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La insinuación de la candidatura de Carlos Reutemann -a tres años de la elección presidencial- ha puesto en evidencia la crisis del kirchnerismo como proyecto político. Ante todo muestra que en la política no se cree que el ex presidente Kirchner o su esposa sean los candidatos del 2011. Es una evidencia prematura o anticipada de lo que puede denominarse como post-kirchnerismo. Más allá de su estilo ambiguo, el ex gobernador de Santa Fe lideró a los senadores justicialistas en apoyo del campo durante el primer semestre del año y al finalizarlo votó contra el gobierno nacional en el blanqueo y en la provincialización de los fondos estatizados de las AFJP y de la recaudación del impuesto al Cheque. Fue uno de los pocos senadores justicialistas que enfrentó al oficialismo en los últimos días del año. Frente al impacto que generó la posible candidatura, Kirchner -con su habilidad táctica, que no pierde pese a la declinación política que sufre hacia el mediano plazo- intentó mostrarla como una maniobra propia. Pero Reutemann se distanció públicamente, al reclamar internas para elegir el candidato a presidente y al asumir que él es peronista y no kirchnerista. El impacto de la insinuación de Reutemann se debe a que es el candidato justicialista que, si hoy se votara, obtendría más votos. El lanzamiento de la candidatura del gobernador del Chubut (Das Neves) y las afirmaciones del de San Juan (Gioja) de que será candidato, al igual que la posición asumida al respecto por el de San Luis (Rodríguez Saá), no tuvieron la misma repercusión que la del ex gobernador de Santa Fe. Ello se debe a que hoy es el justicialista con mejor imagen y quien obtendría más votos, superando en ello no sólo al matrimonio Kirchner sino también a figuras del peronismo disidente como Felipe Solá. Es que si terminara siendo el candidato presidencial del peronismo no sólo tendría los votos de esta fuerza sino que podría sumar los del campo y sectores no peronistas. Concretamente: es el peronista más votado por los no-peronistas y éste es su punto más fuerte. Pero también se trata de una figura opuesta a Kirchner, tanto en personalidad como en ideología, y ello está mostrando la dirección del giro que está tomando la sociedad hacia el 2011 y que es el problema central que enfrenta el kirchnerismo para retener el poder en el mediano plazo: la vocación de cambio de la sociedad. Esta candidatura destaca la significación política que ha adquirido la provincia de Santa Fe. Se trata de una provincia importante por población y peso económico, pero que ha tenido muy mala suerte en la política nacional, ya que desde la sanción de la Constitución nacional en 1853 en su misma capital, nunca ha habido un presidente o un vicepresidente santafesino, ni constitucional ni de facto. El punto es que hoy Reutemann es el candidato justicialista más votado y el gobernador de la provincia, el socialista Hermes Binner, es el candidato no peronista más votado para presidente, después del vicepresidente Cobos. Es así que dos de los tres o cuatro candidatos que hoy aparecen con más posibilidades para el 2011 surgen de la misma provincia, donde desde hace más de doce años viene funcionando con éxito una singular experiencia de convivencia política para la Argentina, como es la que tienen el peronismo y el socialismo. Binner fue intendente de Rosario -que es la mitad de la provincia en población- durante dos períodos, conviviendo con éxito con gobernadores justicialistas (Reutemann y Obeid). Ahora gobierna la provincia y lo hace con un Senado que tiene mayoría del justicialismo y dos tercios de los intendentes también son de este partido. Por esta razón, la elección legislativa de octubre en Santa Fe puede influir en las candidaturas del 2011, dado que termina la senaduría de Reutemann en el 2009 y se presentaría como candidato para renovarla. Si fuera derrotado, su candidatura perdería fuerza. En el caso de Binner, si el socialismo no gana este año en Santa Fe, sus posibilidades se debilitarían. Pero siempre queda abierta la alternativa de que Reutemann decida no ser candidato. Mientras tanto Kirchner sigue siendo como un conductor que ha perdido la guerra, pero que todavía puede ganar varias batallas. Que Cobos, Reutemann y Binner sean hoy los candidatos más votados para el 2011 -al comenzar 2008 lo eran Macri y Carrió después del matrimonio Kirchner- muestra que se ha producido un cambio político importante. Los tres primeros (un justicialista, un ex radical y un socialista) pertenecen a fuerzas diferentes y no comparten la misma ideología, pero tienen en común una cultura política de moderación. Resulta lógico que tras casi seis años de un fuerte liderazgo como el de Kirchner, con un estilo hiperpresidencialista y con un ejercicio agresivo del poder, la sociedad busque una figura opuesta, como lo hizo con Menem después de Alfonsín, con De la Rúa tras el primero y con Kirchner después de él. Pero en el corto plazo, el llamado matrimonio presidencial sigue reteniendo y ejerciendo el poder en plenitud, como lo puso en evidencia la sanción por parte del Congreso de todos los proyectos presentados por el Ejecutivo entre noviembre y diciembre. El oficialismo ha perdido consenso y la economía ha pasado a ser un problema, pero sigue teniendo una concentración de poder institucional y económico sin precedentes, aunque esta situación pueda ser frágil, como lo mostró la votación de la resolución 125. El proyecto del kirchnerismo de retener el poder en forma indefinida ha perdido viabilidad, pero la capacidad de derrotar adversarios en el corto plazo sigue vigente. ROSENDO FRAGA (*) Nueva Mayoría (*) Analista político e historiador.
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