Hace varios años cambió su vida en el Alto Valle por Buenos Aires. Cambió el ballet clásico por el tango. Silvana Grill es considerada como una de las coreógrafas más interesantes de los últimos años en la escena del tango. Recorrió, con espectáculos propios y ajenos, Francia, Alemania, Italia, Tailandia, España, China, entre otros países.
Hoy habla orgullosa de su paso por el INSA de General Roca, en ese entonces bajo la dirección de Marcio Chinetti. Nos cuenta anécdotas, con Salgán, de la escuela que dirige y por qué casi va presa en Bangkok.
-¿Qué recuerdos tenés de tus años en el Valle?
-Maravillosos. Recuerdo mis años de formación. La libertad y voracidad con la que vivía en una ciudad donde el ritmo era mucho más lento que el mío. Eso me permitió hacer un montón de actividades, recuerdo a mi mamá llevándome al INSA, de ahí a ingles, luego a patín... El INSA fue extraordinario para mí. El tema de la disciplina de trabajo, de la educación del metodismo, de hecho ahora estoy vinculada con otras escuelas y haciendo una comparación siento que tuve una suerte increíble. Fue un lugar impresionante para mí, recibí una formación muy sólida que comprobé en cada proyecto que encaré. Esa formación me dio mucha seguridad. También creo que el lugar ayuda, acá la energía se va en mil cosas hasta que te concentrás en tu tarea... por ejemplo, en Buenos Aires llegar a cualquier lugar te lleva una hora; hay demasiada información. En Roca, uno podía focalizar mucho mejor la energía, el ritmo es otro. Me acuerdo de que salía de la escuela, dormía la siesta y me iba al INSA, estaba 6 horas y volvía a casa tranquila. Además de esos recuerdos, extraño los olores, aromas, el cielo, mi familia y ahora a mi sobrino.
-¿Por qué viniste a Buenos Aires?
-No lo sé, pero desde el primer momento en que pisé esta ciudad supe que debía estar acá.
-¿Podrías haber llegado a donde estás desde Roca?
-No. Pero tampoco podría estar llegando a ningún lado sin haber pasado por Roca. Tiene que ver con lo que decía del ritmo de una ciudad chica; siento que es un lugar muy propicio para crear y para formarse. Por otro lado, desde lo mío, desde lo que soy, tengo una voracidad por hacer, siento la necesidad constante de investigar, de ver, de escribir, de crear, cosa que en mi familia siempre me incentivaron. Esas cosas que me hicieron llegar a donde estoy... que no sé dónde es (risas).
-¿Cómo es un día de tuyo?
-Incierto. Muy cambiante. Lleno de reuniones ensayos, tiempos imposibles... o completamente libre, sin nada que hacer salvo estudiar, crear, escribir, leer y hacer collage.
-¿Escribís?
-Escribo mis espectáculos... ¡y hago mucho collage!
-¿Collage?
-Sí, soy la reina del collage (risas). Son un poco raros mis collages. Viajan conmigo. Tengo siempre uno a medio terminar en el bolso; ¡es como un amigo invisible!
-¿El ritmo de la ciudad influye en tu trabajo?
-Sí, absolutamente.
-¿Cómo es crear tango para alguien de la generación rock ?
-Muy buena pregunta. Creo que ésta es la parte que más me interesa. Es muy fácil para mí, aunque difícil de ver para el publico general ya que los estereotipos que hay alrededor del tango son definitivos.
-¿Cómo es la lucha contra estereotipos del tango? ¿Sentís la presión de generar un producto comercial, que se venda?
-No siento la presión de que el producto se venda porque justamente ésa es mi particularidad, la otra mirada. Lo que me inquieta por momentos es la preocupación de los artistas por hacer un "producto" original y único, sin detenerse a estudiar, observar y pensar acerca de lo que ya existe. Es necesario el conocimiento y el reconocimiento de las propias capacidades para mantenerse a la vanguardia y es imprescindible el talento para que todo sea posible. Creo que el tango es muy joven aún. Y eso hace posible que todos podamos "adueñarnos" de gran parte de su historia. Pero entiendo que debe asociarse a un fenómeno social y no a una caricatura porteña.
-Contanos sobre tu último espectáculo, "Grotesca pasión trasnochada".
-"Grotesca pasión trasnochada" es el primer espectáculo que hicimos con la compañía No bailarás. Para esto nos asociamos con el violinista Ramiro Gallo, que se hizo cargo de la música original y de la interpretación en vivo. Lo estrenamos en el teatro Maipo el año pasado y de ahí surgieron cosas muy interesantes: viajamos a Tailandia, a Hong Kong, a España. Nos fue muy bien, tuvimos excelentes respuestas del público y de la prensa especializada. En Bangkok nos pasó algo rarísimo: fuimos a hacer una única función en un festival muy grande. Hicimos la función y, además de los saludos habituales, recibimos felicitaciones por nuestra valentía. Eso era raro. Se acerca el embajador mexicano también resaltando nuestro coraje. No aguanté y le pregunté por qué tantas alabanzas a nuestro coraje, valentía, etc. Cuando me contestó, no lo podía creer: era la primera vez que se hacía un desnudo en un teatro oficial en Tailandia. Por un momento pensé que íbamos todos presos... ya me imaginaba presa de por vida en Bangkok (risas).
-¿En tu trabajo hay una ruptura o una nueva visión de lo tradicional?
-En general más que una ruptura hay un desconocimiento profundo de las tradiciones. La nueva visión de algo tradicional se confunde con la fusión del tango con otras artes, danzas o tradiciones. Eso no es una nueva visión; para crear una nueva visión hay que ver, no sólo copiar y pegar.
-¿Qué es la Academia de Estilos de Tango Argentino?
-La Academia fue creada hace 5 años con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación y tiene como objetivo preservar y transmitir los conocimientos y experiencias aún existentes en el tango. Para ello convocamos como profesores a viejos milongueros de barrio, con el objetivo de rescatar los estilos originales; acá en el centro está todo muy enviciado, no hay estilos puros. Imaginate, ¡tratando de convencer al de la gomería para que venga a dar clases de tango! En un principio se resistían, son bailarines sin experiencia docente, pero a la vez son los únicos capacitados. Tienen la esencia de los estilos. Son todas personas muy grandes y posiblemente sean los últimos transmisores de esos estilos que sino se perderían. Por suerte aceptaron. Son formas de enseñar muy distintas, no es sólo en lo estilístico sino pedagógicamente... es la vieja escuela. ¡Si te pueden torturar un poco, lo hacen! (risas). En un principio tratábamos de mediar, de suavizar las formas, pero después dijimos: no, esto es como es. Por otro lado en este momento, en que el tango se vende tanto, es muy difícil crear conciencia en los alumnos de la importancia del saber. Hay chicos que con un año de aprendizaje están viajando... esto del "tango for export", esa cosa del "éxito rápido". Es bastante complicado luchar contra todo eso y hacerles entender a los chicos que los profesores que tienen en frente son únicos, se dedicaron toda su vida a eso y son los últimos. Dirigir la academia es muy desgastante pero a la vez muy enriquecedor.
-¿Cómo fue el paso del clásico al tango?
-Difícil porque primero debí alejarme de uno para acercarme al otro. Aunque a la vez fácil porque ya tenía un conocimiento corporal muy importante. La disciplina es muy valiosa en artistas tan sentimentales como yo.
-¿Cómo llegaste al tango?
-Casi por casualidad. Vine a Buenos Aires a estudiar Psicología en la UBA. Cursaba muerta de frío a las 6 de la mañana, ¡horrible! Pero hay un camino para cada uno y el mío fue de pocas cuadras ( risas): a la vuelta de mi casa había un bolichón donde se bailaba tango y ahí empecé. Colgué la "facu" y me dediqué al tango. Tuve la suerte de estar a cargo del Foro Gandhi, un espacio donde hacíamos muchas presentaciones en vivo. Eso me dio la posibilidad de vincularme con gente del ambiente desde otro lado. Por ejemplo, una noche fui a milonguear con Salgán.
-¿Con Salgán?
-Sí, costó, no quería. "A mi edad, querida...", decía. "Y sí, maestro. Vamos, le va a gustar..." y no sé, finalmente fuimos. Eran las cinco de la mañana y no lo podíamos sacar de la milonga.
-¿Imaginabas hace diez años estar en el lugar donde estás?
-Sí y no.
-¿Cómo te ves en 20 años?
-Feliz como ahora.
OSCAR ALBRIEU ROCA
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