SCHWERZENBACH, Suiza (AP).- Dos veces por semana, término promedio, este edificio insulso recibe a algún extranjero que viene a morir.
La mayoría son enfermos terminales. Algunos son jóvenes y están saludables, con excepción de alguna incapacidad física permanente o algún trastorno mental muy debilitador.
Atraídos por la fama de Suiza de ser un sitio en el que los extranjeros pueden poner fin a sus vidas sin que los molesten, más de 100 alemanes, británicos, franceses, estadounidenses y gente de otros países vienen a esta pequeña ciudad todos los años para acostarse en una cama de un edificio de esta zona industrial e ingerir una dosis letal de barbitúricos.
La tolerancia de Suiza está en tela de juicio ahora a raíz de un programa televisivo que mostró el suicidio de Craig Ewert, un estadounidense de 59 años con graves trastornos en las neuronas motoras.
Otros países, como Holanda y Bélgica, y un par de estados estadounidenses -Oregon y Washington- aprobaron hace poco leyes por las cuales los enfermos incurables pueden buscar un médico que, bajo condiciones estrictamente reguladas, los ayuden a morir. Pero Suiza es el único país que permite que un extranjero venga a suicidarse.
Una ley vigente desde 1942 fija muy pocas restricciones al sitio, el momento y la razón de los suicidios. Y los médicos tienen relativa libertad para recetar medicinas para animales, fatales para los humanos. Cinco minutos después de beber un vaso de agua con pentobarbitol de sodio caen dormidos. Una hora más tarde han muerto.
Al igual que Ewert, la mayoría de los extranjeros acude a Dignitas, una de varias organizaciones suizas sin fines de lucro que ayudan a los suicidas.
Hay quienes aducen que esas organizaciones convierten a Suiza en un destino para "turistas suicidas" y las acusan de violar normas éticas y desafiar la opinión pública.
El doctor Bertrand Kiefer, jefe de redacción de la revista médica "Revue Medicale Suisse", sospecha que algunas personas se suicidan no porque padezcan sufrimientos intolerables sino para no ser una carga para sus familias ni para la sociedad.
Dignitas sostiene que lo único que cuenta es el derecho de una persona a la autodeterminación. La única condición para asistir a un suicida es que la persona "sufra de una enfermedad que inevitablemente causa la muerte y quiera poner fin a su vida y a su sufrimiento voluntariamente".
Kiefer dice asimismo que los organismos que ayudan a los suicidas no tienen transparencia económica.
Dignitas reveló que cobra 10.000 francos suizos (unos 8.300 dólares) por sus servicios, que incluyen todas las formalidades legales y consultas con médicos para que receten las medicinas letales.
Agrega que paga los sueldos de sus empleados y que cualquier sobrante lo dedica a promoción y asesoría, incluidos esfuerzos para prevenir los suicidios. Otras organizaciones similares suizas dicen que no cobran al paciente sino que tienen afiliados y reciben donaciones.