Ghassan al Adham camina resignado por el terreno yermo a las afueras de Beit Lahia, en el norte de la Franja de Gaza. "Estos eran mis campos de fresas", dice y hace un gesto amplio con la mano. Los tanques israelíes los destruyeron durante la ofensiva que terminó el domingo pasado. En total perdió siete vacas, tres novillos, un burro y varias cabras. No son los únicos daños que sufrió este padre de seis hijos de 38 años. Su casa fue alcanzada por granadas y se incendió en parte.
En el barrio de Maruf en Beit Lahia no hay casi ninguna casa entera. Por todas partes hay restos de coches quemados. También una sencilla mezquita con techo de zinc fue alcanzada con un misil. En medio del desolador paisaje se ven mujeres que lavan los platos al aire libre. Sacan el agua de bidones marrones que tienen una llave y que cuestan unos diez dólares.
El Ejército israelí afirmó que había atacado sus objetivos con "exactitud quirúrgica". Pero los habitantes de Beit Lahia y Al Atatrah aseguran que la destrucción de sus formas de sustento los hará retroceder décadas.