La política norteamericana en relación con el Medio Oriente ha sido un constante dolor de cabeza para los diplomáticos de Estados Unidos durante más de medio siglo. Ahora espera la palabra de Barack Obama, quien se niega a mostrar hacia dónde se inclinará sino hasta su juramento, el 20 de este mes.
Obama se ha negado a opinar sobre la ofensiva israelí en la Franja de Gaza señalando que hay un solo presidente a la vez y que George W. Bush será el residente en la Casa Blanca hasta el momento en que transfiera el mando.
Por otra parte, aunque la invasión de Israel a Gaza pone una vez más en la primera plana el conflicto en Medio Oriente, no se trata de la primera ni de la última crisis entre el Estado judío y los palestinos. Existen además señales de que el nuevo gobierno enfocará sus baterías hacia el creciente extremismo islámico.
Era la creencia general en Estados Unidos que un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos tendría fuertes repercusiones en la región. Los líderes de Medio Oriente perderían la excusa de rehusarse a aceptar un Estado judío como vecino legítimo. Los regímenes intransigentes del mundo árabe ya no podrían usar el conflicto para racionalizar su brutalidad y su conducta dictatorial.
Adicionalmente, unas elecciones libres permitirían el surgimiento de gobiernos moderados, democráticos.
Pero ese punto de vista ha sido seriamente socavado con la toma del poder del grupo miliciano islámico Hamas en la Franja de Gaza. Hamas ganó las elecciones parlamentarias en los territorios palestinos en enero del 2006 y luego tomó control de Gaza en julio del 2007, en una fulminante guerra civil que desalojó del poder al grupo Fatah del presidente palestino Mahmoud Abbas.
El surgimiento de Hamas puso a la Franja de Gaza en la órbita de Irán, el único país no árabe de la región, cuyo liderazgo islámico ha prometido destruir a Israel.
La aparición de Hamas también fue bien recibida en Siria, otro adversario de Estados Unidos. Tanto Irán como Siria ofrecen respaldo a la milicia político-militar Hizbollah, que controla parte del Líbano y tiene una fuerte representación en el Parlamento de Beirut. Israel se enfrentó con Hizbollah en agosto del 2006 y ambas partes llegaron a un atolladero.
Durante su campaña electoral, Obama prometió lidiar con sus enemigos a nivel diplomático. Tanto Siria como Irán tienen mucho que ganar y nada que perder si esas negociaciones se concretan.
Para algunos estrategas, Estados Unidos tiene que hacer un cambio fundamental en su política exterior. "Hay que renunciar a la gran solución", dijo Jonathan Adelman, profesor de Estudios Internacionales en la Universidad de Denver. Todo lo que puede hacer el nuevo gobierno es "adoptar una serie de pequeños pasos".
Para Adelman, grupos como Hamas o Hizbollah, o como el Talibán en Afganistán y Al Qaeda, seguirán en su tesitura sin importar lo que ocurra entre Israel y los gobiernos árabes.
En ese caso, la política de Obama en Medio Oriente estará muy constreñida, pues hay varios de los actores que no tienen interés alguno en la diplomacia. Eso deja a la nueva administración confinada a una acción de retaguardia a fin de contener la diseminación del fundamentalismo islámico.
STEVEN HURST (*)
AP
(*) Ex jefe de la oficina de AP en Bagdad