Martes 20 de Enero de 2009 18 > Carta de Lectores
El mundo y Obama

Barack Obama se enfrenta a dos desafíos mayúsculos. Además de tratar de mantenerse a la altura de las expectativas exageradamente elevadas no sólo de sus propios compatriotas sino también de millones de personas en otros países que festejaron su triunfo como si a su juicio significara un punto de inflexión en la historia del mundo, tendrá que hacer frente a la multitud de crisis políticas y económicas entrelazadas que se agravaron en la fase final de la gestión del presidente George W. Bush. Si sólo fuera cuestión de corregir los errores cometidos por Bush, la tarea frente a Obama sería menos imponente, pero entiende que no es así. Poco antes de la tan esperada asunción, Obama dijo creer que Bush era "un buen hombre" que tomó las mejores decisiones que pudo bajo circunstancias muy difíciles, aunque, claro está, insiste en que en los años últimos algunas decisiones fueron en su opinión erróneas y que a él le corresponderá convivir con las consecuencias. En política, tanta ecuanimidad es un fenómeno poco frecuente pero muy valioso. El que Obama esté más interesado en entender lo que está sucediendo en Estados Unidos y el mundo, que en aprovechar una oportunidad para denigrar a su antecesor nada popular es una señal promisoria. Sabe que en su condición de presidente del país más poderoso del planeta tendrá que subordinar todo a la búsqueda de soluciones, sin perder el tiempo entregándose a polémicas inútiles imputando problemas de origen estructural, o atribuibles a defectos inherentes a instituciones administrativas, a las presuntas deficiencias personales de un hombre determinado. Al fin y al cabo, la campaña electoral terminó hace tiempo, de suerte que no está compitiendo con nadie.

Muchas ilusiones ocasionadas por la llegada de Obama a la Casa Blanca no tardarán en desvanecerse. Ningún presidente norteamericano, por brillante que fuera, podría conformar a todos los distintos grupos que se las ingeniaron para convencerse de que Obama se dedicaría a promover sus intereses particulares que, como suele ser el caso, no son compatibles los unos con los otros. Gobernar es optar entre diversas alternativas. Al formar su primer equipo, Obama decepcionó a los muchos que esperaban un giro a la izquierda en la política exterior, ya que a juzgar por los seleccionados no habrá mucha diferencia entre su propia estrategia y la de Bush en su segunda gestión. La política económica también parece destinada a caracterizarse por la continuidad: Obama, como su rival John McCain, apoyó las medidas iniciales tomadas por el gobierno de Bush para sostener al sector financiero, mientras que a su vez Bush ha respaldado con vigor las iniciativas propuestas por Obama a pesar de la oposición de muchos legisladores republicanos influyentes. Así las cosas, la transición, que algunos previeron sería muy conflictiva, resultó ser asombrosamente civilizada.

Ante una crisis económica tan confusa que hasta los especialistas más prestigiosos se confiesan incapaces de entenderla plenamente ya que también depende de factores psicológicos, los norteamericanos parecen estar dispuestos a cerrar filas, razón por la que es probable que la mayoría se sienta aliviada por la actitud conciliadora que ha adoptado Obama. Fronteras adentro, pues, la "luna de miel" podría prolongarse. Fuera de Estados Unidos, en cambio, el entusiasmo motivado por el reemplazo de Bush por Obama podría agotarse muy pronto. Mal que les pese a quienes suponen que la mejor forma de atenuar los problemas mundiales consistiría en que Estados Unidos dejara de entrometerse en los asuntos ajenos, no hay indicios de que Obama comparta su punto de vista. Por el contrario, parece resuelto a asumir una postura más decidida que la de Bush frente a los peligros planteados por los islamistas militantes en Afganistán, Pakistán y, desde luego, Irán, aunque sólo fuera porque últimamente las amenazas se han intensificado. En cuanto a América Latina, es poco probable que figure entre sus prioridades, a menos que surja en la región una crisis tan terrible que afecte la seguridad de Estados Unidos, algo que sí podría suceder si, como algunos dicen temer, el gobierno mexicano no logra desmantelar a los brutales cárteles de narcotraficantes que están librando una guerra despiadada contra el resto de la sociedad.

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