-¿Qué lo llevó a hacer su trabajo "De los desechos a las mercancías. Una etnografía de los cartoneros"?

-El libro es el resultado de un largo trabajo de investigación académica. En 1997 estaba buscando un tema de investigación para completar mis estudios de posgrado. Aunque todavía eran "invisibles" a la consideración pública, los cirujas en carros tirados con caballos en los márgenes de la ciudad me llamaron la atención y empecé a preguntarme sobre sus características y sobre el entramado económico del que participan. Me pareció que además manifestaban una gran contradicción respecto de las ideas de la modernidad, que estaban entonces muy presentes por la proximidad del cambio de siglo, y que se trataba de una actividad que iría creciendo como refugio para los desempleados, algo que efectivamente sucedió.

-¿Con qué se encontró cuando investigó y conoció desde adentro a los cartoneros?

-Por un lado, con situaciones e historias de vida de lo más diversas y, por otro, con rasgos comunes compartidos incluso por recolectores informales de otros países de América Latina y también de otros continentes. Tendemos a pensar que los cartoneros son una manifestación típicamente porteña, pero lo cierto es que la actividad existe en la mayoría de los centros urbanos del mundo, siempre que se den tres condiciones básicas: disponibilidad de residuos reciclables, gente dispuesta a buscarlos y una industria que los demande. Por eso puede sonar paradójico, pero en países extremadamente pobres ni siquiera existen cartoneros. Aunque ajustados a las particularidades del contexto, también en las ciudades de Río Negro y Neuquén se dan las condiciones señaladas. De hecho, la presidenta de una cooperativa de recolectores de Bariloche es co-autora de un artículo publicado en un libro que se llama "Recicloscopio: una mirada sobre los recuperadores urbanos de América Latina".

-¿Qué nivel de vida alcanza un cartonero? ¿Cómo vive?

-Durante la investigación pude calcular que un cartonero que trabajaba todos los días equiparaba sus ingresos con los oficialmente establecidos como canasta básica. Insisto en que se trataba de la canasta básica oficial, no de la pretendida por las asociaciones gremiales. Muchos cartoneros ahorran en metales no ferrosos (aluminio, cobre), que son los más valiosos; es decir, no los venden con la frecuencia habitual con que comercializan papeles y cartones sino sólo cuando logran reunir una importante cantidad o ante una necesidad especial.

-¿Por qué piensa que los cartoneros de hoy son herederos de los "rebuscadores" del siglo XIX y, además, que son los cirujas de hace medio siglo?

-El aprovechamiento de los desechos no es ninguna originalidad. Es una idea y una práctica que estuvo presente siempre que alguien encontró una utilidad económica en hacerlo. En todo caso lo nuevo es la conciencia ambiental sobre los beneficios del reciclaje. Si uno rastrea documentos históricos puede advertir que bajo distintas denominaciones (empresarios de la basura, rebuscadores, cirujas, cartoneros, recuperadores, etcétera), y más allá de los mecanismos empleados por el Estado para eliminar los residuos, la recuperación de los desechos ya estaba presente en la época de la colonia.

-¿Qué diferencias y similitudes existen entre los cartoneros actuales y los cirujas de antes?

-La enorme cantidad de personas que desde mediados de los años ´90 se dedican a la actividad en la vía pública de los grandes centros urbanos y la incorporación del tema cartoneros en las agendas de los gobiernos son importantes diferencias respecto del pasado. La continuidad de circuitos formales e informales y la ausencia de políticas integrales e interjurisdiccionales respecto de la gestión de los residuos serían similitudes del presente con el pasado.

-¿Por qué piensa que se mantienen estas coincidencias?

-Las coincidencias se mantienen porque, aunque han variado los métodos empleados para intentar eliminar los residuos (quemarlos, incinerarlos, enterrarlos), seguimos careciendo de una gestión integral de éstos. Una gestión integral no sólo se preocupa por la instancia de su disposición final sino que también le incumbe minimizar su generación, su clasificación, su recolección diferenciada y su valorización. Las áreas de los gobiernos municipales que entienden en la gestión de los residuos se limitan a organizar la recolección y la disposición final de los mismos, pero en general no se preocupan por las otras fases.

-Hay sectores de la sociedad que miran con desconfianza a los cartoneros, como si fueran un foco más de inseguridad. ¿Qué opina?

-Ésta sería una diferencia con diciembre del 2001, cuando hubo mayor presencia de expresiones de solidaridad, pero una similitud con años anteriores, cuando sólo se escuchaban quejas porque entorpecían el tránsito o afeaban el paisaje urbano. Es cierto que las opiniones de los diferentes sectores sociales para con los cartoneros son heterogéneas, aunque no creo que sean mayoritarias las de temor o desconfianza. Sin embargo, tal vez puedan ser más atendidas por quienes toman decisiones.

-¿Cómo funciona la mente del cartonero? ¿Ve su actividad como un trabajo o siente que es el único rebusque que le queda?

-Habría que resolver primero cuál sería la diferencia entre "trabajo" y "rebusque". Muchos conciben que realizan esta actividad como una de las últimas maneras que tienen al alcance de la mano para ganarse la vida. Otros, los más jóvenes, la ven como su primera fuente de ingresos. También están los que creen posible mejorar las condiciones en que realizan esta actividad y se preocupan por sus medios de trabajo, por su aspecto y por la relación con los vecinos, entre otras cuestiones.

-¿Cuántos cartoneros hay en la Ciudad de Buenos? ¿Hay alguna estimación a nivel nacional?

-Como en toda actividad informal, es muy difícil establecer cifras precisas. Cualquiera puede expresar un número, pero lo importante es decir cómo se lo obtuvo. Además, es una actividad muy inestable, en el sentido de que puede suspenderse por algún tiempo si es que se ha conseguido otra fuente de ingresos. Constantemente hay muchos nuevos ingresos y salidas de la actividad y eso hace difícil poder establecer un número aproximado. Tengo la impresión de que hay mucha menos gente que en el 2002 y el 2003, cuando a consecuencia de la devaluación los precios de los materiales eran muy atractivos. Ahora se ven más mujeres y jóvenes. Antes que contar cuántos cartoneros hay, creo que sería más fácil y útil establecer qué nivel de recuperación tenemos y cuánto de las materias primas que se consumen a nivel industrial proviene de la recolección informal. Pero, que yo sepa, esto aún no está hecho sistemáticamente.

-¿Y por qué aún no se hizo?

-Tal vez una razón sea que la gestión de los residuos es un asunto municipal mientras que el encadenamiento productivo que incluye el reciclaje tiene que ver con sectores industriales. Fíjese que sólo recientemente existen lineamientos nacionales de gestión de residuos. Por eso, quizá estos estudios sectoriales se encaren próximamente.

-Se sabe que detrás de los cartoneros se mueve mucho dinero, ¿por qué no se les da un marco formal de modo que puedan contar con los beneficios que eso significaría?

-Hay importantes sectores económicos que se benefician, en un porcentaje que habrá que determinar, de la informalidad en que trabajan los cartoneros y otros eslabones de la cadena. Estoy a favor de tratar de conseguir beneficios para los cartoneros actuando en esos sectores. No necesariamente las políticas que busquen mejorar las condiciones de los cartoneros deben estar dirigidas a actuar sobre ellos.

-Que el macrismo proponga formalizar la actividad de los cartoneros pero no promueva otras políticas como, por ejemplo, la separación de la basura, ¿qué le hace pensar?

-La campaña "Jugá limpio" contradice los principios de una gestión integral de los residuos en la medida en que no incentiva su clasificación por parte de los generadores de residuos. Un sistema cuya rentabilidad descansa en el aumento del peso de lo que se dispone en basurales o rellenos sanitarios es, como en el caso anterior, una contradicción respecto de los principios de una gestión integral que apunta a minimizar lo que se genera como residuo y a enterrar controladamente aquello que no pueda recuperarse. Se debería premiar la minimización y el reciclaje, no el entierro.

-¿Cómo ve a futuro a los cartoneros? Por ejemplo, si algún día se copiara a algunos países europeos, donde se clasifica la basura y una empresa la recoge, ¿qué pasaría con ellos?

-¿Por qué no podría ser esa empresa recolectora de los cartoneros? ¿Por qué debería ser una sola empresa? La formalización de los cartoneros en microemprendimientos destinados a la recolección selectiva en función de un retiro directo en los generadores creo que puede ser una gran alternativa para países como el nuestro.

Pablo Schamber es antropólogo y trabaja como investigador en la Universidad de Lanús. Desde hace casi diez años se dedica a indagar sobre los cartoneros, un fenómeno urbano que tuvo su último crecimiento al compás de la crisis del 2001. Es autor y compilador de una serie de artículos reunidos en el libro "Recicloscopio: una mirada sobre los recuperadores urbanos de América Latina" (2007), que editaron las universidades de Lanús y General Sarmiento. Graduado en Misiones y doctorado en la UBA, a fines del año pasado publicó "De los desechos a las mercancías. Una etnografía de los cartoneros", un trabajo en el que recorre la historia de la recolección de basura en la Ciudad de Buenos Aires y realiza una "arqueología del cirujeo" desde 1821, deteniéndose en momentos clave como la construcción de usinas para quemar la basura o el cinturón ecológico de la dictadura (actualmente es un foco de contaminación del conurbano). "Aunque la recuperación de desperdicios generalmente está vinculada con la crisis del desempleo de la segunda mitad de los ´90, lo cierto es que inicia casi con la historia de la ciudad, cuando empezó a generarse una serie de residuos que podían tener alguna utilidad comercial", cuenta Schamber, docente en la Universidad de Lanús.