Pasaron las fiestas, las vacaciones se están despidiendo y asoma en el horizonte el temible febrero. ¿Y por qué temible el mes más pininito, el mes de mi cumple? Sencillo: llegan los exámenes de los chicos y chicas que se juegan el año o la autoestima o el afecto de los padres o todo junto.
Como es archisabido, lo que más les cuesta es escribir. Así que esta humilde servidora, que no es profe de nada en particular, quiere compartir una experiencia maravillosa, que quizás sea útil para docentes y preparadores de alumnos en la cuerda floja. Ocurrió hace varios años, cuando mi sobrino Juan tenía dieciséis años y ocho materias pendientes. Yo hice lo que sé: apoyarlo en las humanísticas, en este caso, Historia argentina. Yo amo la Historia; Juan la odiaba, o la odia, no sé. Lo que sé es que cuando rememoramos lo que pasó, le vuelven a brillar los ojos.
Fue así: mesa redonda en mi casa, silencio, él frente a una hoja, yo frente a un mate, él ya sabiendo expresar verbalmente, más o menos, el cruce de los Andes?y la hoja en blanco. ¡Ah, la temible hoja, la misma que aterró y aterra a cualquiera que escriba, incluida la que suscribe, fenómeno al cual dedicó Sigmund Freud todo un capítulo!
Pero yo no sabía todo esto, porque creo que me hubiera asustado más. Así que Juan, jugueteando cancheramente con la lapicera, empieza a hablar así: "lacampañadelosandesyquémierdapongoyquémierdameimportasiel
tipotuvodiarreayparaquécarajomesirveestoyestaminaencimaquierequeyoestudie
yesmitíayletengoquedarbola", y me miraba provocativamente, y por cierto que mi impulso era que se fuera a su casa porque después de todo era él el que iba a estar rindiendo y ya bastantes líos propios tenía yo?
Y entonces se produjo. Dije: escribí eso. Juan: qué. Yo: lo que dijiste. Juan: pero eso no es historia. Yo: vos escribí. Lo que te salga. Juan: hija de puta, perdón, tía, querés que escriba esto. Yo: sí. Empezá: "hija de puta querés que escriba esto"?
Para hacerla corta, hablaba y escribía y se movía y se reía y después de llenar dos hojas paró como agotado y me miró. Lo hice, me dijo. Yo: claro. ¿Viste qué maravilloso es que de tu mente a tu mano salgan las palabras? Él: pero tengo muchas faltas de ortografía. Yo: no importa ahora. Él: pero esto no es la campaña de los Andes. Yo: no. Ahora empezá a escribir lo que te acuerdes, como te acuerdes, de la campaña de los Andes. Lo hizo. Rindió bien.
Mi estimado/a docente, padre, madre, tutor o encargado, como dice la ley, quizás esta experiencia le sirva. No es "perder tiempo". Es dejar fluir el torrente. Ocúpese de esa personita que tiene enfrente, déle bola, no prepare veinte a la vez.
Y para darle algo más de entidad a mi caso, le cuento que a fin del 2008, la filial Villa Regina (Río Negro) de la "Fundación Margarita", entidad que tengo el honor de presidir, y bajo la iniciativa de mi amigo Tony Manrique, preparó doscientos adolescentes en la cuerda floja para los exámenes de diciembre. Pocos alumnos, profes recomprometidos. Resultado: 80% de porcentaje de éxito. Tony cuenta que cuando charlaban con los pibes y les preguntaban por qué no estudiaban en el secundario, la respuesta era implacable: no les damos bola a los profes porque no nos dan bola.
Así que ¡ánimo, compromiso, valor?y suerte! (La suerte es esa pequeña cuota que la vida regala por añadidura). ¡Vamos por febrero!