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  Martes 13 de Enero de 2009  
  Edicion impresa pag. 18 »  
  Ramos Mejía y los proyectos de Bailey Willis  
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Ezequiel Ramos Mejía nació en Buenos Aires en 1852. Se desempeñó como ministro de Agricultura de Roca (1898-1904) y de Figueroa Alcorta (1906-1910), presidencia ésta en la que promovió la Ley de Fomento de los Territorios Nacionales. Durante este período, ya como ministro de Obras Públicas, impulsó la creación de los Ferrocarriles del Estado, dos iniciativas que tendrían fuerte impacto en el norte de la Patagonia.

Como ministro de Roque Sáenz Peña (1910-1913) y también como titular de la cartera de obras públicas, impulsó la Ley de Irrigación, que desató la estratégica construcción de las obras de riego en el Alto Valle del río Negro. Entre sus proyectos más ambiciosos, la ciudad industrial del lago Nahuel Huapi fue, sin duda, uno de los más importantes.

La iniciativa -aprobada en su primera fase por un decreto del Poder Ejecutivo- promovía la creación de una nueva provincia volcada sobre la cordillera, entre Junín de los Andes y Colonia 16 de Octubre, muy cercana a Trevelin, en la provincia del Chubut. Ramos Mejía previó como centro motor de su proyecto una ciudad industrial situada en el extremo Oeste-Sur del Nahuel Huapi, sobre una llanura cercana al nacimiento del río Limay. El arroyo Chacabuco marcaba el límite noroeste de la nueva provincia, con un lago artificial producto de un embalse que debería construirse en el Anfiteatro, a la altura de la segunda angostura del río Limay. La represa serviría para producir la energía que demandaba el modelo industrial que se había propuesto desarrollar en el norte de la región.

 

El ingeniero Willis

 

La integración de la Patagonia resultó para Ramos Mejía un asunto de relevancia durante su paso por la función pública. La Ley de Fomento de los Territorios Nacionales así lo demuestra, tanto como la creación de líneas ferroviarias por parte del Estado nacional.

En 1906 dio inicio a las primeras obras con el fin de unir los valles de la zona andina con los puertos oceánicos, como la línea San Antonio-Nahuel Huapi que dirigió el ingeniero Cipolletti. Este último, además, emprendió por iniciativa de Ramos Mejía las obras para irrigar el Alto Valle de nuestra provincia. Paralelamente, mientras se desempeñaba como ministro de Agricultura, Ramos Mejía impulsó la creación de la Cooperadora de Río Negro, cuyos integrantes estaban obligados a construir la red de canales que abastecerían a sus futuras chacras en una brillante combinación de esfuerzos de los sectores público y privado.

En 1910, al celebrarse en Buenos Aires el Congreso Científico Internacional en el marco de los festejos del centenario, Ramos Mejía conoció a Bailey Willis, ingeniero de Minas y doctor en Geología e Ingeniería Civil por la Universidad de Columbia de Nueva York. Willis era un reconocido especialista en su país y en Europa. Durante el encuentro que ambos mantuvieron, Ramos Mejía le propuso explorar la Patagonia en busca de agua potable. El halo de misterio que siempre tuvo la región para los extranjeros desde los relatos urdidos por Pigafetta durante el viaje de Magallanes había atraído desde siempre a Bailey Willis.

Deseoso de conocer el territorio, aceptó el ofrecimiento del ministro y de inmediato se comprometió a llevar a cabo una investigación geológica de la zona comprendida entre San Antonio Oeste y el lago Nahuel Huapi y el relevamiento topográfico de toda el área. Antes de iniciar su trabajo retornó a Estados Unidos para organizar el equipo de técnicos y adquirir el equipamiento y el instrumental necesarios para cumplirlo. Emilio Frey, que había sido colaborador del perito Moreno, fue designado asistente en jefe del proyecto sobre el que asentaría sus bases la Comisión de Estudios Hidrológicos del Ministerio de Obras Públicas de la Nación.

 

Valcheta

 

La expedición del ingeniero Willis estaba integrada por cuatro topógrafos y geólogos norteamericanos, dos ingenieros argentinos, Emilio Frey y dos rastreadores. Completaban el equipo ochenta mulas, cuarenta caballos y numeroso instrumental científico.

Durante seis meses exploraron la zona de estudio, en el área de Valcheta, pero sin resultados. El agua no aparecía. Ante ello, Willis decidió explorar el origen del arroyo Valcheta y construir una serie de embalses para almacenar el agua que nacía de sus manantiales. Paralelamente previó la construcción de un canal para llevar agua hacia el puerto de San Antonio e irrigar unas cuatro mil hectáreas en la zona. Ramos Mejía apoyó la iniciativa tras considerar que las tierras fiscales favorecidas por el proyecto aumentarían considerablemente su valor. Sin embargo, encontró resistencia en algunos sectores del gobierno y del Congreso que hicieron lo imposible para complicar la tarea de Willis.

La Comisión de Estudios Hidrológicos tenía asignado un presupuesto de cien mil pesos y durante los trabajos en Valcheta había gastado el ochenta por ciento. Willis solicitó el reembolso del dinero mediante una prolija contabilidad de cada unos de los gastos que había producido. Pero la burocracia fue implacable: le paralizó el reembolso porque en una factura faltaban cinco centavos. Para saldar el problema, Willis envió una estampilla por ese valor, ya que no estaba permitido mandar dinero por correspondencia. Desde Buenos Aires, sin embargo, le rechazaron la estampilla y le exigieron el pago en efectivo de la diferencia, denegándole, incluso, la posibilidad de hacerlo a través de un cheque personal. Finalmente, pese a estos escollos que Willis ya había conocido antes, cuando el propio Ramos Mejía intervino personalmente para que se destrabaran los problemas burocráticos que habían demorado durante semanas su viaje a la Patagonia, la comisión entregó, en octubre de 1911, el estudio terminado.

Se aseguraba el suministro de agua para abastecer a una población de hasta diez mil habitantes en San Antonio Oeste, la zona rural comprendida y la hacienda que estuviera de pastoreo dentro una franja de veinticuatro kilómetros de ancho a cada costado de las vías férreas, en un tramo de cien kilómetros de largo. Sin explicaciones razonables, la Dirección de Irrigación y algunos legisladores nacionales hicieron lo imposible para frenar las inversiones que demandaba el proyecto. Los ataques de quienes se oponían a la política de Ramos Mejía se hicieron sentir como nunca. Julio Romero, titular de la Dirección de Irrigación, hizo desaparecer el informe del ingeniero Willis en un llamativo incendio que se produjo en su casa. Por suerte el norteamericano había guardado en Valcheta una copia de su trabajo.

 

Parecido pero no igual

 

Para Bailey Willis la Patagonia ofrecía características muy parecidas a las del Lejano Oeste y comparaba las ideas de Ramos Mejía con las que habían permitido, en su país, el establecimiento de industrias, empresas mineras y emprendimientos agropecuarios y el desarrollo de una modernísima red de comunicaciones y servicios que rápidamente habían dado paso al surgimiento de grandes ciudades en una de las regiones más inhóspitas de Estados Unidos. La diferencia entre el país del Norte y la Argentina radicaba claramente en la mentalidad de su clase dominante, que no tenía otro interés que no fuera el de exportar carne y granos de la Pampa Húmeda, desconociendo el enorme potencial de otras regiones del país como la Patagonia. Pese al contexto político en el que debió actuar, Willis contó con el apoyo decidido de Ramos Mejía y, ambos, del perito Moreno. Así comenzaron a ocuparse del estudio para tender una línea férrea desde San Antonio hasta el Pacífico, pasando por el Nahuel Huapi. La empresa era costosa, pues los beneficios del proyecto tardarían buen tiempo en fructificar. Las mismas limitaciones habían aparecido en Estados Unidos durante la aplicación de las políticas para el desarrollo del Lejano Oeste, y Willis tomó en cuenta esas experiencias. Por ejemplo, ante la necesidad de construir numerosos puentes durante toda la línea proyectada, propuso que se hicieran de madera, cuya utilidad estimaba en un cuarto de siglo, tiempo suficiente para que luego se pudiera invertir en construcciones de mampostería cuyo costo se vería justificado por la acumulación de beneficios que ya habría provocado el ferrocarril.

Ramos Mejía soñaba con la línea San Antonio-Valdivia como parte de su proyecto para la generación de industrias, centrales hidroeléctricas y un sinfín de emprendimientos para autoabastecer la región y promover su poblamiento en niveles que hasta el día de hoy no ha alcanzado.

 

Poblar la Patagonia

 

En 1912 la Cámara de Diputados de la Nación interpeló al ministro Ramos Mejía con el propósito de provocar su alejamiento del cargo, acusándolo de dilapidar dineros públicos a través de la Comisión de Estudios Hidrológicos en proyectos de dudosa realización y conveniencia. El presidente Sáenz Peña no le soltó la mano a su amigo y continuó apoyando la acción que desplegaba desde su ministerio. Paralelamente, Bailey Willis advirtió que la región comprendida entre Junín de los Andes y el Nahuel Huapi reunía todas las condiciones para permitir una fuerte política de ocupamiento poblacional del territorio. Pensaba que el desarrollo de la agricultura, de la ganadería, de los bosques aplicados a la industria maderera y de la energía hidráulica que podía obtenerse de sus numerosos cursos de agua para sostener el crecimiento regional posibilitarían la radicación de tres millones de personas en una de las zonas más despobladas.

Cuando Sáenz Peña enfermó y debió delegar la presidencia en Victorino de la Plaza, Ramos Mejía se vio obligado a renunciar. Lo reemplazó Manuel Moyano, quien de inmediato acusó a Willis de malversación de fondos dado que hasta ese momento no estaba publicado el primer informe del proyecto para el desarrollo del norte patagónico. Días más tarde debió bajar su dedo acusador pues el primer tomo de "El norte de la Patagonia" aparecía publicado, aunque no cesó en sus intentos de echar por tierra los proyectos de Willis. Acatando órdenes directas del presidente de los ferrocarriles británicos, donde había trabajado como director, impidió la publicación del segundo tomo, que no llegó a editarse. Éste contenía, además de los estudios técnicos para la construcción del ferrocarril San Antonio-San Martín-Valdivia, el trazado para caminos reales y la introducción de líneas de vapores en los lagos cordilleranos.

Quiso el devenir de este país que un norteamericano protagonizara uno de los tantos episodios que permiten comprender por qué la Argentina no logró desarrollarse como Estados Unidos. En la Guerra de la Secesión ganó el Norte industrialista. En la Argentina, durante un largo proceso de guerras civiles nunca llamadas por su verdadero nombre, el equivalente al Sur esclavista: la oligarquía agroexportadora de la Pampa Húmeda. Bailey Willis peleó con Ramos Mejía en el norte de la Patagonia una de las batallas más importantes de un viejo enfrentamiento entre dos maneras de pensar nuestro destino.

 

PEDRO PESATTI (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Legislador de Río Negro


PEDRO PESATTI

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Nos dejo su opinión
13/01/2009, 17:52:35 Reportar Exceso
eduardo
por fin un político dice cosas interesantes e inteligentes
 
 
 
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