La energía atómica vuelve a ponerse de moda en Europa. Sobre todo los países del Este han empezado a plantearse la construcción de nuevos reactores nucleares, tras el bloqueo del tránsito de gas ruso por los ductos ucranianos. Pero Polonia, Estonia, Letonia o Eslovenia llevan mucho más tiempo intentando independizarse del suministro ruso. Asimismo, la lucha contra el cambio climático está dando nuevos bríos en toda Europa a la energía atómica, que produce bastante menos dióxido de carbono, con Francia a la cabeza. Sobre todo, porque el país galo pretende vender su tecnología nuclear por todo el mundo.
El miedo a las consecuencias del cambio climático ha cambiado también la perspectiva frente a la energía atómica para muchos europeos. Según una encuesta publicada por la revista británica "Economist", el apoyo para la energía nuclear creció de un 37 a un 44 por ciento desde el 2005 en la Unión Europea (UE).
Entre los países opositores, Alemania fue uno de los primeros en poner en marcha la desactivación de sus reactores, una postura crítica que comparte también Austria. Pero, aparentemente, aún no se ha dicho la última palabra al respecto en Berlín, toda vez que los simpatizantes de la energía atómica en el partido conservador CDU/CSU -desde hace cuatro años socio mayoritario del gobierno de la gran coalición- aún no han sido acallados del todo.
La Comisión Europea no quiere hasta ahora inmiscuirse de forma oficial en la posición de los 25 países miembros, que buscan una mezcla de varias fuentes de energía para su suministro. Y eso, a pesar de que el Ejecutivo europeo apoya abiertamente la energía atómica, que no sólo es menos dañina para el clima sino que es una de las "fuentes más eficientes" desde la perspectiva económica. Ello contribuiría también a disminuir la dependencia de Rusia, puesto que hay minas de uranio repartidas por todo el planeta. Sólo los Verdes europeos rechazan esas "recetas antiguas", ya que las importaciones de las barras de combustible llegarían al 99%.
Otras organizaciones ecologistas señalan que la tecnología nuclear es adecuada para combatir el cambio climático sólo a corto plazo, ya que la cuestión de la deposición de los residuos tóxicos no está aclarada aún. Además, las centrales nucleares se convertirían en un objetivo potencial de ataques terroristas.
Los "incidentes" de mayor o menor gravedad se suceden sin embargo regularmente, como por ejemplo en la central nuclear francesa Tricastin el año pasado, cuando se contaminó el agua de las capas freáticas con uranio.
Los ecologistas tienen ahora en la mira los planes de Bulgaria y Eslovaquia, que quieren retomar sus obsoletos reactores de fabricación soviética.
Los gobiernos de Sofía y Bratislava se comprometieron en sus tratados de adhesión a la UE a desactivar sus plantas nucleares de Kozloduy y Yaslovske Bohunice, por lo cual el volver a ponerlas en funcionamiento es una "provocación", apostilló recientemente la parlamentaria verde alemana Rebecca Harms.
En boga con la débil imagen que está dando hasta ahora la presidencia checa de la Unión en lo que respecta a la "guerra del gas", el gobierno de Praga no se ha pronunciado hasta ahora al respecto.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy -al que no le fue por otro lado nada fácil dejar el puesto a la cabeza de Europa-, no ha hecho hasta ninguna propuesta para solucionar la crisis del gas. En parte porque el bloqueo apenas si ha afectado a Francia, gracias a su energía nuclear.
Una de las perlas de la industria francesa es la compañía Areva, que produce energía atómica y cuenta con una carismática presidenta, Anne Lauvergeon, y que sería una de los ganadoras del conflicto. Así como otros consorcios europeos, entre ellos la energética italiana Enel, la proveedora CEZ de República Checa o la alemana RWE.
"Francia no tiene petróleo, pero sí muchas ideas", es una de las frases con las que el gobierno francés hacía publicidad para sus centrales nucleares en los años ´70, durante la crisis del petróleo.
El mismo Sarkozy promociona ahora la exportación de energía atómica por todo el mundo, más allá de las fronteras de la UE. Ello, en contra de la postura de muchos de sus socios europeos, que tienen tradicionalmente problemas para deshacerse de sus propios residuos tóxicos.
Países como Libia, Argelia, la India, China y Abu Dhabi son ahora algunos de los candidatos a producir su propia energía atómica.
DOROTHÉE JUNKERS Y ULRIKE KOLTERMANN
DPA