Una de las cosas que más me sorprendieron durante mis vacaciones de fin de año en la Argentina y Uruguay fue que la gente allí parece estar siguiendo el conflicto de Gaza en Medio Oriente mucho más de cerca -y más apasionadamente- que en Estados Unidos.
Los periódicos de esta parte del mundo encabezan sus primeras planas con titulares sobre el conflicto de Medio Oriente, dándole mayor prominencia que a las noticias sobre la crisis financiera global o a las noticias locales. En la televisión, el ataque israelí contra el grupo terrorista Hamas tras los constantes ataques con cohetes de ese grupo contra Israel es motivo de calurosos debates en los que la mayoría de los invitados critica a Israel.
Hamas, oficialmente definido como un grupo terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, a menudo no es identificado como tal en los medios sudamericanos.
En varias reuniones sociales con políticos, empresarios y diplomáticos, me hicieron más preguntas acerca de la posible política para Medio Oriente del presidente electo Barack Obama que sobre ninguna otra cosa. Y ocurre algo muy semejante en otros lugares de Sudamérica.
A principios de esta semana, el presidente venezolano Hugo Chávez -que ha sellado una "alianza estratégica" con Irán, el principal Estado patrocinador de Hamas- expulsó al embajador de Israel citando como causa el supuesto "genocidio" israelí en Gaza.
Y en Argentina, el organizador de manifestaciones callejeras Luis D´Elía -quien esta semana confirmó a la revista "Noticias" que recibió un millón de la dictadura de Cuba para financiar las protestas antiestadounidenses durante la visita del presidente George W. Bush a la Argentina en el 2005- encabezó el martes una manifestación ante la embajada israelí en Buenos Aires en la que arrojó pintura y objetos contra la sede diplomática.
"¿A qué se debe todo este interés en Gaza?", me pregunté. ¿Se debe a que Argentina y Uruguay tienen grandes comunidades judías y árabes o a un sentimiento subconsciente de consolación por el hecho de que, a pesar de que hay grandes problemas en Sudamérica, hay otras partes del mundo en que hay problemas aún más grandes?
Muchas de las personas a las que les hice estas preguntas me respondieron que se debe a la política y a los petrodólares. Chávez y sus aliados, incluyendo a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, están importando el conflicto palestino-israelí a una región en la que judíos y musulmanes solían vivir en armonía.
El involucramiento sudamericano en la política del Medio Oriente aumentó notablemente desde el 2006, cuando Chávez recibió por primera vez en Venezuela al presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad. Desde entonces, Ahmadinejad ha regresado a Venezuela y también ha visitado Cuba, Nicaragua y Bolivia. Ahmadinejad firmó varios acuerdos económicos y políticos en estos viajes, incluyendo planes para financiar nuevas emisoras radiales y televisivas progubernamentales en Bolivia y otros países.
Emilio Cárdenas, ex embajador argentino en las Naciones Unidas, me señaló que tanto Irán como Venezuela se benefician al identificar el sentimiento antiestadounidense en la región con el sentimiento antiisraelí. Cuando la emisora televisiva regional Telesur, financiada por Venezuela, ofrece gratuitamente a los canales de televisión latinoamericanos filmaciones de niños palestinos heridos por bombas israelíes, el mensaje no demasiado subliminal es que Washington está apoyando una atrocidad, explicó.
"Para Chávez, pegarle a Israel es pegarle a Estados Unidos -señaló Cárdenas-. Esto es funcional tanto para (la propaganda política de) Venezuela como para Irán".
Mi opinión: no me sorprende que Chávez esté usando el conflicto de Gaza para atizar el sentimiento antiestadounidense. El venezolano está debilitado por la caída del precio del petróleo y necesita un conflicto con Washington para justificar sus intentos de perpetuarse en el poder como sea. Y no me sorprende que los medios oficiales argentinos compren la versión de Chávez: en los últimos años Venezuela se ha convertido en el principal soporte financiero del gobierno argentino.
Pero resulta triste que muchos periodistas respetables en la región, al exigir correctamente un cese de hostilidades en Medio Oriente, no le recuerden al público que Hamas está llevando a cabo una guerra religiosa en la que exige oficialmente la aniquilación del Estado de Israel y que Hamas ha estado lanzando cohetes sobre territorio israelí, quebrando un cese de fuego preexistente.
Si Argentina, Uruguay o cualquier otro país estuviera sufriendo ataques diarios por parte de un grupo que abiertamente propugna una "guerra santa" para destruirlo como nación, dudo realmente de que actuaran de manera muy diferente de la de Israel. No reconocerlo -y no reconocer el hecho de que, a diferencia de Israel, los terroristas de Hamas disparan intencionalmente sobre blancos civiles y luego usan a la población civil como escudo humano- es intelectualmente deshonesto y coquetea con el racismo contra un grupo étnico que no hace mucho sufrió el peor holocausto del que se tenga memoria.
(*) Periodista argentino. Analista
internacional. Miami