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EN CLAVE DE Y: Amigos de bicicleta | ||
Usualmente, mientras hago mi hora de bicicleta fija en la cocina, miro televisión, mejor dicho, hago zapping, lo cual convierte al control remoto en mi mejor amigo. Entre esto y lo otro pasa el tiempo y yo cumplo con un ineludible deber para conmigo. Esto, cuando estoy en mi casa. Ahora estoy en Trelew, y en la casa de mi hermano Pancho hay bicicleta fija pero lo que no hay es televisión en el mismo lugar, de modo que me busqué un libro, cualquiera, y partí al ejercicio. Resultó ser "Argentinos" de Jorge Lanata, y siguiendo con el estilo casual, leí la historia verdadera, si tal cosa es posible (me refiero a una historia "verdadera"), de nuestro himno nacional aquí hago una pequeña digresión: no me gusta nuestro himno. La letra me parece pomposa, petulante, retorcida y no me diga de la época porque para entonces ya había varias maravillas reflejando otros tiempos. La música también me parece mediocre y a veces digiero la versión roquera. A veces. A las pruebas me remito: no suscita el menor entusiasmo. En cambio, el himno norteamericano o "La internacional"? ¡uau! Voto por la marcha de San Lorenzo, considerada una de las cinco mejores del mundo. Dicho lo cual, y demostrando que el azar gobierna nuestra vida, hizo su aparición mi sobrino Marcos, un adolescente maravilloso e imaginativo que ha cometido el terrible delito de llevarse varias materias a marzo y acababa de levantarse para esperar a su profesora de Lengua. No es mi tarea, puesto que estoy aquí para ayudarlo en Geografía, pero algún duende me hizo pedirle el libro que obligatoriamente debe leer y desmenuzar. Que resultó ser "El vizconde demediado" de don Ítalo Calvino. ¡Qué maravilla! Estoy fascinada con el vizconde Medardo, el cual en una batalla perdió la mitad del cuerpo, y, remendado como se pudo, vuelve a sus pagos, con la mitad -la mala- en funcionamiento, y se dedica a cortar por lo sano -literalmente- todo lo que encuentra. Que es mucho. Estoy fascinada también por el estilo de Calvino, que es como un exocet: no hay nada que te prepare para el horror, la asquerosidad, o el humor, salvo las propias palabras. No hay cursivas, no hay comillas, no hay signos de admiración. Usted lee y cuando termina el párrafo estalla el significado y es fascinante el proceso, la historia, todo. Se hermana en esta característica con mi admirado Ignatius, el personaje de John Kennedy Toole, sujeto obeso, sucio, flatulento, rebelde y ególatra, todas características en grado cuasigrotesco. Y las cosas transcurren así, casi casualmente y usted no puede parar de reírse. Y hago otra digresión: se debería leer sin pasar por el prólogo. Estoy convencida de que el prólogo condiciona, le quita esa mirada nueva que tiene cualquier obra de arte, como cuando vas a un museo y a la entrada te dan un folleto con el autor, lo que hizo, lo que quiso hacer y lo que debió hacer. Lamentablemente, leí el prólogo de "Demediado" y también el de "La conjura de los necios" que tal se llama el de Kennedy. Sé que prologar tiene que ver con el autor, con la época, y también con buscarse alguien prestigioso que dé fe del producto. Bueno, Lanata no encontró a nadie a su medida -dicho sin ninguna ironía- así que hace su propio prólogo. Volviendo al vizconde Medardo, debo decirle que junto con Ignatius, queda oficialmente incorporado a mi galería de amigos entrañables, de ésos que quiero tener cerca. En realidad, y para serle completamente honesta, no sé si toleraría sus presencias físicas más de medio segundo, porque son fascinantemente insoportables. Es más, creo que ellos no podrían convivir. ¿Y qué importa? Sus vidas están esperándome entre dos tapas, puedo sumergirme en ellas cuando quiera? aunque cuando vuelva a mi casa la televisión domine mi hora de bicicleta. Ya son mis amigos.
MARÍA EMILIA SALTO | ||
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