Las cosas son sencillamente lo que son. Cada cual saca sus conclusiones. Casualidad o no, recuperada de la lipotimia que la obligó a postergar una semana el programa de actividades oficiales, la visita de Cristina Fernández de Kirchner a Cuba (y la subsiguiente escala en la Venezuela del antiimperialista Hugo Chávez) coincidió con el histórico relevo de mando en los Estados Unidos. Y con el ascenso de Barack Hussein Obama, esperanzador hasta para Fidel Castro, según lo hizo saber éste a un mundo, en proceso de ebullición y veloz cambio, a través de la presidenta de la Argentina.
De intrascendente e inoportuno llegó a calificar el viaje, antes de la partida y en la mayor de las reservas, un empinado funcionario. Aunque luego, con los hechos sobre la mesa, reconoció haberse equivocado, por el sorpresivo "regalo fotográfico y escrito" que Fidel le hizo a Cristina para informar sobre su incierto estado de salud y, de alguna manera, abrir el puño al mandatario de la superpotencia que hace medio siglo tendió un embargo económico sobre la revolucionaria isla, que viró al comunismo en plena Guerra Fría.
La toma del barbado personaje vestido con un jogging oscuro y la dama de rojo ganó las tapas de los principales medios internacionales. Dirigentes peronistas refractarios a la izquierda y que no ven ningún peligro de "contagio", sostienen que Cristina, en sintonía con mandatarios como Lula, Bachelet y Tabaré Vázquez, fue a reivindicar el papel de Latinoamérica y a buscar la integración de regímenes como los de Cuba y Venezuela.
Más allá de las operaciones comerciales y los acuerdos, en medio de un show mediático en Caracas, hubo un reforzamiento de vínculos. Cristina destacó la ayuda crediticia que dio Chávez a la Argentina en el 2003, luego del default declarado con bombos y platillos por Adolfo Rodríguez Saá. Y se llevó la promesa de que Venezuela pagará al grupo argentino Techint por la expropiación de la siderúrgica Sidor, lo que a su vez garantizará más de un millar de puestos de trabajo en la planta Siderar que el empresario Paolo Rocca posee en la localidad de San Nicolás, en la provincia de Buenos Aires.
Ratificados los lazos de solidaridad para no dejar tan aislados a los regímenes castrista y chavista, Cristina se llamó a silencio sobre el caso de la médica disidente Hilda Molina, quien demanda poder trasladarse a Buenos Aires para reencontrarse con su familia. Hubo gestiones, sí, pero fueron subterráneas, para no molestar a Fidel, cerrado a debatir un tema que para él es de gran complejidad. Su hermano, el presidente Raúl Castro, habría hecho alguna concesión: los resultados deberían verse en los próximos meses.
Quizá haya novedades en marzo o abril, cuando empiecen a encenderse los motores para las elecciones de octubre.
Con la oposición anti-K enredada, Kirchner tomó conciencia de que no es hora de ladrar sino de dialogar y hacer concesiones. "Un esquema tan cerrado como el aplicado durante la pelea con el campo no ayuda en nada a la presidenta. Se viene una etapa -anticipó a este diario un ´cristino´- en la que tomarán vuelo gobernadores, intendentes y legisladores".
Como Antón Pirulero, cada cual atiende su juego. Kirchner alentó a los radicales que quieren constituir el Partido de la Concertación, un modelo moribundo tras la deserción del vicepresidente Julio Cobos, cuyos movimientos también habrá que observar con detenimiento. Nace escuálido este núcleo por la falta de pronunciamientos explícitos de los mandatarios que se quedaron en el redil K: Miguel Saiz, de Río Negro, y Gerardo Zamora, de Santiago del Estero. Carlos Reutemann y Daniel Scioli fueron colocados por Kirchner en la categoría de "tercer hombre", lo que permitió desbaratar planes de Eduardo Duhalde, Felipe Solá y Alberto Rodríguez Saá.
Y la semana pasada, a pesar de la rabieta que le produjo el "sincericidio" y en su carácter de jefe del PJ, el santacruceño convocó a Olivos al chubutense Mario Das Neves, lanzado hacia el 2011, con loas hacia algunos aspectos de la gestión K y con críticas "constructivas" puntuales. Das Neves pretende ejercer un liderazgo interno y promover el disenso racional.
Pero Kirchner no se priva de nada. También llamó a uno de los adversarios más enconados de Das Neves, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández. Raleado por Cristina, Alberto está muy activo. Conversa con todos. Y es escuchado. Dice que hay que abrirse y rearmar un proyecto abarcador y democrático. "En la pelea con el campo dividimos a la sociedad. Hoy es difícil entender lo de blanco y negro. Hay que posibilitar algo superador".
No terminó en buenos términos la reunión, porque Alberto pidió libertad de acción y aconsejó promover la vuelta de Felipe Solá. "Primero que pida perdón y regrese mansito al bloque", se indignó Kirchner. "No estás en condiciones de seguir humillando a los pocos progresistas que te van quedando", replicó Fernández
En otro momento, Kirch-ner se quejó por los ataques sufridos por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, en Santa Fe. "No me nombres a esa persona -retrucó Alberto-, que es el más ineficiente de este gobierno. Gastó millones de pesos en planes que no sirvieron para nada".
Y Kirchner, empeñado en sumar al tun tun, repartiendo obras a troche y moche, al comunicar que no será candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires le dio aire a algunos ex transversales que supieron coquetear con él y hoy están un tanto desilusionados. Es el caso del intendente de Morón, Martín Sabbatella, quien montado en su buena gestión irá detrás de votos de centroizquierda.
ARNALDO PAGANETTI
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