No será mañana. Saiz volverá el miércoles o el jueves. Se toma más tiempo. Su retorno a Río Negro reproduce condiciones impropias para el mundo del gobernador. Una escena plagada de conflictos y ávida de respuestas.
¿Sostendrá su estilo fugitivo o impondrá alguna reacción? Esa incógnita es algo más que un dilema personal.
El gobernador está resuelto a cambios en su gabinete. Distingue las imposiciones institucionales y las políticas. Su mayor escollo es su personalidad. Le falta resolución. Captura cualquier intriga y la torna en un juicio definitivo para conservar su estado de duda.
Mezcla lo principal con lo accesorio.
Saiz -aun su afecto personal- había decidido reemplazar a Alfredo Pega en Familia. Tiene o tuvo su reemplazante. Se entrevistó y le ofreció esa cartera a la ex legisladora Delia Dieterle. Sellaron las condiciones. La reserva exigida por el gobernador no fue tan rigurosa y, días después, la información llegó al periodismo. Fue terminante para Saiz y paralizó esa expedición.
Será Dieterle u otra, pero Familia -como ministerio o secretaría- tendrá su alteración. El gobernador tampoco quiere para Pega un relevo que apiñe todos los yerros. Tendrá compañía en el destierro del poder.
El estado de asamblea permanente jamás es bueno. El oficialismo descendió -en forma anárquica- a ese terreno y Saiz sigue indiferente. No comprende bien qué ocurre.
Las críticas y las culpas lo impactan directamente. Antes de irse, el gobernador afrontó durísimas reflexiones de César Barbeito, viejo e íntimo colaborador. Aparecen más cerca o más lejos, pero ambos abrigan una sólida relación. Saiz valora las lealtades iniciales y Barbeito integró esa reducida lista de quienes en el 2003 lo acompañaron en la campaña donde reinaba el poder veranista.
Saiz lo conoce. Barbeito habla poco y obedece mucho. Igual, hoy traduce como nadie la práctica del gobernador y lo aprovecha.
Barbeito creyó que era la ocasión. La fuga del poder será atómica si no hay oxigenación y no hay renuncias, le expresó. Lanzó verbalmente su deserción de Educación y se ofreció para similar trámite ante sus pares.
Esa ofrenda no es menor. Saiz nunca requirió dimisiones. En el 2004, Barbeito -en Coordinación- asumió esa tarea con los ministros desplazados Oscar Idoeta y José Ruiz Rodríguez. Incluso, en el caso de Francisco Busso, de Salud, ese ingrato rol recayó en el secretario privado Daniel López.
El mandatario registró aquel pensamiento de Barbeito. El ministro imagina su reestructuración. ¿Puede ser el sucesor de José Rodríguez en Gobierno? Posiblemente. El conductor de Educación diseña correcciones en Gobierno. La Jefatura policial es un desvelo y Víctor Cufré acopia razones para ser destronado. El uniformado desprecia a su jefe político inmediato: el ministro Rodríguez. Omite esa autoridad. El último hecho: trasladó al comisario Félix Pérez, a cargo de Tránsito de la Delegación Viedma. Este oficial arraigó una relación técnica con el equipo de Gobierno en la confección de un proyecto de seguridad vial para la provincia. Ni la mediación ministerial alcanzó para evitar su traslado a Bariloche.
Rodríguez es el sustancial damnificado de la conducta de Saiz. Creyó que sumaría poder, pese a las sospechas gubernamentales y rodeado por funcionarios extraños. Hoy no pudo retener a un comisario y en diciembre no consiguió echar a un director general. El mandamás del área de Comisiones de Fomento, Carlos González, resiste y mantiene ese curioso rango de pasividad en su cargo después de la denuncia por el pago de un salón comunitario en Cona Niyeu que no se había construido. Saiz vacila en desplazarlo por decreto.
Rodríguez abandonó cualquier ímpetu para despedir a González cuando recordó el antecedente de Verani con su secretario de Obras Públicas, Osvaldo Mildenberger. El ministro de Hacienda desplazó a parte del equipo de Mildenberger, que bien comprendió que le sugerían su partida. Presentó la renuncia, pero Saiz desautorizó al ministro y lo confirmó. A seis meses, Verani y Mildenberger conviven en la misma cartera y no se hablan.
Así, el gobierno se permite las peores contradicciones.
Esa condición se reubica en Dina Huapi, que tendrá su primera elección municipal el 26 de abril.
Dina Huapi aún es una Comisión de Fomento y Hugo Cobarrubia es su comisionado, un delegado elegido por el gobernador. Pero, Cobarrubia participará de la elección por el Partido Vecinal Cipoleño, que fundó y lidera el cuestionado González, es decir, su (o ex) jefe del área provincial.
El radicalismo tendrá su candidato. Con el manejo y aporte estatal de la Comisión, Cobarrubia confrontará a ese postulante de la UCR. ¿Cuál será el oficialismo? Flamantes dilemas y el gobernador repitió su tradicional receta: "No hay que meterse", transmitió. Esa conclusión logró pocos defensores porque detectan que la cesión de la iniciativa de Saiz ya no ofrece réditos.
A esas disyuntivas internas se le suman aquellas privativas de la faena gubernamental.
El conflicto frutícola siempre acorrala al gobierno. Por ahora, Saiz habló con el jefe de Gabinete, Sergio Massa y logró que Trabajo de Nación dictara la conciliación obligatoria. Este embrollo gremial después dará paso a la pulseada de productores y empresarios por el precio de la manzana. El gobierno -con los ministros Rodríguez y Juan Accatino- intenta canales de diálogo.
La Unter también apremiará desde febrero con su reclamo y la gestión provincial emerge inerte de opciones negociadoras. Esa trillada historia de cada primer trimestre.
Los nuevos conflictos se acumulan a los viejos, el gobierno persiste en su vacío de convicciones y soluciones. ¿El regreso vacacional de Saiz ofrecerá otra etapa? Difícil. La respuesta se detectará en las primeras semanas de su reaparición.
ADRIÁN PECOLLO
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