Domingo 11 de Enero de 2009 Edicion impresa pag. 34 > Sociedad
Jugándose la vida de a pedacito$
La adicción al juego es uno de los males psicológicos de nuestro tiempo. "Río Negro" se dedicó a sondear en el interior de los casinos en horarios poco concurridos en los que sobre todo se ve a señoras mayores aferradas a las máquinas tragamonedas. Muchas de ellas terminan apostando su vida ficha tras ficha. También entrevistó a la doctora Marcela González, jefa del Departamento de Ludopatía del Instituto de Juegos de Apuestas de la Ciudad de Buenos Aires, quien tipifica al consumidor y explica el porqué de las señoras en los salones de juegos.

Diamantes. Cerezas. Sietes. Bar. Línea. Sietes. Bar. Doble Bar. Cerezas. Diamantes. Un cofre lleno de monedas de oro. Línea. Diamantes. Y así la vida pasa frente a nuestros ojos.

Jugar a las máquinas tragamonedas es una experiencia repetitiva que, paradójicamente, no deja rastro. No hay acervo posible al cual apelar después de pasarse unas buenas tres o cuatro horas metiendo moneditas en la ranura. No hay pasado.

El sistema electrónico que vive al interior de la máquina no permite que sus clientes saquen conclusiones.

-¿Me explica, señora? -pregunto cándido una tarde en que sólo estamos una abuela de unos 70 años y yo en un despoblado casino del Alto Valle.

-¡Shss!, querido, acá no hay nada que aprender, me dice ella que hace una media hora está empecinada con una máquina. Juega rápido. No descansa. No piensa. Su mano temblorosa apura las monedas equivalentes a 25 centavos cada una.

Me callo y sigo remando.

El escritor francés Pierre Rey explica que hay un vínculo directo entre el juego y el deseo saciado en estado puro y sin mácula. La existencia reducida a un "sí" o un "no". En otros términos, cuando una persona quiere algo, un trabajo, hacer un viaje o ganar dinero, la respuesta a ese proyecto puede dilucidarse, después de mucho tiempo y esfuerzo, en un quizá. El juego, muy por el contrario, tiene la virtud (si se la puede llamar de este modo) de ofrecer al jugador una solución sin travesía. Un sí es el triunfo; el no, una derrota que no amerita mayores análisis. En realidad, no se juega para ganar sino para transcurrir por un camino poblado de respuestas. Y de esta manera hasta el infinito o hasta que el dinero se acabe.

 

Otros tiempos

A deshoras, en esos tiempos muertos en los que apenas un puñado de audaces se atreve, uno no se encuentra con trajes de dos piezas o perfumes franceses.

En las horas de la mañana o del principio de la tarde se puede descubrir a hombres de gesto atribulado jugando al póquer electrónico y a un particular grupo de mujeres, muchas de ellas pasados los 45, sentadas frente a las máquinas tragamonedas. El espectro no es amplio: amas de casa y abuelas.

Caminan con evidente soltura por el casino con los típicos envases en los que guardan transitoriamente las monedas. Esos enormes potes, que deberían contener un kilo de helado, almacenan tiempo. Cuando se han vaciado ya no hay excusas para permanecer. La insatisfacción les muestra su rostro más oscuro a los que se ven obligados a abandonar este paraíso al revés. Buena parte de la literatura existencialista también cabe en estos recipientes.

No es condición ser rico para tentar la suerte en el casino. En rigor, una significativa parte de los que asisten a las salas de juegos no nada en la abundancia. Pero quienes lo hacen en horarios poco habituales (mediodía, por ejemplo) representan una fauna especialmente comprometida. No se va a disfrutar o a matar las horas entre una cosa y la otra a un casino a la 1 de la tarde. No hay show, no hay bullicio.

Ésta es una de tantas vidas posibles y verdaderas. Ella es ama de casa. Tiene un trabajo cocinando y limpiando en un hogar de clase media. Al menos oficialmente, su horario abarca la mañana y la tarde. Pero no es cierto. Cuando llegan las 14, sale de su trabajo y, mientras a sus patrones les dice que se va a su casa (y en su casa ha dicho que está en su trabajo), parte al casino. Por ahora, se sostiene en el punto crítico en el cual ya lo ha apostado todo y su único resto es su magro sueldo.

Quienes administran salones en todo el mundo aseguran que las estadísticas los acompañan. Un porcentaje pequeño de quienes juegan son adictos. Pero claro, la adicción no es una enfermedad que en términos oficiales tenga una gran historia.

La ludopatía recién fue considerada una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a partir de 1992. Aunque en 1980 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) había incluido el mal en el manual de diagnóstico y estadísticas de los trastornos mentales.

Tanto la APA como la OMS definen al jugador patológico como un individuo que se va haciendo crónica y progresivamente incapaz de resistir los impulsos de jugar con la aparición de una conducta de juego que compromete, rompe o lesiona los objetivos personales, familiares y vocacionales.

Y de eso se ve bastante en el universo de los casinos.

¿Por qué tarda tanto en diagnosticarse esta adicción sobre todo cuando se trata de mujeres mayores que pasan horas ante una máquina tragamonedas? Quizá la respuesta se encuentre en la propia dinámica del juego. El jugador no apuesta la vida de una sola vez en una máquina tragamonedas. Aquí habría que hacer una aclaración: no es lo mismo ser jugador de naipes, dados o ruleta que de máquinas. Para cada caso existen códigos y conductas especiales.

Las tragamonedas no permiten grandes apuestas. La "vida" se juega de a cachitos, moneda tras moneda. Como si los jugadores compulsivos fueran seres de arena que van perdiendo la consistencia de sus cuerpos con cada apuesta.

Charles Fey desarrolló el primer tragamonedas de forma comercial en San Francisco en 1896. Fabricada con hierro, estaba compuesta por tres carretes internos, una ranura para introducir las monedas y una palanca con la cual activar la jugada. Es decir, no es mucho lo que ha evolucionado el artefacto en más de un siglo. Después de todo, ¿a quién se le ocurriría modificar un éxito de tal envergadura?

En la web hay incluso sitios especializados en los cuales se aconseja cómo jugar con mayor eficiencia en las tragamonedas. Algunas de las reglas de oro indican:

- Para maximizar las posibilidades de ganar usted debe jugar en la máquina tragamonedas de más alta denominación que encuentre.

- Maneje su dinero: primero, debe dividir en dos o tres sesiones el dinero que tiene apartado para jugar las tragamonedas. No se arriesgue a perder todo su dinero en una sola sesión.

- No apueste más dinero que el que esté dispuesto a perder.

Según Mariano Chóliz, director del Diploma de Adicción al Juego y otras Adicciones Comportamentales de la Universidad de Valencia, "vivimos en una sociedad consumista en la que el tener es una de las principales aspiraciones y tanto la publicidad como la cultura popular presentan el juego como una actividad atractiva con la que se puede ganar fácilmente y sin esfuerzo. Por ello es en estos meses de crisis económica cuando pueden agravarse las adicciones al juego, porque parece la mejor forma de ganar dinero fácilmente, aunque en realidad el adicto al juego siempre está en crisis económica, ya que gasta todo el dinero de que dispone", advierte.

Chóliz apunta a una de las máximas menos aceptadas en el escenario del azar: "Jugar habitualmente es la manera más fácil de perderlo todo", explica.

 

Jugando al esclavo

Mujeres mayores. Rostros cansados. Enfocadas en la pantalla. A las dos de la tarde nadie viene a conversar. Aquí no hay temas posibles. Sólo el jugador y su máquina.

En una de las líneas de "producción" una mujer que debe andar por los 50 se mueve de un modo que no es inhabitual en estos salones. Apuesta a tres máquinas al mismo tiempo. No alcanza a sentarse, aprieta su cartera con el brazo y con la mano sostiene el pote de helado. Con la otra introduce monedas. Permanece a los saltos por espacio de varios minutos.

De pronto, una de "sus" máquinas se doblega y le entrega un premio. Son de 20 a 25 fichas. No es un gran premio, apenas lo suficiente para recuperar parte de lo apostado. Su rostro no se inmuta.

La mujer toma su ganancia y sigue como un animalito salvaje buscando alimento.

Otro casino. Otra ciudad: Bariloche. Alrededor de las 19 horas, un grupo de tres mujeres entra charlando animadamente al lugar.

Se dirigen en orden y sin apuro a la caja. Cambian sus billetes por monedas y se dispersan. Cinco minutos después semejan fantasmas perdidos para siempre entre las máquinas. Como desconocidas, solitarios pájaros de la noche, hacen su rutina. Apuestan.

"En la dialéctica del amo y del esclavo, Hegel plantea que para que el amo sea amo debe existir un esclavo y viceversa. En este caso, es el sujeto adicto quien depende de una sustancia o práctica, es el esclavo. Es quien sacrifica su libertad, deja de controlar su vida. Es el amo, la sustancia, objeto o práctica adictiva quien maneja toda conducta del esclavo, del adicto", escribe Susana Elena Calero, médica especialista en Psiquiatría, en un extenso artículo dedicado a las adicciones.

En el mismo trabajo Calero hace hincapié en el número creciente de mujeres víctimas de esta adicción. Un fenómeno tan notorio como poco estudiado. La médica señala un estudio realizado por Harvard Medical School de hace unos años en el que se hace referencia a la incidencia progresiva del juego en adolescentes y sobre todo en adultos mayores que pronto serán jubilados o ya lo son y que terminan destruyendo sus economías con el juego.

"El problema en la mujer está creciendo en los últimos años, algo similar a lo que se observa en el alcohol, el tabaco y la adicción a las drogas. Hay reportes que muestran cómo a mujeres que consultan por problemas emocionales y de relación no se les pregunta sobre adicciones y menos sobre ludopatía. Consecuentemente, no reciben el tratamiento adecuado", explica Calero.

Después de pasar tardes enteras viendo jugar mayormente a mujeres, uno no termina de entender de qué manera explican al interior de sus hogares esas horas en la nada o, incluso, cómo se las explican a sí mismas. Dónde viven los argumentos que puedan justificar desaparecer en un casino justo cuando el casino es el lugar más aburrido y gris del mundo.

Diamantes. Cerezas. Sietes. Bar. Línea. Sietes. Bar. Doble Bar. Triple. Cerezas. Diamantes. Un cofre lleno de monedas de oro. Línea. Diamantes.

 

CLAUDIO ANDRADE
candrade@rionegro.com.ar
blog/mediomundo

 

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