"Quiso la siesta ponerle un niño a su soledad de trigo y luna, y de su mano María va".

(Poesía musicalizada de Antonio Tarragó Ros)

"Cogen como perras y paren como conejas".

(Connotado intelectual a otro connotado intelectual, en un café de Neuquén)

Un mismo hecho admite distintas miradas, esas miradas determinan actitudes y esas actitudes marcan el destino de muchas personas. La enorme cantidad de mujeres con hijos deseados o no que no pueden mantener solas, por ejemplo, puede tener la comprensión y contención de esa maravillosa "María va" de Antonio. Contención y comprensión que tendrán seguramente muchas familias que conviven con María.

Y puede tener la condena escandalizada de mis dos intelectuales, postura por cierto compartida por mucha gente. (Dicho sea de paso, su capacidad de síntesis no es muy grande: con sólo perras o sólo conejas bastaba para ambos actos). Ahora bien, cuando estos personajes peroran públicamente sobre el tema, por supuesto que condenan el tráfico de niños, aconsejan métodos anticonceptivos y hasta ayudan a buscar infantes secuestrados o comprados.

Porque ésta es otra mirada, quizá más respetuosa que la anterior: la de quienes trafican con niños. Usted puede sentirse indignado o indignada. Lo lamento. La verdad es que estos tipos y minas al menos consideran que tienen una mercadería valiosa por la cual pagan, además de ocuparse del traslado, la documentación, los sobornos, etcétera.

Y si una perspectiva romántica le lleva a conjurar madres y padres desesperados ante el rapto, tiene razón. Pero es una mirada parcial. Muchos casos hay, como bien conocen quienes están comprometidos con la lucha contra esta industria más que floreciente en que los niños y niñas son entregados. A veces los ojos adultos que estiran los brazos entregando ese manojo de vida están llenos de lágrimas. A veces no. Es más, encuentran muchas justificaciones; autoengaños como que tendrá una vida mejor, que podrá criar mejor al resto de su prole y usarán la plata; y a otro embarazo. Una conclusión más tranquilizadora que considerar la prostitución infantil, ¿verdad?

¿Estoy siendo muy cruel? Mucho menos que la realidad, créame.

Claro que, en nuestro imaginario, nos referimos a pibas y mujeres adultas de sectores paupérrimos donde conviven niños, niñas, conejos, perros y parientes, algunos de los cuales abusan de su prole sin mayores remordimientos. O ninguno.

Nuestros prejuicios nos ciegan frente a los miles de embarazos no deseados por mujeres de diversa edad cuyo nivel de vida no es para nada menguado. Estos "problemas" se arreglan en discretas clínicas, con profesionales discretos, familiares discretos y abortos discretos, y aquí no ha pasado nada. (¿Nada? ¿Qué hay de esa piba-madre frustrada?) ¡No se regalan ni se venden, Dios nos libre! Y también son el resultado, muchas más veces que lo que nos gusta admitir, de consanguíneos directos, señores de traje y corbata y mujeres elegantes que prefieren no afrontar la aberración de su hombre. O sus hombres.

Campañas masivas, artilugios varios aplicados gratuitamente en hospitales y centros de salud, consejos y libros y programas especiales y documentales, todo se va al infierno ante el aluvión hormonal, la complicidad y la prepotencia. Esto es un hecho.

¿Y entonces qué?

Si usted supone que yo tengo la posta, está en un error. Sí sé que prefiero la mirada poética de Tarragó Ros, una mirada compasiva y contenedora pero para nada ingenua. Antonio sabe de qué está cantando.

"Por el tabacal tu paso María va, y se bebe el sol que huele a duende. María va...". Sí, es muy hermosa.