NEUQUÉN (AN).- "Era un muy buen muchacho, no tan bueno como jugador que como profesor. Pero vaya virtud, la mejor de un instructor, que es la de saber transmitir conocimientos y particularmente a los chicos, que era su caso", dijo Rubén Rivero, en el subsuelo del CEF Nº 1, donde Mario Palacios comenzó a enamorarse de este deporte.
Un deporte que le permitió visitar China, Taiwán, Egipto y hacer lo que siempre había soñado: vivir de enseñar tenis.
"Después de estar acá tuvo una escuelita de tenis de mesa en el gimnasio del barrio Gregorio Alvarez y después, con la ayuda de un contador, alquiló un local en la calle Comahue y ahí enseñaba el deporte. A mi me invitó a participar de esa ´aventura´, porque tuvimos que hacer hasta de albañiles para arreglar el local. Pero no pudo mantenerlo, iban muchos a jugar, pero no pagaban?", agregó Rivero.
El viaje de Palacios a México estuvo precedido de otro a Chile, donde tal vez se entusiasmó y comenzó a diseñar su proyecto de irse del país. La ayuda se la dio su primo Roberto Depietris quien lo convocó al país azteca.
"Después que se fue a México no lo volví a ver. Y eso que en uno de esos viajes a Neuquén para ver a su familia me invitó a que me fuera con él. Yo no pude, pero tuvo el gesto de invitarme, porque ya estaba afianzado en ese país", señaló Rivero.
Comentó que, como siempre se dijo, todo el conocimiento que tuvo del hecho fue que se trató de un asalto. "Y creo que no pudo ser otra cosa, porque Mario era una excelente persona. Se que cuando venía a Neuquén, por unos pocos días, ayudaba mucho a su familia, a sus padres. Precisamente, se dijo que su papá falleció poco después por el sufrimiento que le provocó ese hecho. Nunca pudo aceptar la muerte de su hijo", señaló.
"Mario había nacido para ser instructor de tenis de mesa. Vivía para y por el tenis de mesa. Y a esa pasión le agregó una voluntad de oro. Esa voluntad fue sin duda la que lo llevó a irse del país, lo que en ese momento era una verdadera aventura".