herramienta que tiene la sociedad para igualar socialmente. Igualar económicamente es muy difícil, pero lo que hay que dar son los instrumentos, volver a lo que fue alguna vez este país con la escuela primaria, el guardapolvo blanco que igualaba a todos. Nosotros, durante estos diez años, trabajamos por eso.

HÉCTOR MAURIÑO

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